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Entrevista a Víctor Suárez Carrera Producción para el Bienestar, programa estratégico para la autosuficiencia alimentaria
Cecilia Navarro
En la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader), Víctor Suárez Carrera conduce la Subsecretaría de Alimentación y Competitividad –en proceso de transformarse en la Subsecretaría de Autosuficiencia Alimentaria, denominación que, dice él, marca la ruta de trabajo y los retos y ambiciones de esta instancia. Esta Subsecretaría tiene a su cargo el programa Producción para el Bienestar, uno de los ejes prioritarios de la Cuarta Transformación. Con la apuesta de construir la autosuficiencia alimentaria nacional y, prioritariamente, las condiciones para que los propios productores mejoren la oferta alimentaria para ellos y sus familias, el programa entrega apoyos directos, sin intermediarios, a los productores de granos del país –granos básicos para la alimentación del pueblo mexicano, como maíz, frijol, trigo harinero y arroz, entre otros– y lo hace en fechas previas a las siembras, situación nunca vista en Procampo/Proagro Productivo, programas antecedentes de Producción para el Bienestar. Víctor Suárez detalla en entrevista los pormenores de este programa, sus alcances, sus metas y avances. ¿Cuál es el origen de Producción para el Bienestar? Este programa surge ante la urgencia que tiene México de avanzar en la autosuficiencia alimentaria, pues es apabullante la dependencia de importaciones que hoy tenemos tanto en alimentos como en insumos y maquinaria agrícola; esa dependencia creció muy rápidamente con la apertura unilateral e indiscriminada que permitieron los gobiernos neoliberales desde la década de los 90. Durante 2013-18 México importó 120 millones de toneladas de los cinco cultivos considerados estratégicos en la Ley de Desarrollo Rural Sustentable (maíz, frijol, trigo, arroz y sorgo). Eso representa más o menos la mitad de nuestro consumo interno. En 2018 las importaciones de alimentos y de insumos y medios de producción (como semillas, fertilizantes y maquinaria) sumaron alrededor de 380 mil millones de pesos, esto es tres veces el presupuesto de las Secretarías de Bienestar y de Agricultura. Las importaciones descontroladas han vulnerado la soberanía de nuestro país, a la par del daño que infringe la dependencia energética, y han despojado a nuestros productores de competitividad y de espacios en el mercado, pues deben enfrentarse a una oferta que viene con dumping y altamente subsidiada por la Tesorería de Estados Unidos, nuestro principal proveedor de alimentos del extranjero. La situación es particularmente difícil para los productores de pequeña escala, muchos de los cuales nunca, hasta ahora, habían recibido un solo apoyo gubernamental de fomento productivo. Este dato es clave si se considera que los productores de pequeña escala (con predios de hasta 5 hectáreas de temporal y hasta 0.2 hectáreas de riego) y los de mediana escala (con predios de hasta 20 hectáreas de temporal y cinco de riego) son los que tienen mayor potencial de elevar su productividad, sus rendimientos por hectárea, pues no han tenido en el pasado elementos técnicos suficientes para mejorar sus prácticas agronómicas. Hay allí un potencial latente muy poderoso. ¿En qué consiste Producción para el Bienestar? El programa fue anunciado por el presidente Andrés Manuel López Obrador el 8 de febrero en Huetamo, Michoacán. En ese entonces el programa contaba con tres vertientes; en mayo se sumaron otras dos: apoyos directos a caficultores y a productores de caña de azúcar. La primera implica al padrón de beneficiarios de Proagro Productivo 2018, que son productores de granos, particularmente maíz, frijol, trigo harinero y arroz. Y se hizo un ajuste sustancial. Proagro dio apoyos orientados a predios de hasta 80 hectáreas; Producción para el Bienestar acotó el apoyo a productores pequeños y medianos, con cuotas diferenciadas: mil 600 pesos por hectárea para los pequeños y mil pesos por hectárea para los de mediana escala. Nuestro padrón aquí es de un millón 259 mil 879 productores, con un total de predios de un millón 884 mil 486 y una superficie total de 4 