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La agricultura sustentable, al rescate
Redacción
En el marco de la Cuarta Transformación, la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER), y particularmente la Subsecretaría de Alimentación y Competitividad, tiene el reto y la tarea de impulsar la autosuficiencia alimentaria. Uno de los programas estratégicos, Producción para el Bienestar –que sustituyó con sustanciales modificaciones a Proagro/Procampo– otorga apoyos directos a productores de granos de escala pequeña y mediana, los cuales se entregan, por primera vez, de manera anticipada a las siembras. El programa tiene otras líneas de acción que son novedosas, como son los apoyos a 250 mil productores de maíz, frijol y milpa de comunidades indígenas de alta y muy alta marginación, y a cafetaleros y cañeros. Una vertiente adicional estriba en el acompañamiento técnico, que asume como elemento prioritario el impulso a la innovación tecnológica, con orientación particular hacia la agricultura sustentable. La gran apuesta es elevar la producción y oferta alimentaria con prácticas agrícolas respetuosas del medio ambiente. Este texto muestra parte de las experiencias exitosas en esta materia visitadas por la Subsecretaría, y que son parte ya del bagaje que habrá de divulgarse a lo largo de la República. Una revolución tecnológica está en marcha en el campo mexicano. Es un movimiento transformador hacia la agricultura sustentable, y aunque pareciera impensable a primera vista, Sinaloa, estado caracterizado por su producción intensiva usuaria de agroquímicos, participa en ella. Productores graneros de pequeña y mediana escala del centro de la entidad experimentan en sus tierras un aumento significativo e inmediato, de un año a otro, en sus rendimientos por hectárea, y lo más importante, dicen ellos, observan un recuperación en la salud de sus suelos y obtienen cosechas que pueden consumir ellos, sus familias y sus compradores con toda la confianza de que son saludables, libres de tóxicos. En la región de El Tamarindo, del Valle de Culiacán, Miguel Arturo Gastélum y Francisco Román León producen maíz. Ambos decidieron dejar de lado los agroquímicos y adoptar una serie de prácticas que son parte del Manejo Integrado de Cultivos Inducidos (MICI), guiados por el científico Juan José Valdespino, promotor de este esquema. Elementos clave de su labor son una serie de aparatos y tecnologías para diagnosticar la condición general de suelos y plantas, y otros para medir la salud o degradación y toxicidad de los suelos: el medidor de compactación de suelos (conocido por los productores como penetrómetro), el potenciómetro (conocido coloquialmente como peachímetro, que mide acidez/alcalinidad), el conductómetro (para ver la conductividad eléctrica) y uno más para registrar el potencial de óxido reducción. En el Valle de Culiacán los productores acceden a estos aparatos por medio de una parafinanciera propiedad de agricultores, denominada Impulso Rural. Miguel comenta que empezó con sus procesos de agricultura sustentable hace dos años y medio, teniendo un problema serio: “este suelo era prácticamente duro, una piedra”. Con los preceptos de MICI, aplicó ácidos y microbiología a su suelo para descompactarlo y equilibrar su PH y elevó sus rendimientos de siete a 13 toneladas por hectárea en el primer año. Ha dejado de usar el herbicida glifosato y utiliza un poco de fumigante químico aunque pronto dejará de usarlo. En estos tres años ha incorporado otros elementos del MICI, como es la microbiología, el control biológico de plagas y el uso de aparatos y tecnologías mencionados arriba. Además, las fases de la luna le brindan señales precisas de cómo realizar la nutrición de suelo y planta. “Cuando la luna está aguas arriba, dice, la planta succiona todos los nutrientes de la raíz hacia su interior y todo aquel fertilizante o microbiología debe aplicarse en el riego, y cuando la luna está aguas abajo, la sabia circula de arriba hacia abajo y los nutrientes entran aplicados foliarmente hacia la raíz”.
