alvo que estemos en presencia de una estrategia hábilmente diseñada por el PSOE, donde la derrota era lo previsto, la realidad muestra interrogantes. Seguramente el control del tiempo decisional es la clave para analizar lo sucedido. En este sentido, Pedro Sánchez y el PSOE son conscientes de sus debilidades y fortalezas. Entre las primeras y la más importante, sus 123 diputados constituyen un hándicap para formar gobierno. Está en manos de terceros, sea un gobierno monocolor, de coalición o en cooperación. En este sentido, sus alianzas están acotadas a Unidas-Podemos, partidos nacionalistas, independentistas o regionales. La descalificación de Ciudadanos, Partido Popular y Vox, impide cualquier acercamiento, salvo sorpresa de última hora, poco probable en este contexto, donde el diálogo y la negociación sufren un cortocircuito. Los acuerdos del tripartito de la derecha en comunidades autónomas y alcaldías, son un el ejemplo. Vox, PP y Cs gobiernan, entre otras, las comunidades de Andalucía, Murcia, Castilla León y Madrid, y han recuperado el emblemático ayuntamiento de la capital. Asimismo, las presiones de los poderes fácticos hacia Pedro Sánchez y el PSOE, a pesar de ver con buenos ojos un gobierno del PSOE, incluso de coalición con Unidas Podemos, son reales.
En esta lógica, Sánchez podría querer ganar autonomía y convocar elecciones. Pero esta alternativa está condicionada al resultado de las encuestas del CIS de agosto y septiembre. Si los sondeos le son favorables no dudaría en romper la baraja si ello, además, conlleva un descalabro de Unidas Podemos. En cualquier caso, el PSOE es el único partido con capacidad para formar gobierno cara a la sesión de investidura del 23 de septiembre. No hay otra salida. PSOE gobierna en minoría o nos abocamos a unas elecciones generales. Aquí, sus debilidades se trasforman en fortalezas. No olvidemos que el PSOE tiene mayoría absoluta en el Senado. Maneja los tiempos políticos y su decisión condiciona todo el escenario, tanto las posiciones de sus posibles aliados como enemigos.
La postura de Unidas Podemos de rechazar una vicepresidencia y tres ministerios, sabiendo que aún le queda una bala en la recámara, es peligrosa. El tiro le puede salir por la culata. Nunca, la llamada izquierda, desde la Segunda República, es decir casi un siglo, ha tenido la posibilidad de formar parte del gobierno de la nación. Es una oportunidad única, más allá de qué ministerios, competencias o fondos se manejen. Desecharlo sería un suicidio político. En esta lógica, es la acción política la fuente de legitimidad que revaloriza las instituciones y no al revés. Una alcaldía es un cargo menor, pero baste recordar el gobierno de Enrique Tierno Galván en Madrid para reconocer el error de interpretación. Tierno Galván trasformó la acción municipal, consiguiendo una aprobación mayoritaria de los madrileños a su gestión, a pesar que su candidatura levantada por el PSOE tenía como objetivo confinarlo al ostracismo político. Aceptó el reto y ganó.
Unidas Podemos, en septiembre, deberá pensar sosegadamente si rechazar una oferta, que seguramente será la misma, con algún añadido. Si decide cerrase en banda, el hastío de sus votantes los penalizaría. Por ahora, han salido indemnes de la sesión de investidura. Su relato, culpabilizando al PSOE del fracaso en las negociaciones, le da rédito a corto plazo. Sus afirmaciones lo demuestran: El PSOE no tuvo verdadera voluntad de negociación
; Sánchez se encuentra atado de pies y manos por los poderes fácticos del IBEX 35
; Existe un veto a un gobierno de coalición con Unidas Podemos si ello conlleva ceder competencias en políticas laborales, hacienda o medio ambiente
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En una encuesta urgente, de Metroscopia, 31 por ciento de los encuestados culpan al PSOE de la falta de acuerdos para formar gobierno y sólo 17 a Unidas Podemos. Sin embargo, los participantes son más críticos con Ciudadanos: 20 por ciento, le achaca la responsabilidad a Albert Rivera. Mientras, el Partido Popular, es el mejor parado: sólo 6 por ciento considera que sus diputados han bloqueado la investidura. Si estas conductas de se mantienen, en unas hipotéticas elecciones, el PP vería incrementadas sus opciones de salir del marasmo, tomando distancias con Ciudadanos. Nuevamente los partidos hegemónicos, PSOE y PP dominarían el escenario. Sería una posible opción.
Para que la investidura del 23 de septiembre fructifique, Unidas Podemos y PSOE debe cambiar de registro. Menos bravuconadas, descalificaciones y malos modos. Lo ocurrido en esta ocasión ha sido una seudonegociación que ha puesto las cartas boca arriba y clarificado los escenarios de futuro. Sánchez, consciente de sus debilidades, prefiero una derrota pírrica para garantizarse en septiembre un triunfo completo. Es momento del sosiego, y sobre todo de una negociación donde los actores tengan el tiempo que legitime acuerdos no se caigan en la improvisación. La derecha está expectante.