Atole de novia, tamales oaxaqueños, barbacoa de puerco, pozol, tejate, tostadas, tlayudas con asiento, queso Oaxaca, chorizo y tasajo; tepache, café orgánico, cactos, menta, lavanda, ruda, hierbabuena, blusas y vestidos bordados, tapetes, vajillas de cerámica, trastes de cobre, llaveros y figuritas de lana, libretas, zapatos, bolsas de piel, chocolates, dulces de amaranto, moles de diferentes colores, jugo de moras y arándanos, mezcal, remedios naturales, té de hierba del sapo para bajar triglicéridos y colesterol, figuritas de hoja de maíz…

Esa es una parte de la oferta que el visitante encontrará en la Fiesta de las Culturas Indígenas y Pueblos y Barrios Originarios de la Ciudad de México (CDMX), que se realiza en la explanada del Zócalo.

Ahí se instalaron mil 151 módulos que ofrecen artesanías hechas con distintas técnicas, gastronomía y medicina tradicional, así como venta de plantas. Es el sexto año que se efectúa la feria y esta vez el estado invitado es Veracruz, con sus comunidades otomí, totonaca y náhuatl, y la alcaldía es Xochimilco con el pueblo Santa Cruz Acalpixca.

En la Ciudad de México existen 152 pueblos originarios que agrupan a poco más de un millón de personas, de acuerdo con Larisa Ortiz, titular de la Secretaría de los Pueblos Indígenas de la Ciudad de México, quien participó en la ceremonia de inauguración al lado del secretario de Cultura capitalino, José Alfonso Suárez del Real.

Antes de la apertura, con danzantes, copal, y pidiendo permiso a los dioses prehispánicos, Suárez del Real manifestó: ‘‘Tenemos que reconocer que para los pueblos originarios, las comunidades originarias residentes en la ciudad de México provocados por formas de violencia que van desde la pobreza extrema hasta la violencia física en contra de ciertas comunidades, estar en el corazón de México Tenochtitlan representa algo sustantivo y fundamental, es decir, no se trata de un capricho, sino de una reivindicación ancestral que la ciudad tiene que entender, tiene que respetar y compartir”.

Desde esa lectura, añadió, ‘‘es posible entender por qué el aferramiento, el amachamiento, por qué quieren entrar todos a un espacio que es urbanamente finito, porque el Zócalo tiene una determinada capacidad no podemos crecerlo, hacerle un segundo piso.

‘‘Esta sexta fiesta es la primera que se hace al amparo de la Constitución de la Ciudad de México que clara y puntualmente reconoce los derechos de las comunidades, y en función a ello es que establecimos un mecanismo de organización distinto: las autoridades nos supeditamos a la decisión del mandato de los colegiados que las comunidades presentaron, uno de organización que es el responsable de quiénes entraron y dónde pusieron a cada uno de los expositores; otro de curaduría que es el que valoró cada una de las propuestas para las actividades culturales del kiosco.”

Espacio para el debate y el enriquecimiento cultural

Esta vez ‘‘se destinaron 170 espacios para la gastronomía de los pueblos, más de 400 para todo lo que es producción textil y de ropa, para herbolaria fueron muchos, para floricultura porque necesitamos entender que para los pueblos originarios las flores son tan importantes como los pájaros. Algo también novedoso es la palapa que se utilizó para la Fiesta de las Culturas Amigas, con el sentido de un espacio tipo ágora, de debate, integración. Ellos la denominan el círculo de saberes con la misma finalidad. Entonces esto refleja cómo podemos utilizar los espacios para diferentes intereses, pero que a final de cuentas coinciden. Es un espacio de debate y enriquecimiento cultural”.

La Fiesta de las Culturas Indígenas y Pueblos y Barrios Originarios de la Ciudad de México se inició el 16 de agosto y mañana tendrá una pausa por el Maratón de la Ciudad de México que se correrá el domingo 25; la feria se reanudará el miércoles 28 y culminará el domingo primero de septiembre.