El productor señala que los efectos de las prácticas sustentables se ven inmediatamente. “Hoy mis plantas tienen una altura de casi tres metros; cuando este suelo tenía problemas alcanzaban apenas unos dos metros, el maíz quedaba pequeñito. Yo le echaba el mejor fertilizante que había en el mercado, y ni así; el problema no era el fertilizante, era el suelo. El brinco que di en rendimientos fue lo que me convenció más que nada. “La microbiología me ayuda mucho en el control de plagas; sí he tenido, pero mucho menos. Creo que el año que viene ya no fumigaré. Les digo a los compañeros que se animen a aplicar este sistema. Es algo bien sencillo. Al principio, de ver tanta cosa, yo decía ‘¿cómo le voy a hacer?’ Solo se va dando, es cuestión de capacitación. Todos los insumos los consigo en Culiacán e imagino que en otros lugares es igual. O está la opción de producir uno mismo la microbiología; no es complicado instalar una biofábrica”. Francisco Román reporta que usa cero herbicidas y cero insecticidas químicos. “Desde el año pasado, que tuvimos el tratamiento completo de MICI, el rendimiento de mi predio pasó de diez u 11 toneladas a casi 16, en un solo año”. Para la cosecha de 2019, “esperamos tener lo mismo o un poco más, porque el suelo, a medida que se va enriqueciendo, va dando una mejor respuesta; además tengo evidentemente mejor calidad de cultivo”. Un factor clave en el predio de Francisco es el uso de lixiviados de lombricomposta. Los aplica junto con los cinco riegos que realiza a lo largo del ciclo de crecimiento de su maíz, y además “le podemos meter urea, amoniacos, fertilizantes orgánicos, y si quiero potenciarlo un poco más le pongo ácidos carboxídricos. Como yo lo produzco, el lixiviado que consumo me resulta muy barato. La calidad de la producción se observa en el grosor de los elotes, en granos grandes que indican que está bien nutrida la planta”. Francisco utiliza también una bacteria, bacillus thuringensis, y un caldo mineral sufocálcico (que se aplica junto con el lixiviado de lombricomposta, de manera foliar y sirve como repelente orgánico), el cual impide que los gusanos elotero y cogollero penetren a las mazorcas. “Controlamos los gusanos, no los eliminamos”. Dice Francisco que en general en su región hay suelos deteriorados e improductivos. “Por tantos años de contaminación con químicos y alta mecanización con tractores, son suelos con mucha sal, muy erosionados”. Muestra un predio de un vecino que tenía un suelo salitrado; “con un tratamiento que le hicimos este año ya tenemos por lo pronto una parte produciendo y pretendemos que llegue al cien, pues podremos bajar las sales a su nivel óptimo”. Los canteros de lombricomposta La lombricomposta y el uso de sus resultantes líquidos, esto es sus lixiviados, son parte central de la fórmula de agricultura sustentable que los productores del centro de Sinaloa utilizan para recuperar la salud de sus suelos y para mejorar sus rendimientos con cosechas saludables. En el ejido La Paloma, del municipio de Navolato, en el centro del estado, don Guillermo Gutiérrez Ramos, agrónomo y profesor jubilado, es pilar en el impulso del MICI. Junto con Francisco Román León, está al frente de dos canteros muy singulares de lombricomposta, que fueron creados apenas en marzo pasado. “De estos dos canteros de 40 metros, por 3 o 3.5 metros de ancho podemos sacar mil 200 litros diarios de lixiviado de primera calidad; el productor puede aplicar 20, 40, 60, cien, hasta mil 500 litros por hectárea, eso va en función de que a más volumen le apliquemos, más rápido se mejora su suelo porque acuérdese que tienen 100 o 150 años trabajando esas tierras y nunca se les había devuelto ni un mineral […]. De esto se compone [el lixiviado]: materia orgánica, minerales, microbiología, y todo lo que proporciona la lombriz, la lombriz es algo formidable”. La composta se obtiene tradicionalmente de estiércol de diversos animales y de residuos agrícolas que, sometidos a un proceso biológico de oxidación, sirven como abono y fertilizante. En el concepto MICI, en este lugar de Sinaloa, ello se enriquece con rocas quebradas de la zona, con microbiología y con la lombriz, y se atienden así los problemas de los suelos aquí, relacionados con el PH, la conductividad eléctrica, la compactación y el potencial de óxido reducción. Los lixiviados que se extraen de la lombricomposta se aplican por medio del riego y a las plantas por la vía foliar. “La piedras proporcionan todos los minerales […] tratamos de traer cuatro a cinco que estén allí y creemos que tenemos más de 25 microelementos aquí en los canteros; […] entonces tenemos un producto aquí de primer nivel, yo creo que en la República habrá uno o dos nada más que se están manejando así”. Don Guillermo afirma que los lixiviados son propios para todo tipo de suelos, pues todos necesitan vida, y cualquier productor o grupo de productores podrían crear sus propios canteros, con un costo muy bajo, aunque lo primero en esto