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Perro Aguayo, el niño más flaco y pobre, fue el que dio orgullo a Nochistlán

La Marcha de Zacatecas lo acompañó en sus presentaciones antes de subir al cuadrilátero

Corresponsal
Periódico La Jornada
Lunes 8 de julio de 2019, p. 4

Zacatecas, Zac., Era un niño muy flaco y muy humilde. Sus amigos de la infancia en el barrio de la calle J. Jesús Mejía, de la cabecera municipal de Nochistlán, Zacatecas, le decían Pedro Cobijas. Fue uno de 16 hijos que en total tuvieron sus progenitores, José Aguayo y Gabina Damián.

Pedro Aguayo Damián nació en la comunidad rural La Villita en 1946. Siendo aún niño, en plena pubertad, sus padres se mudaron a la cabecera municipal de Nochistlán, a mediados de la década de 1950. Al acercarse la década de 1960, un puñado de niños salía a jugar la cascarita de futbol sobre la empedrada y terregosa calle J. Jesús Mejía.

Entre ellos estaban Alberto Legaspi Guzmán, Jesús Puente, Juan Gómez, Tolano Rodríguez, Manuel Legaspi y Apolonio Oropeza. Sobre cómo fue su infancia en Nochistlán y cómo era ese pintoresco pueblo zacatecano, charló con La Jornada el agrónomo Legaspi Guzmán, uno de los amigos de barrio del Perro Aguayo cuando eran niños.

Nochistlán es considerado un municipio histórico en Zacatecas. Ahí el español Cristóbal de Oñate fundó la primera Villa de Guadalajara en 1532, pero debido al asedio constante y la rebelión indígena de las tribus de caxcanes, guachichiles, tepehuanos, pames, zacatecos, otomíes y guamares, que conformaban la Nación Chichimeca, encabezada por el líder caxcán Tenamaztle, los españoles tuvieron que ir a fundar esa ciudad 167 kilómetros más al occidente.

Fue en la batalla del Mixtón en 1541, cuando Tenamaztle (cuyo grito de guerra según los historiadores era Axcanquema Tehual Nehual, traducido hasta tu muerte o la mía), acompañado de más de 15 mil guerreros indígenas, combatió y derrotó a Pedro de Alvarado, el sanguinario capitán de Hernán Cortés señalado de haber torturado y asesinado a miles de indígenas en Centroamérica y en México. Resultó herido de muerte y fue trasladado a Guadalajara, donde murió.

Los genes de esa sangre indígena, guerrera, es la que se presume llevaba consigo Pedro Aguayo Damián y que lo encumbraron en su carrera profesional como un luchador rudo, siempre aguerrido.

Orgulloso además de sus orígenes, el Perro Aguayo, siempre que salía de los vestidores al cuadrilátero, lo hacía acompañado de una canción de batalla que sonaba a todo volumen en los altavoces: la Marcha de Zacatecas, un himno de guerra escrito en la capital del estado en 1891 por el músico Genaro Codina, que en una estrofa manda: Sí, a lidiar marchemos, que es hora ya de combatir, con fiero ardor, con gran valor, hasta vencer, hasta vencer o hasta morir.

Sin embargo, en su infancia, el luchador creció en un entorno muy humilde. Siempre andaba vestido con la misma ropa, siempre con el mismo pantalón de mezclilla, que en esa época era la ropa que usaban los pobres, recuerda Legaspi Guzmán.

A principios de la década de 1960, Nochistlán era una pequeña ciudad que no sobrepasaba los 10 mil habitantes, ni tenía carretera pavimentada. La mayor parte de sus habitantes se dedicaban a la agricultura, la ganadería o el comercio, aunque existían incipientes industrias.

Había, relata Legaspi Guzmán, una fábrica de cerillos, otra de mantas, varios talleres de zapatos (que exportaban sus productos a Guadalajara, Tijuana y Ciudad Juárez), un par de coheterías, varias talabarterías, una curtiduría y hasta una envasadora de sodas, refrescos que los niños de Nochistlán, entre ellos Pedro Cobijas, conocían popularmente como Maromeros.

A principios de la década de 1960 la familia del Perro se fue de Nochistlán. Emigraron a la ciudad de Tala, Jalisco, y luego se asentaron definitivamente en Guadalajara, donde Pedro comenzó a practicar la lucha libre, habiendo intentado antes ser boxeador.

Nadie de quienes eran sus amigos de la infancia imaginó que décadas más tarde, a partir de 1970, quien fue el más humilde y flaco del grupo daría fama internacional a su comunidad, pues con orgullo también se hacía llamar El Can de Nochistlán.

Antes de morir, las autoridades municipales le pusieron su nombre a una calle de Nochistlán. Ahora que falleció, se ha informado que la fiesta regional del lugar, en octubre, será en honor a Aguayo.