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Alex Gibney lleva a la pantalla uno de los mayores fraudes en salud en Estados Unidos

La historia de Elizabeth Holmes y su sistema para realizar varios análisis con una gota de sangre se estrena hoy en HBO

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▲ Elizabeth Holmes en un fotograma de la cinta; a lado, el 2 de noviembre de 2015, en un foro de negocios.Foto cortesía de HBO y Ap
Especial para La jornada
Periódico La Jornada
Lunes 1º de julio de 2019, p. a10

La salud es uno de los negocios más grandes y rentables en Estados Unidos. Aunque la atención médica es pública, no se trata de un servicio gratuito, lo cual ha llevado a que laboratorios y empresas del sector se enriquezcan, mientras una parte cada vez más reducida de la población debe renunciar a inmensas sumas de dinero para acceder a sus beneficios.

En 2003, y con tan sólo 19 años de edad, Elizabeth Holmes estaba decidida a revolucionar y adueñarse del mercado gracias a una de las invenciones más ambiciosas en dicha rama.

Habiendo fundado la compañía privada Theranos después de abandonar sus estudios en la Universidad de Stanford, la joven empresaria desarrolló un sistema bautizado como Edison, el cual sólo requería de una pequeña gota de sangre para hacer una serie de análisis en una sola exhibición y de fácil acceso para cualquiera.

Al poco tiempo, Holmes se convirtió en una celebridad, atrayendo la atención pública y de inversionistas a su creación, que siempre iba acompañada de su historia de éxito personal, la cual fue construida por ella misma en un afán por emular a sus grandes ídolos, como particularmente lo era Steve Jobs.

Riesgos

Elizabeth rara vez ahondaba en su sensibilidad o sus intereses personales, y prácticamente nunca parpadeaba ante las cámaras. Pero cuando toda la maquinaria detrás de Theranos colapsó, después de haber sido valuada en miles de millones de dólares, Holmes mostró una serie de grietas que evidenciaron los riesgos que conllevaba la continuidad de su proyecto, tanto en términos económicos como de salud pública.

La Jornada viajó a Pasadena, California, para platicar con el cineasta Alex Gibney, ganador del Óscar en 2008, sobre uno de los más grandes fraudes del siglo XXI, así como de los elementos que hacen de ésta una historia cautelar tan contemporánea, razón principal por la cual él decidió documentarla en The Inventor: Out for Blood in Silicon Valley, que estrena esta noche en HBO y que después podrá ser visto a través de la plataforma HBO Go.

–¿Cuándo y cómo conociste la historia de Elizabeth? ¿Fue sencillo conseguir testigos dispuestos a delatar un caso así, habiendo sido cómplices sin saberlo en algunos casos?

–Empezamos entre 2014 y 2015. Quizás algunos detalles de pre producción antes, pero no fue sino hasta ya muy avanzados en el documental que contactamos a alguien que había estado dentro de la compañía y que tenía cientos de horas de pietaje filmado. Lo que me motivó fue algo que leí en el Wall Street Journal tiempo antes de que todo se fuera por la borda. Incluso llegamos a sentarnos durante cinco horas a platicar con Elizabeth, que en ese entonces seguía convencida que recibiría una segunda oportunidad de financiamiento, lo cual eventualmente la llevaría de nuevo a la cima.

Atractivo sexual

–¿Crees que además de las capacidades de Elizabeth Holmes, y las promesas que hizo, existió algún componente de atractivo sexual para acercar a algunos inversionistas de Theranos?

–No me consta, pero podría haber casos. Por ejemplo, en el testimonio de una de sus maestras de Stanford, ella dice que los inversionistas sucumbían ante sus encantos. Pero sinceramente creo que era una gran contadora de historias. Hace unos años hice un documental sobre Steve Jobs en el que concluí que uno de los mayores atractivos de éste era exactamente su gran capacidad de contar historias.

Elizabeth tenía una buena historia y la contaba todavía mejor. Hacía sentir bien a la gente. Eso entusiasmaba a sus inversionistas, porque sabían que harían dinero al mismo tiempo que apoyaban una buena causa. Platiqué con uno de los informantes y él me contó que hoy día Silicon Valley se rige más por el dinero que por las ideas, entonces la competencia real es por conseguir inversión. Todos quieren ser el primero en lograrlo. Entonces, aunque sin duda esos factores influyeron, lo principal es que sabía contar una historia.

–Pero Elizabeth contaba una historia que debe haber sabido que no podría sostener. ¿Dirías que Silicon Valley se rige bajo los parámetros de pretender algo y esperar a que se haga realidad?

–Absolutamente. Y tenemos a Steve Jobs como ejemplo. Basta recordar aquella campaña de Apple que rezaba Piensa diferente, y que iba acompañada con fotos de Mahatma Gandhi, Bob Dylan, Martin Luther King o Pablo Picasso. Ahora Jobs, por asociación y con su empresa de por medio, se relacionaba públicamente con la misma ideología que estos personajes. Al final se trata de vender algo en lo que quieres creer, a pesar de que sabes que no es real. Elizabeth era consciente de ello y lo hacía mejor que nadie, pero ante los inversionistas nunca dejó de ser asertiva.

Más allá de la imagen que se construyó

–Llama mi atención cuántas veces diriges al espectador a los ojos de Elizabeth, como si quisieras penetrarlos y ver más allá de su fachada. ¿Es difícil develar un personaje cuando mucho del material que tienes responde a su imagen pública, que siempre es hermética?

–Eso es lo interesante de ese material, que la muestra como ella quería ser vista, porque no importando cuánto la veas, o el hecho de que nunca parpadea, sus ojos difícilmente revelan algo más allá de la imagen que se construyó. Esa siempre fue la idea, porque así el espectador proyecta sus propias creencias en ella. Lo poco que revela de su vida personal es un guion previamente escrito y muy ensayado sobre su pasado, justo como ella también decidió contarlo.

“Frases como ‘de niña, mis únicos amigos fueron los libros’, eran cosas que decía para que pensáramos que sin duda era una genio. Entonces decidimos jugar con la imagen, contrastando esta visión que ella vendía de sí misma contra la realidad detrás de todo lo que ocurrió con ella y su proyecto.”

–Tomando en cuenta que Elizabeth es quizá la persona más joven a la cual has puesto bajo el escrutinio de tu cámara, en tiempos donde prevalece el culto a la imagen pública, ¿crees que hay un factor generacional para que se obstinara en mantener viva la mentira?

–Es muy probable. Ella era increíblemente joven cuando se desarrolló esta historia. Tenía tan sólo 19 años cuando fundó la compañía y desde entonces se percató de un patrón, a lo que quizá haya que adjudicarle su fijación con Jobs, quien también dejó la escuela antes de terminar sus estudios.

Pero hay una lección que ella parece haber omitido, ya que Apple por fin alcanzó el éxito hasta después de un sinnúmero de metidas de pata, y Elizabeth, según testimonios, de inmediato reprobaba a todo aquel que cuestionara su arrojo y tenacidad. De esta forma es que su juventud, al mismo tiempo que le servía como motor, le falló cuando de humildad y precaución se trataba.