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El dilema de las organizaciones
Ubaldo Mendoza
“En este gobierno todos los apoyos serán entregados directamente a la gente, sin intermediarios” ha repetido una y otra vez el presidente de México Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Estos dichos han causado estupor entre los diversos grupos y frentes organizados. La postura de AMLO frente a las Organizaciones Sociales y Civiles (OSC) no es un asunto nuevo. En diversos eventos privados y públicos ha manifestado su “descontento” con ellas. No cree en ellas, o en algunas de ellas, y eso hace pensar al presidente que todas, absolutamente todas, son “corruptas”. Sin embargo, durante su carrera política, el hoy presidente ha trabajado con diversas organizaciones. No es ajeno al trabajo organizado: “solo el pueblo organizado puede salvar al pueblo”. Se podría decir que su escalada al gobierno viene acompañada por un sinfín de procesos organizativos. Durante el periodo neoliberal surgieron infinidad de siglas por doquier, campesinas, indígenas, de mujeres, de derechos humanos, ambientalistas, sindicales, de maestros, de bomberos, contra los megaproyectos y en defensa del territorio. Sería un milagro que alguien pudiera contar el origen y la historia de estas organizaciones. Muchas, infiltradas y aliadas de los gobiernos corruptos del pasado. Como se dice coloquialmente “haciéndole el caldo gordo al poder”. Cada quién sabrá. ¿Generaliza? Definitivamente, sí. ¿Le falta razón? No. Sin duda algunas OSC han sido fundamentales en muchos de los cambios logrados en favor de la gente. Pero se tiene que reconocer que muchas OSC han abusado, hasta saciarse. Ahora que estamos en los inicios de una nueva era en México, donde la transparencia parece ser el eje de las definiciones, podría considerar el presidente de investigar a “las corruptas”, denunciar y castigar. Indicios hay bastantes y, sacar del costal, a otras organizaciones, que, si bien no son “puras”, hacen un trabajo interesante. Organizaciones campesinas, ¿transformarse o morir? En el mar de siglas están las organizaciones campesinas. Las hay de todo tipo. Las “históricas”; las “radicales”; “las conservadoras”; “las cínicas”; “las puras”; “las buenas”; y las “de siempre”. Durante el foxismo se dio el auge más representativo de la formación de organizaciones. No olvidemos que al Partido Acción Nacional (PAN) era el partido en el poder. La más sonada y promocionada fue la Unión Nacional Integradora de Organizaciones Solidarias y Economía Social (UNIMOSS), cuyo dirigente es, fue y será Javier López Macías. De funcionario público a dirigente campesino. Hoy, dicha organización se jacta de ser “crítica” de las políticas hacia el campo de la cuarta transformación. Y, como UNIMOSS, surgieron infinidad de siglas. Quizá el campo sea el sector con más siglas. Hay divisiones entre ellas. Ahora, en muchos “frentes campesinos” participan dichas escisiones campesinas. Participan “juntas, pero no revueltas”, dicen. Muchas, de estas fracturas se dieron desde los gobiernos, por la disputa del presupuesto, pocas divisiones se han dado por cuestiones ideológicas. En la historia de las luchas campesinas han proliferado frentes organizativos donde se pretende ser más fuertes a la hora de impulsar políticas públicas a favor de la gente y, muchas veces para servirse con la cuchara grande. Organizaciones que se dicen ser “de izquierda” han pervertido el sentido de la organización. Dirigentes campesinos con chofer, alhajas, botas “fifí”, carrazos… Dirigentes convertidos en verdaderos “caciques” y “extorsionadores” de su organización. Sin generalizar, la organización campesina fue pretexto para el control, la cooptación, el chantaje y la simulación. Espacios diversos de organización campesina han sido factor de cambios importantes y profundos en el sector. Gente que ha encontrado en la organización campesina el escaparate perfecto para sacar adelante “sueños y anhelos” de tener un campo sin pobreza. Al final, como en