millones 764 mil 109 hectáreas. Prácticamente todos estos productores han recibido ya su apoyo de Producción para el Bienestar. Una situación novedosa es que el apoyo se entrega antes de las siembras, lo cual permite a los productores invertir en sus predios de forma oportuna. Desde que en 1994 nació Procampo y hasta 2018 hubo un reclamo constante de los productores por recibir sus apoyos a tiempo para comprar insumos y servicios relacionados con la siembra. Ahora eso es una realidad. Así, se hace un contraste muy importante. Procampo/Proagro fue un programa asistencialista y Producción para el Bienestar es un programa de fomento productivo, impulso productivo y centrado en los pequeños y medianos productores. La segunda vertiente implica a quienes fueron beneficiarios de PIMAF en 2018 (productores de maíz y frijol con hasta tres hectáreas). Lo que hicimos fue corroborar que las personas que estaban en el padrón de PIMAF efectivamente existieran y fueran productores. El resultado fue que solo un tercio del padrón cumplió con los requisitos. En muchos casos el dinero de PIMAF se quedó en manos de intermediarios; en otros casos había apoyo duplicado a un mismo predio de Proagro y PIMAF, en fin, una serie de inconsistencias. Estamos integrando a Producción para el Bienestar a unos 200 mil productores que estuvieron en el padrón de PIMAF 2018 y que cumplen requisitos; ellos están recibiendo su apoyo desde mayo pasado. PIMAF desapareció. La tercera vertiente consiste en la incorporación de 250 mil productores de comunidades indígenas de alta y muy alta marginación. Son productores de maíz, frijol y milpa de muy pequeña escala, del sur-sureste fundamentalmente, a quienes se les dan apoyos de 1600 pesos por hectárea por un máximo de tres hectáreas. En esta vertiente cada productor tiene derecho de elegir a una o un joven como aprendiz, quien es inscrito automáticamente en el programa Jóvenes Construyendo el Futuro de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS), para recibir su beca mensual de 3600 pesos a lo largo de un año. Estos jóvenes representan una base muy valiosa pues la capacitación que reciban –aunada a asistencia técnica que el programa les brindará posteriormente y se orientará a encaminar la producción a prácticas sustentables, amigables con el medio ambiente– representará una oleada de extensionistas de nueva generación comprometidos con sus comunidades. La cuarta vertiente es un apoyo de 7300 pesos para cada uno de los 170 mil productores de caña de azúcar del país, presentes en el padrón del Comité Nacional para el Desarrollo Sustentable de la Caña de Azúcar (Conadesuca). Esta vertiente se decidió como una estrategia emergente para apoyar a los cañeros ante la tendencia negativa de los precios internacionales/nacionales, que en el año previo registraron una pérdida de 30%. El recurso debe servir para que los cañeros mantengan su esfuerzo productivo y financien parte de procesos de inversión tales como la renovación de cepas o para adquirir insumos, tales como productos de control fitosanitarios o fertilizantes. El apoyo a 250 mil caficultores es la quinta y última vertiente de Producción para el Bienestar este año. En este caso se decidió un apoyo de 5 mil pesos por productor, con preferencia para los que tienen una hectárea o menos, a efecto de que los caficultores mantengan el esfuerzo productivo de su predio en un escenario de precios internacionales/nacionales declinante, y ante una situación de presencia de la roya en muchos predios. El apoyo es para productores que se registraron este 2019 en un subcomponente llamado Subicafé, cuyas reglas se hicieron públicas en febrero de este año. Al asumir Producción para el Bienestar este padrón, Subicafé se dio por cancelado. Estos apoyos son directos, libres de intermediarios; se entregan con órdenes de pago o depósitos bancarios. Próximamente la entrega será lineal, de la Tesorería de la Federación al productor, aprovechando el proceso de bancarización que la Secretaría de Bienestar ha emprendido para dotar de servicios financieros a las comunidades rurales. En este gobierno hemos intentado eliminar procesos de intermediación pero el avance ha sido complicado; estamos