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Nosotros ya no somos los mismos

El PRI y el octavo mandamiento

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▲ Priístas hacen fila para emitir su voto en la mesa receptora de sufragios 69, ubicada en la calle de Brasil, colonia Centro, en la Ciudad de México, durante el proceso de renovación de la directiva nacional del tricolor.Foto Roberto García Ortiz
E

s domingo 11 y faltan dos horas para que se inicie el concierto que Tv UNAM trasmite, hebdomadariamente, desde el recinto de la maravillosa Sala Nezahualcóyotl, a partir de las 12 hrs. Me preocupa, aunque no conozco el programa de hoy, que el monumental auditorio pueda quedar semivacío, mientras que los parques, locales sindicales, plazoletas, comités seccionales, oficinas de organizaciones afines y adherentes de toda la CDMX se encuentren sitiados desde las primeras horas del día, por los miles de incontrolables militantes priístas que se han lanzado a las calles a emitir su voto por alguno de los tres candidatos, oficialmente registrados para participar en la elección que defina la nueva dirección nacional partidaria. Y en esta ocasión no se puede desconocer a las otras multitudes (iracundas, por cierto), que exigen conocer las razones por las cuales sus candidatos no fueron incluidos en las boletas electorales. Tengo entendido que se trata del señor Ulises Ruiz y de un líder juvenil de nombre Ramón Martell quien ha tiempo compitió contra el general Corona del Rosal, por la dirección juvenil. Me informan que en el caso del señor Ruiz, se ha dado el hecho inusitado de que ni el presidente López Obrador ni el subcomandante Marcos (luego Galeano y mañana Who knows?), han logrado realizar al alimón, un multitudinario mitin unitario en el que los profes de la CNTE, del SNTE y de la Otra Campaña, se unieran por vez primera, sin otro motivo de enfrentamiento que demostrar qué grupo era más fuerte que el otro (me equivoqué en la palabra: quise decir vitorearan pero, ¡échale! que inventé otro utilísimo vocablo: votorear). El primero es simple entusiasmo instantáneo, sobre pedido y siempre costoso. Una expresión de júbilo y apoyo que se realiza sin saber a quién ni por qué pero, para eso le contrataron a uno. El segundo es de a devis, es la neta, es el que cuenta. “Una selfie, tomada a escondidillas atrás de la mampara con el tache perfectamente visible en el escudito, tal como quedamos. Aquí tienes la otra mitad de lo acordado y regresa el celular.” Esta instantánea, vale más que un acta notarial apostillada.

Los grandes problemas nacionales, era el tema al que debían ceñir su intervención. Los candidatos priístas (¿Alguno de los tres expositores habrá oído hablar de un individuo con nombre de calle, al que se le conoció con el apelativo de Andrés Molina Henríquez?) ¿Cómo le hizo la terna para mantenerse lo más alejado posible de este vital pero comprometedor asunto?

¿Cuál sería la postura del PRI que presidirían, cada uno, por su lado, obviamente (¿o de veras usted cree en la unidad partidaria?), frente al agobiador y creciente problema migratorio? Y en torno al hecho evidentísimo de que, con el salario cotidiano de los trabajadores, es decir: privaciones múltiples/salud endeble/alimentación precaria/vestuario mínimo/albergue ruinoso/ educación, esforzada al máximo, se expriman sangre, sudor y lágrimas. (W.Ch., dixit), para formar capitales exorbitantes que se deberían destinar a evitar el ruinoso futuro de los creadores de una riqueza nunca compartida. O que, ¿esa ridícula, antirracional y contranatura teoría de la plus valía, puede tener vigencia después del iPhone xr? ¿La nación, es, debe de ser, la propietaria originaria del territorio y los bienes que albergue y del espacio exterior, tal como se les ocurrió a los rucos e, ilustrados constituyentes del 1917? Y, ¿la educación? ¿De calidad, para incrementar potencialmente las utilidades de los poseedores? O, ¿una educación que acreciente saberes, habilidades de realización personal y beneficio colectivo pero, sobre todo, cultive en todo ser humano sentimientos de respeto, fraternidad y solidaridad? Si se opta por esta última propuesta, ¿Qué dirán los Claudios X, Y y Z?

Pero, dejamos al final la peor expectativa: si, como es de esperarse, los dos candidatos: Ivonne y Alejandro son serios, del todo honorables, no se atreverían a violar el octavo mandamiento ( y, quién lo dijera, también delito), que prohíbe mentir y afectar la buena fama de un semejante. Luego entonces las terribles denuncias que hicieron cada uno sobre el otro, nos llevarían a las siguientes conclusiones... Pero el espacio no me da más, sin embargo, piensen: si uno de los dos mintió, se atiene a las consecuencias. Si los dos lo hicieron, pues doblete. ¿Y si los dos dijeron la verdad? ¡Pobre partido!

¡Piñón, Piñón!

Twitter: @ortiztejeda