la vida, hay matices y no se puede estigmatizar a todos por algunos. Desafortunadamente las malas prácticas han sido factor también para que mucha gente haya sido engañada, manipulada. Siendo carne de cañón de los dirigentes, funcionarios y gobernantes. Utilizar a la gente como clientes y no como sujetos de derechos. Hoy la gran mayoría de las organizaciones campesinas, de todos sabores y colores, están realmente “enojadas”; “desconcertadas”; algunas ajenas totalmente a lo que se está viviendo México. La famosa circular número 1, del pasado 14 de febrero del presente, dice “… hemos tomado la decisión de no transferir recursos del Presupuesto a ninguna organización social, sindical, civil o del movimiento ciudadano, con el propósito de terminar en definitiva con la intermediación que ha originado discrecionalidad, opacidad y corrupción…” (www.proceso.com.mx/572198/amlo-notifica-a-su-gabinete-no-transfieran-ningun-recurso-a-ong-o-sindicatos), lo que causó “ámpula” en muchas organizaciones campesinas. En lo que va de la 4T se han realizado infinidad de reuniones sobre ¿qué papel debe jugar la organización campesina en este gobierno?”. Aquí la gran pregunta sería ¿qué quieren las organizaciones campesinas? ¿Dinero? ¿Folios? ¿Prebendas? O, ¿construir una política para el campo radicalmente distinta a la de los gobiernos neoliberales? El neoliberalismo acostumbró y enajenó a un sinfín de organizaciones a la realización de proyectos “productivos”; “de financiamiento” “de capacitación”… Las organizaciones y los funcionarios en turno pervirtieron el “apoyo” a la organización. Si bien muchos de los avances obtenidos en el campo se deben, en parte, a ese apoyo, hoy muchos de estos proyectos están en el olvido y el en fracaso. El neoliberalismo utilizó a muchas de las siglas como aval de sus políticas anticampesinas. Cientos de miles de millones de pesos se han destinado al campo. La presión por un mayor presupuesto rural se convirtió en simulación. Los espacios “oficiales” de participación, organizaciones-gobierno, como el Consejo Mexicano de Desarrollo Rural Sustentable (CMDRS), se convirtieron en pases de lista para la entrega del folio de los proyectos, por poner un ejemplo. Este espacio fue concebido en la Ley de Desarrollo Rural Sustentable (LDRS), durante el foxismo. En más de 18 años de existencia, este consejo ha mezclado lo mejor y lo peor de las organizaciones campesinas. Hoy este consejo sobrevive. Con los variopintos de personajes que se presentan ahí. Es común observar a los más siniestros personajes del campo mexicano. Gritos, sombrerazos, insultos, descalificaciones, entre unos y otros. Un muro de lamentaciones. De poca participación genuina y transformadora. Durante las sesiones, comentan diversos participantes, se ha escuchado una y otra vez la necesidad de “reestructurar” el CMDRS. Inclusive, dicen que el secretario de Agricultura, Víctor Villalobos, se refirió a la necesidad de reestructurarlo. Unos hablan de la depuración, otros de la incorporación de más organizaciones; otros dicen que “no van a permitir ninguna imposición desde el gobierno”; otros fundamentan sus palabras en los artículos de la LDRS y otros “luchan” por las convocatorias de los respectivos programas gubernamentales. Hoy en ese espacio se ha creado una comisión de 28 participantes (14 funcionarios de la Sader y 14 de las organizaciones participantes), con la intención de ponerse de acuerdo sobre el papel que debe jugar dicho Consejo. Los apoyos directos a los productores y a la gente han sido motivo de debate y discusión. Sin embargo, el presidente y el nuevo gobierno deben comprender que la organización "desde abajo", "económica", "política y social" es necesaria para las transformaciones que se requieren en el campo. Pase lo que pase con el gobierno actual hay indicios positivos, de que la transformación va “en serio”, sin contemplación alguna. Hay otros indicios, sin embargo, de que la inercia se apodera de la 4T. •
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