trabajando con padrones (los de café, caña de azúcar, ex Pimaf) que deben ser adecuados a los registros que requiere Producción para el Bienestar. Y la incorporación de productores indígenas y de los jóvenes aprendices ha sido lenta debido a las dificultades de acceso a muchas comunidades. El presidente López Obrador tiene una frase: “¡Primero los pobres!” ¿Contribuye Producción para el Bienestar con esa consigna? Por supuesto. Tenemos un mapa de la República donde se observa que la mayor densidad de productores atendidos por Producción para el Bienestar se ubica en el sur-sureste, la región donde se concentra la pobreza del país y donde los índices de este flagelo se han mantenido prácticamente inamovibles durante un siglo. Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Veracruz y Puebla registran una presencia de más de 150 mil beneficiarios en cada entidad. Y si sumamos a esos estados Campeche, Quintana Roo, Tabasco y Yucatán, en conjunto concentran el 65 por ciento de los beneficiarios del programa y el 56 por ciento del total del recurso a ejecutar. Un lema de Producción para el Bienestar dirigido a los productores es que “queremos que coman y vivan bien”. Así lo ha dicho el presidente López Obrador y así lo refrendamos. ¿El esfuerzo de este programa lo ha hecho todo la Subsecretaría a su cargo? No, ha sido un esfuerzo conjunto de la Sader, la Coordinación de Programas Integrales de Desarrollo de la Sader, la Secretaría de Bienestar y sus servidores de la Nación y el Instituto Nacional de Pueblos Indígenas (INPI). El INPI ha coordinado las asambleas comunitarias donde se define quiénes son los productores que serán incorporados a Producción para el Bienestar; los servidores de la Nación han sido los responsables de integrar a los beneficiarios del programa en el Censo de Bienestar, donde deben estar enlistados todos los beneficiarios de programas de Bienestar. No ha sido una tarea fácil, hay muchos problemas de logística, de tecnología, incluso de comunicación, pero es un gran mérito que este gobierno esté realizando tareas de largo aliento con una coordinación interinstitucional intensa. ¿Los apoyos de Producción para el Bienestar son suficientes para avanzar en la autosuficiencia alimentaria? Para ese propósito, hay tres elementos claves que complementan a Producción para el Bienestar: Uno es que el programa está vinculado con otros programas estratégicos de Sader como los de precios de garantía, crédito ganadero a la palabra y fertilizantes. Hoy pequeños productores de maíz y frijol de zonas indígenas y pobres podrán colocar sus excedentes de cosechas en las bodegas de Seguridad Alimentaria Mexicana (Segalmex) con precios de garantía. El Primer Centro de Acopio de Maíz en Comunidad Indígena se inauguró el 21 de mayo en San Juan Jaltepec de Candayoc, municipio del bajo mixe de San Juan Cotzocón, Oaxaca. Por primera vez en la historia se considera a los productores indígenas como sujetos de la política pública y se les dota de instrumentos materiales para que esto se concrete. El segundo factor es un Acuerdo Nacional para la Autosuficiencia Alimentaria, firmado con los principales actores productivos del sector agroalimentario el 8 de febrero en Huetamo, Michoacán. En se acuerdo se comprometen productores de maíz, frijol, trigo harinero, arroz, leche, cárnicos y pescados, con instancias de industriales como el Consejo Nacional Agropecuario, a establecer alianzas por rubro de cadena de valor y por región para avanzar en la autosuficiencia alimentaria. Así como tenemos ese acuerdo, estamos ahora mismo impulsando otros acuerdos a escala estatal. Lo estamos haciendo en Chiapas, Oaxaca, Veracruz y Guerrero. Y el tercer elemento es una tarea que estamos emprendiendo ahora mismo y que consiste en brindar asistencia técnica a los beneficiarios de Producción para el Bienestar y otros más en materia de prácticas agrícolas sustentables. Es prioritario para esta Subsecretaría que la producción del campo se encamine cada vez más a fórmulas que preserven nuestros ecosistemas, nuestros recursos agua y suelo, pues así contribuiremos a un sistema agroalimentario justo, sustentable y saludable. •
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