aralela a la vanagloriada avenida de Champs-Elysées como la más bella del mundo, la calle del faubourg Saint-Honoré se extiende con discreción entre los muros que forman la fachada delantera del Elysée, residencia presidencial, y las boutiques de lujo donde se alojan los comercios de alta costura. A diferencia de otras calles parisienses, salpicadas de café-bares, en ésta debe caminarse un buen trecho, hasta llegar a la esquina con la avenida Royale, para poder sentarse a la mesa de una terraza.
En la acera opuesta al palacio del Elysée, antigua residencia de la marquesa de Pompadour, favorita de Luis XV, se encuentra la sede en París de la casa de ventas públicas de Sotheby’s. Actualmente y durante unos cuantos días puede admirarse una exhibición de moda,y de modas. No se trata de un desfile pues no hay ninguna top model para lucir las prendas vestimentarias expuestas. ¿Y qué modelo se atrevería a ponerse los abrigos, vestidos, faldas, chalecos y blusas de Claudia Cardinale?
En efecto, 120 lotes del guardarropa de la actriz italiana, estimados en 200 mil euros, fueron puestos a la venta en línea (a través de Internet) por Sotheby’s. Vestuario excepcional, tanto por los creadores de alta costura que diseñaron los atuendos, como porque el conjunto cubre varias décadas de la moda, a partir de los años 60, cuando la alta costura de Italia se impuso en el mundo al lado de la francesa.
Entre las piezas expuestas en la galería de Sotheby’s se encuentran el traje de baño utilizado en Los centuriones, donde actuó con Alain Delon, el pijama diseñado por Irene Galitzine para La pantera rosa o el vestido bordado de Ricci para la ceremonia de los Óscares en 1965 acompañada por Steve Mac Queen.
‘‘Una manera de compartir”, explica la estrella con la jovialidad que la caracteriza. Cierto, una oportunidad para coleccionistas, cinéfilos o fans de esta gran actriz, de adquirir una muestra de ese glamur que representó durante medio siglo, y que sigue irradiando a sus actuales 81 años. De la minifalda que llevó al Vaticano, se limita relatar que el sumo pontífice le dijo: ‘‘Yo soy el Papa y tú el Cardinal”.
Sin embargo, la adquisición de estas prendas no deja de presentar un enigma: ¿qué significa poseer un vestido o un kimono de Claudia Cardinale?
El coleccionista de pintura puede exponer las telas en las paredes desu casa, el de viejos autos puede pasearse en ellos durante un desfile, el de discos puede escucharlos, el de manuscritos puede leerlos, pero el poseedor de uno de estos ropajes no puede colgarlos de sus muros ni vestirse con ellos. Acaso estos objetos encierran un misterioso encanto.
‘‘Es como si poseyera una escena del filme y pudiese tentar su secreto con mis manos y verlo revelarse”, afirma un cinéfilo.
No es la primera vez que una actriz pone en venta su guardarropa. Catherine Deneuve lo hizo antes: la venta de los modelos creados para ella por Yves Saint-Laurent alcanzó un total de 900 mil euros.
No puede olvidarse el vestido de Marilyn Monroe cuando cantó el Happy Birthday a John Kennedy, vendido en casi 5 millones de dólares.
Pero no sólo la ropa de las estre-llas atrae a los coleccionistas. Danielle Mitterrand, viuda del presidente francés, puso en venta trajes y otras prendas de su difunto marido. Los objetos más apreciados fueron el sombrero y el bastón. ¿Su adquisición no sería quizás una forma sinuosa de sentirse poderoso o, al menos, de tocar el poder con la punta de los dedos?
Muy distinto el destino del guardarropas del ex presidente francés Jacques Chirac, quien siempre rehuyó el culto a la personalidad. Tal vez por esto, sus trajes se donaron a asociaciones caritativas para arropar a personas sin recursos. Con suerte, el menesteroso tropiece con un coleccionista decidido a pagar el traje de un ex presidente de Francia.
Porque de que hay coleccionistas para todo, no puede negarse. ¿No fueron vendidas las cenizas de Truman Capote en 39 mil euros?