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Los errores de diciembre
A

un año de las elecciones y a siete meses de la administración de López Obrador hay que reconocer aciertos, errores, cambios de rumbo, rectificaciones.

La manera en que se definió y aplicó la política migratoria puso en jaque al país, al gobierno y al gabinete. El asunto migratorio se convirtió en el epicentro de la política nacional.

Finalmente, hubo rectificación, a marchas forzadas, pero no hay asomo de autocrítica. Hay que reconocer que hubo pifias múltiples: fallaron los escenarios, las previsiones, los posicionamientos, los equipos, las coordinaciones, las comunicaciones, también las personas. Y para remate se otorgaron concesiones extraordinarias y poco transparentes, como la disposición unilateral 235.

En política migratoria, lo que cuenta son las consecuencias no previstas. Es obvio que el manejo de escenarios y posibles reacciones por parte de Trump, a la política migratoria mexicana de visas humanitarias y permisos de salida, fue totalmente errado.

Tampoco se puede aducir sorpresas o imprevistos. En octubre de 2018 la caravana hondureña irrumpió con fuerza, demandó atención, concitó a los medios y exigió solidaridad. El mundo entero se focalizó en México, en los esfuerzos de contención, negociación y encauzamiento del flujo, por parte del gobierno de Peña Nieto.

El juicio de la historia no lo deja mal parado, los saldos colaterales en vidas fueron mínimos; los migrantes se toparon con el muro en Tijuana, como estaba previsto. Al interior de la caravana se multiplicaron los conflictos internos entre dirigentes, promotores, voceros, defensores, activistas y protagonistas. Finalmente, después de una larga espera en campamentos improvisados, el flujo contenido empezó a diluirse por los resquicios de la legalidad y la clandestinidad; otra parte se enfrascó en la tramitología de un refugio a cuotas, que ordenó y ralentizó el cruce. Para otros se ofreció la opción del retornó forzado o asistido y para el resto el refugio o la inserción en el México profundo y fronterizo.

Frente a ese escenario, tan complicado, se definió la política migratoria del llamado nuevo paradigma. En diciembre, se anunciaba en las redes la convocatoria a la caravana del 15 de enero y, un mes después, México se aprestaba a regularizar a cerca de 11 mil migrantes. Faltan datos, pero en su mayoría eran jóvenes y grupos familiares centroamericanos. Así se atendió la coyuntura.

La lectura que se hizo por parte de los migrantes, activistas, defensores y promotores, fue la de paso libre, con vida humanitaria. Los flujos ya controlados de haitianos y cubanos volvieron a activarse. Las familias de migrantes radicadas en Estados Unidos, aprovecharon la oportunidad para buscar y financiar la reunificación. Las mafias internacionales se sumaron a la corriente, al negocio, la extorsión y a las subsecuentes caravanas.

La consecuencia fue un incremento notable del flujo y la diversificación de orígenes nacionales. Si bien el objetivo fundamental era pasar a Estados Unidos, también abonaron al efecto llamada, las ofertas de empleo para nuestros hermanos centroamericanos, la extensión de visas temporales para hondureños y salvadoreños, que sólo se otorgaban a guatemaltecos y la posibilidad de acogerse a refugio en México.

Entre tanto, se puso todo el empeño, el esfuerzo y el financiamiento en atender las causas y esperar la asesoría y buenos consejos de la Cepal, que llegaron con bombo y platillo el 20 de mayo. Y la solución que plantearon, obviamente, fue la lograr el desarrollo de la región, con proyectos de mediano y largo plazos. Todo esto en un contexto de crisis política en Honduras, de recambio gubernamental en Guatemala y El Salvador y de franco desinterés por parte de Estados Unidos.

Pero las causas de la migración no sólo son la pobreza, la violencia, el desempleo, el subdesarrollo. Las políticas migratorias también impulsan, modifican y transforman los flujos. Y en esta coyuntura, las políticas migratorias de Centroamérica, México y Estados Unidos crearon la tormenta perfecta.

Con los circuitos migratorios recalentados, las previsiones estimaban un crecimiento exponencial de la migración y el refugio, especialmente de familias y menores, que llegaban a la frontera e ingresaban sin dificultad a Estados Unidos. Todo el sistema estadunidense de control fronterizo estaba colapsado y el mexicano estaba totalmente rebasado y sin rumbo.

No todo el efecto llamada es mexicano, buena parte del flujo se ha reconvertido en familiar e infantil, por la política estadunidense. Cerrar todas las vías de acceso a la migración laboral, tuvo como consecuencia no anticipada, la migración familiar y juvenil que demanda asilo y busca la reunificación.

Los errores de diciembre los pagamos muy caro y no se pueden achacar a una persona. Es necesaria la reflexión, la evaluación, la crítica y la autocrítica. Las políticas migratorias tienen consecuencias, que pueden y deben ser predecibles.

También podemos predecir que las medidas actuales de control migratorio forzado, de concesiones extraordinarias en la relación bilateral y de sometimiento a la política del garrote, llegaron para quedarse.