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La Iglesia católica se distancia de la 4T
L

a distribución de la Cartilla moral, de Alfonso Reyes, por las iglesias pentecostales agrupadas a Cofraternice abrió una densa configuración de posiciones. Abundan los reproches y la seria preocupación por asistir a retrocesos sobre la laicidad mexicana. Sin embargo, la postura de la Iglesia católica llama la atención por su actitud crítica y desafiante al gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador. Los obispos mexicanos han pintado su raya. Tajantes, rechazaron distribuir la Cartilla moral. Tenemos otras prioridades, indicó categórico el secretario de la CEM, Alfonso Miranda. El vicepresidente de la CEM, Carlos Garfias Merlos, dijo respetar a los evangélicos por ello; sin embargo, aseguró que así se vulnera el Estado laico. Inverosímil, que la Iglesia católica pide respetar la laicidad al gobierno cuando lleva décadas con incursiones en nombre de la libertad religiosa, pretendiendo imponer su agenda en el espacio público. El cardenal arzobispo primado de México reconoció la intención del actual gobierno de reconstruir el tejido dado de la sociedad con valores, pero recordó que la tarea primordial de todo gobernante es el establecimiento auténtico y estable de un estado de derecho [sic]. En el editorial de Desde la Fe el posicionamiento fue más elocuente: Al promover los valores desde una instancia de gobierno se corre el peligro de la banalización y puede tomar el derrotero de la demagogia. El rechazo no sólo a la distribución, sino al contenido anticuado de la Cartilla de Reyes, motivó un airado tuit de la esposa del Presidente, Beatriz Gutiérrez Müller, quien con sarcasmo dijo: “Tienen ustedes razón: un textito de un regiomontano católico (por cierto, muy católico) no cambiará la podredumbre espiritual. Sin embargo, en la lógica de su editorial en Desde la Fe, entonces tampoco el Evangelio de Lucas debería reditarse ni leerse porque tiene una antigüedad levemente mayor que el libro de Reyes”. El enredo va mucho más allá de la Cartilla. La jerarquía católica se prepara a jugar un rol severo ante la 4T. Carlos Garfias, arzobispo de Morelia, cuestionó utilizar la religión para un proyecto político: aunque sea bueno el propósito, de ninguna manera es moralmente aceptable. Exigió al gobierno trato equitativo para todas las organizaciones religiosas del país, pues debe trabajar en conjunto invitados a ser aliados y a hacer corresponsables para colaborar por la elevación moral de las familias. Hay prelados más agresivos, como el obispo de Tamaulipas, Antonio González Sánchez. Opinó que Andrés Manuel López Obrador no tiene un proyecto de nación, y dijo temer que México se convierta en una Venezuela, porque está quitando muchas cosas a su antojo nada más, a ver en qué acabamos.

Nos preguntamos las razones del distanciamiento. ¿La Iglesia católica se siente desplazada por Farela y su Cofraternice? ¿Percibe una fuerte inclinación del Presidente por los pentecostales? ¿Celos y resentimientos? Para nada. La relación entre AMLO y la Iglesia católica históricamente ha sido ríspida, pero los motivos son el desencuentro de agendas. Antes hay que refrescar que el primer encontronazo de la 4T con la Iglesia fue aquella demanda de AMLO al papa Francisco para que pidiera perdón a los pueblos originarios de México por los abusos cometidos durante la Conquista hace 500 años. Dicha filtración fue incómoda y tanto la oficina de prensa vaticana como el cuerpo diplomático mostraron incomodidad y desaprobación a la solicitud. Recordemos que la jerarquía católica ha visto con recelo las candidaturas de AMLO: lo percibió como amenaza acechante. En diferentes circunstancias jugó como factor antagonista. Wikileaks balconeó al cardenal Juan Sandoval Íñiguez, quien pidió a EU frenar a López Obrador. Onésimo Cepeda calificó de estupidez las declaraciones de AMLO criticando al IFE. En pleno proceso del litigio poselectoral de 2006, el pragmatismo político del alto clero culminó, tan sólo con los datos del incierto PREP, cuando el entonces arzobispo primado, Norberto Rivera, organizó una cargada religiosa en pro de Felipe Calderón acarreando al consejo interreligioso.

La relación entre AMLO y la jerarquía católica sin duda ha sido escabrosa, pero nada que el pragmatismo político de los actores no pueda resolver. El punto de quiebre actual entre la Iglesia y el gobierno es la política migratoria. Los obispos desaprueban las concesiones calificadas de excesivas del gobierno ante la arrogancia de Donald Trump. Y más cuando el negociador ha sido Marcelo Ebrard, con quien la Iglesia tiene cuentas pendientes desde que éste era jefe de Gobierno en la Ciudad de México. No debemos pasar por alto que el papa Francisco ha abogado por los migrantes de manera decisiva desde el inicio de su pontificado. Su postura inflexible en favor de los derechos humanos de los migrantes le ha traído fuertes críticas de Francia, Alemania, España y de la propia Italia. Sin duda, las confrontaciones más agudas de Francisco han sido con la política migratoria de Trump, en particular su rechazo tajante a la construcción del muro fronterizo. Todavía en enero, en el marco de la jornada de la juventud en Panamá, el Papa arremetió contra el muro y Trump. La Iglesia mexicana ha tejido una vasta red de casas y albergues para proteger a los migrantes en su paso hacia Estados Unidos. Ha desarrollado nexos de colaboración y apoyo financiero con la Iglesia estadunidense.

El Papa y la Iglesia se sienten traicionados por el gobierno. La hebra que nos permite entender la discrepancia y probable oposición católica a la 4T es el giro que tomado México en su política migratoria.