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El tsunami migratorio
Armando Bartra
Apenas da sus primeros pasos, pero la 4T ya enfrenta los grandes retos de la política exterior. Y el hombre para el que no existía el mundo y ni siquiera tenía pasaporte, llama fuertemente la atención por su firme, hábil y eficaz manejo de los asuntos políticos externos. En el período de transición, López Obrador evitó que Peña Nieto concluyera a su modo la negociación del T-MEC, obligándolo a aceptar la participación de un representante suyo, Jesús Seade, por cuya intervención se logró ratificar enfáticamente la soberanía de México en lo tocante al petróleo y que la vigencia del tratado fuera de 16 años y no de cinco como pretendía Trump. En el caso de la fracasada ofensiva de los EU y de la OEA contra el gobierno legítimo de Venezuela y a favor del golpe de Guaidó, México sostuvo contra viento y marea la política de no intervención sustentada en la llamada doctrina Estrada y con Uruguay impulsó un mecanismo de negociación. En el peliagudo caso de los migrantes y la amenaza de Trump de gravar progresivamente las importaciones mexicanas si no nos plegábamos a su política, México mantuvo sin variación su planteo de fondo: contrarrestar las causas mediante un programa de desarrollo para el sureste y Centroamérica. Proyecto que en nuestro país ya arrancó con Sembrando Vida Migrante, Emergencia Social, Viveros Forestales y Sistema Producto-Empresas. De cobertura mesoamericana, el diseño del programa fue acompañado por la Cepal; se está concertando con los gobiernos de Guatemala, Honduras y El Salvador; lo ven con simpatía la FAO y otras agencias de la ONU; cuenta con el apoyo de los mayores países europeos que ya aportaron recursos; fue recogido por el G-20 en la reciente reunión de Tokio y, a regañadientes, fue aceptado por EU. En cuanto al creciente éxodo, México no modificó un ápice su política migratoria constitucional y su adhesión a los acuerdos internacionales al respecto. Postura consistente en abrir sus fronteras a quienes solicitan asilo en el país, y ordenar mediante visas humanitarias y acompañamiento, a los que van en tránsito. Lo único adicional que ofreció -y ha venido cumpliendo- fue reforzar aceleradamente los controles en las franjas fronterizas, que antes eran insuficientes, laxos y, en lo tocante al INM, notoriamente viciados y corruptos. Porosidad y desorden que con las visas humanitarias y otras señales de paso libre, tuvieron un “efecto llamada” que incrementó dramáticamente el flujo humano, alentando a los promotores de caravanas, facilitando la acción criminal de los traficantes de personas y poniendo en riesgo la vida de los migrantes. Estrategia compleja y difícil de implementar que ciertamente no termina con el sufrimiento de los peregrinos, atrapados entre una Centroamérica inhabitable y un “sueño americano” que Trump se empeña en transformar en pesadilla, pero que cuando menos lo atenúa. De hecho en el diferendo con México, el showman de la Casa Blanca reculó. Así lo reconoció Paul Krugman, Premio Nobel de Economía: “El presidente Trump cedió mientras fingía que ganaba”. Atrapado entre su temeraria amenaza de imponer un 5% de arancel a las importaciones mexicanas y la oposición que generó entre los empresarios estadounidenses, los expertos y su propio partido, el bocón de Trump tuvo que tragarse sus palabras y aceptar que México siga haciendo lo que ya venía haciendo: en la frontera sur ordenar el ingreso de migrantes mediante visas humanitarias al tiempo que frena el indocumentado, y en la frontera norte recibir por razones humanitarias a quienes esperan que se resuelva su solicitud de asilo en EU sin aceptar las implicaciones que tendría ser tercer país seguro. Por su parte, aunque no ha definido plazos y montos, Trump tuvo que asumir la propuesta de México de atacar las causas de la migración mediante un programa de desarrollo. A los que con tal de seguir atacando a López Obrador dicen que nos plegamos a las exigencias gringas, no les importa hacerse eco del hueco triunfalismo de Trump. Paul Krugman, en cambio, traduce así el discurso oculto tras los tuits del magnate: “Recibí tan poco a cambio de todas mis amenazas que tengo que inventar victorias imaginarias (no hubo trato en productos agrícolas)”. Los exabruptos malinchistas de quienes proclaman que cedimos ignominiosamente, no han sido sin embargo desmentidos pues, paradójicamente, abonan la causa de México. Y es que lo que Trump realmente buscaba no era gravar las importaciones ni siquiera reducir efectivamente la migración que llega al Río Bravo, sino poder proclamar ante sus electores que él era el vencedor; que con sus desplantes de cantinero bravucón nos había metido miedo. Un precio muy bajo, que pagamos sin desdoro. Adelante don Trump; si necesita alardear frente a sus electores, alardee tranquilo y siga con su campañita por el voto… Entendiendo que el interés de Trump era meramente comicial, México diseñó una jugada diplomática de filigrana: quebramos el cuerpo y el toro se fue tras de la capa. Es posible que el éxodo inducido ceda -de hecho ya cedió significativamente- pero seguirá el estructural. De modo que seguiremos teniendo que lidiar con un problema cuyos detonantes no están aquí sino en Centroamérica y en EU. Culpabilizar del sufrimiento de los migrantes al gobierno de López Obrador que decidió abordarlo como una cuestión humanitaria, es injusto o interesado. A todos sin excepción nos incumbe y estruja la muerte de Oscar y Valeria. Pero a la familia salvadoreña que cruzó México con visas humanitarias y llegó a un albergue de Matamoros para encontrarse con la frontera estadounidense cerrada, la mató la política migratoria de Trump, no la nuestra.•
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