es la capacitación. “Nosotros pensamos y hacemos completamente diferente la agronomía, empezamos en el suelo, en el análisis del suelo, mientras que todos los demás productores e ingenieros empiezan del suelo hacia arriba. El vigor, la capacidad y la productividad empiezan en el suelo, pues de allí se alimenta la planta”, dice don Guillermo. La biofábrica y los microorganismos Por otro lado, en el norte de Sinaloa, la región del Évora (que involucra a los municipios de Mocorito, La Angostura, Salvador Alvarado y una parte de Badiraguato) muestra esfuerzos en pro de la agricultura sustentable hechos por los productores agrupados en la Junta de Sanidad Vegetal y el Club de Labranza de Conservación de esta región. Tienen una central de maquinaria para labranza cero, con sembradoras y fertilizadoras, y cuentan con un laboratorio de insectos benéficos, para control biológico de las plagas. Además, en febrero de este 2019 pusieron en marcha una biofábrica, donde reproducen 16 microorganismos, once de ellos destinados a la salud y nutrición de los suelos y a la conducción de minerales hacia las plantas y cinco para el control de plagas. En sus planes está producir nitrógeno orgánico para bajar el uso de fertilizantes químicos, urea y amoniaco, según señala Mario Urías, presidente de la Junta. La región cuenta con unos diez mil productores con más de cien mil hectáreas (una porción de temporal y otras de riego pero limitado). La escasez de agua los ha inducido a sembrar cultivos con poca demanda del líquido, como garbanzo y frijol. Y en las partes cercanas a la sierra, en Mocorito, donde los agricultores dependen totalmente de las lluvias y son también ganaderos, de plano el sobrepastoreo tiene muy erosionados los suelos a tal grado que los rendimientos de los cultivos representan diez o 20 por ciento respecto de quienes tienen riego en la región. En el marco de una estrategia MICI, la biofábrica está brindando servicio a unos 120 productores, con mil 200 hectáreas, que prevén mejora de rendimientos este mismo año y se estima que otros productores se sumen año con año y cada vez más, animados por la experiencia de los primeros. Además, se están generando expectativas sobre todo en los productores de temporal: quieren usar la microbiología y asumir las demás prácticas para reestablecer la salud de sus suelos y, paulatinamente, mejorar rendimientos. Mario Urías considera que la experiencia de la Junta es viable de replicar: “somos un grupo de productores que ponemos al alcance de muchos productores la asesoría y estas herramientas a bajo costo”. Las prácticas de agricultura sustentable son muy propicias para la región, pues “necesitamos eficientar costos porque tenemos menos agua disponible. Este año en garbanzo subiremos de dos toneladas por hectárea a 2.5 o incluso tres. Eso nos motiva mucho”. Héctor Hugo López Gaxiola es un productor de Mocorito. Dice: “En temporal lo primero que se ocupa es aplicar alguna tecnología que nos trasladen, los conocimientos, para que se comience a aplicar algo al suelo, donde se mejore su textura, donde podamos dejar los esquilmos en el suelo para mantener la humedad de la lluvia. Todo ese equipo que tienen aquí (en la Junta), toda esa experiencia que nos sirva. Yo estoy esperando a que me digan, y entrar a plan piloto”. Juan José Angulo González, encargado del manejo de los microorganismos de la Junta, comenta: “la labranza de conservación, más los microorganismos, nos permitirán a futuro rescatar la agricultura y tener un medio ambiente sano. La tarea más fuerte es convencer al productor de temporal que cambie el sobrepastoreo que tiene. Decirle: al menos utiliza equis cantidad de paja y lo demás déjalo en beneficio del suelo para retener la humedad y que su estructura vaya cambiando poco a poco. Y de tener ese 10 o 20 por ciento de producción comparado contra riego, elevarlo a 30 o 50 por ciento”. • ¿De dónde surgió el MICI? El MICI es complemento del modelo Agricultura Campesina de Conocimientos Integrados (ACCI), que ha venido conformándose y enriqueciéndose desde hace unos diez años a partir de la experiencia de organizaciones de la Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo (ANEC) presentes en Nayarit, Michoacán, Guanajuato, Chiapas, entre otras. El modelo ACCI-MICI combina el conocimiento y la observación de los productores con el análisis de científicos y especialistas en campo y laboratorio; parte del conocimiento de los procesos de crecimiento de las plantas en interacción con el suelo y el medio ambiente y echa mano de herramientas científicas (química, física, biología y nutrición mineral) para intervenir en esos procesos. Parte de esta información puede verse en: www.youtube.com/watch?v=BLiWinEu4r4, www.youtube.com/watch?v=3gG7eXRGxvY&t=42s, www.youtube.com/watch?v=PFY-3gzZBks Para obtener mayor información de la labor de Sader en este tema, llame al 3871 1000 ext. 33643 o envíe un mensaje a:
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