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Despertar en la IV república

La generación que nació con el PRI

L

a generación anterior a la mía pertenece a los que nacieron en 1929 o en sus alrededores (digamos, entre 1925 y 1932). Es la generación de don Carlos Payán. 1929 estuvo cargado de acontecimientos: autonomía de la UNAM, fundación de la escuela de economía, últimas batallas de la Cristiada y el acuerdo de paz, el fraude electoral contra José Vasconcelos y la fundación del PRI (PNR-PRM). El año fue límite entre la etapa sangrienta de la Revolución, que incluyó varios magnicidios, y los pactos políticos que garantizaron la estabilidad y la paz.

Nos vamos a referir sólo a la élite política de la generación y a quienes llegarían al poder 45 o 60 años después de su nacimiento. La generación que nació con el PRI tiene todavía muchos ejemplares que están en la línea de los 90 años. Algunos han sobrevivido. Después de lucirse en el servicio público andan por ahí vivitos y coleando, por ejemplo: Augusto Gómez Villanueva, Rodolfo Moctezuma, David Ibarra y Jorge de la Vega. Luis Echeverría, jefe de ellos, está por cumplir 100 años.

Esta generación vivió su infancia en el cardenismo, sus años verdes en el alemanismo y su madurez en el apogeo y principio de la decadencia del sistema (Adolfo Ruiz Cortines, Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz). Vio cómo la Revolución se cristalizó y se volvió retórica. A pesar de haber sido educados por los murales de Diego Rivera y el anecdotario de la Revolución, es una generación básicamente conservadora, nacionalista y estatista. Llegaron al poder con Luis Echeverría (1970-1976): Emilio Rabasa, Mario Moya, Mario Ramón Beteta, Hugo Cervantes del Río y Pedro Ojeda. Y con José López Portillo (1976-1982): David Ibarra, Jesús Silva-Herzog, Fernando Solana, Emilio Mújica, Guillermo Rossell y Carlos Hank. Algunos, muy pocos, se colarían hasta el régimen de Miguel de la Madrid.

Si aceptan ustedes que esta generación tuvo como misión la consolidación del poder estatal priísta, uno podría decir que lo hicieron muy bien. Pero esta interesante generación no tuvo algún dirigente visionario capaz de imaginar e intentar el siguiente paso: la modernización del régimen. (Colaboró Meredith González A.)