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Autosuficiencia alimentaria: José Narro Céspedes Senador por Morena y dirigente de la CNPA
En campaña Andrés Manuel López Obrador prometió lograr la autosuficiencia alimentaria del país. Tan simple y tan complejo: dejar de importar alimentos y consumir solo los que se produzcan aquí. La búsqueda de la autosuficiencia en cuanto a alimentación es una de las búsquedas prioritarias del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, en especial porque la situación económica de gran parte de la población no les permite a millones de personas acceder a alimentos de importación cuyo precio les resulta prohibitivo. Para un amplio sector de nuestra sociedad el apoyo a las pequeñas y medianas unidades de producción agrícola, un cambio del modelo productivo en la agricultura y una política de Estado que apunte a la soberanía alimentaria y recupere la meta de la autosuficiencia en este terreno representa prácticamente la única vía para superar su estancamiento y su escasez de perspectivas a futuro. Comparto unos cuantos datos que muestran la complejidad de la tarea que la 4T se ha echado a los hombros: según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), México está entre los principales productores mundiales de sorgo y limón, cuarto de coliflor y brócoli, y quinto de frijol, naranja, papaya y fresa, aunque los productos que pesan en el platillo de dicha balanza no son los de consumo diario entre las familias mexicanas. Entre 1985 y 2011 se dejaron de sembrar 2.5 millones de hectáreas, lo que ha provocado que la importación de comestibles sea cada vez mayor. De 2007 a 2012, las importaciones de alimentos fueron de 65.5% superiores al sexenio de 2000 a 2006. La dependencia de México de las importaciones para satisfacer la demanda de los principales granos, oleaginosas y forrajes ha crecido en los recientes 20 años. Para 2014, 79% de arroz, 50% de trigo y 22% del maíz consumido en México provinieron del exterior. México compra el 43% de los alimentos que consume y es el segundo país importador de comestibles per cápita después de Japón. Tenemos que construir los mecanismos para apoyar a los productores del campo, para que produzcan en su totalidad lo que la población consume, para que México deje de comprar en el extranjero lo que consume. Hoy, tenemos que erradicar la corrupción creada por los sistemas del PRI y el PAN, que encontraron en los programas de apoyo al campo la forma de crear clientelas electorales, y tenemos que garantizar que los subsidios al agro mexicano sean entregados directamente a los productores, ejidatarios, comuneros, colonos y pequeños propietarios, lo cual impulsará el renacimiento del campo. Sugerimos fortalecer y profundizar la atención al pequeño productor. Transformar la banca de desarrollo rural, integrando los servicios, y actualizar los sistemas de administración de riesgo. El apoyo al campo y la búsqueda constante para la autosuficiencia alimentaria también reducirá la migración, pues habrá suficiente trabajo. Y cómo dijo desde la campaña nuestro presidente electo: “Que el mexicano pueda trabajar, pueda ser feliz donde nació, donde están sus familiares, donde están sus costumbres”. Si bien ningún país puede ser autosuficiente al 100%, sí es posible aumentar la producción, sobre todo en el sur de México. La autosuficiencia, implica aumentar la participación local en el abastecimiento nacional implicar un cierre al comercio exterior. Es cierto, en medio del inicio del sexenio de la cuarta transformación, las movilizaciones campesinas han comenzado jornadas de lucha tomando de nuevo las calles para exigir el establecimiento de un vínculo de comunicación con el titular del Poder Ejecutivo Federal en un marco de respeto y plantear al presidente nuestros puntos de vista con respecto al ejercicio del presupuesto para el campo y alternativas para, ahora sí, sacar a la población campesina de la pobreza. Una de las grandes premisas de la lucha contra los gobiernos de los sexenios pasados fue que el presupuesto designado a programas sociales de tipo asistencial creció de forma importante con miras a crear una clientela electoral. Durante años luchamos para que los programas se transformaran en el impulso a la producción y no en un subsidio al consumo de los menos favorecidos. Y es que es un hecho, el asistencialismo contribuye solo a evitar que la gente deje de comer. No se generan condiciones para que puedan producir su propia riqueza. Haciendo un balance sobre el ejercicio de recursos destinados al campo, notamos que la mayor parte está destinado al gasto social en vez de ir dirigido al gasto productivo. El gasto social ayuda a mitigar los efectos negativos de la pobreza ya que se ocupa para satisfacer algunas necesidades básicas del hogar en el corto plazo, como alimentación o artículos de limpieza. En ese sentido, este gasto crea la ilusión de una solución momentánea de la pobreza porque da una salida de manera inmediata y exclusivamente en el corto plazo de las carencias que se tienen en el hogar, pero estos recursos no funcionan para invertir ni siquiera en el mediano plazo y eventualmente ser parte del desarrollo económico del país. Y hoy, desgraciadamente el gobierno actual está cometiendo el mismo error.•
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