Opinión
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Amistad e interés nacional
E

l 25 de agosto del año pasado, comenté en un artículo intitulado ¿Dilema diplomático? que los problemas que enfrentamos en la compleja relación México-Estados Unidos, ejemplificada en una historia caracterizada por esfuerzos significativos de segmentos de sus poblaciones por tratar de crear un vínculo real entre los dos países, a pesar de que hemos sufrido históricamente por sus ambiciones territoriales y sus intervenciones en asuntos internos de nuestro país, lo cual nos lleva a preguntarnos hasta cuándo podremos mantener la autonomía e independencia en nuestro actuar gubernamental en temas que interesen a Washington, como el que enfrentamos ahora a propósito del complejo tema de la migración de extranjeros a través de nuestro territorio.

Es importante destacar que dicho tema aún no está cerrado y que ambas partes pueden aún precisar aspectos de la solución a ese complejo problema que no es exclusivamente de México y Washington, sino que necesariamente involucra a países de Centroamérica, América del Sur, Asia, África y la propia organización de las Naciones Unidas mediante los compromisos que adquirieron sus miembros en materia migratoria según acuerdos recientes.

Llama poderosamente la atención que la Casa Blanca en sus gestiones internas para justificar su actuar, haya invocado una ley de 1977 que autoriza al presidente de Estados Unidos a imponer sanciones a los enemigos de su país, a naciones terroristas, ley que complementó en su argumentación el señor Trump al invocar la llamada sección 232 cuya intención es proteger a Estados Unidos de amenazas estratégicas.

Entendemos la razón para aceptar el arreglo que se logró en el tema que nos ocupa, pero creo que llegó el momento de despertar a una realidad: México es y deberá seguir siendo un país con vigorosos vínculos con sus vecinos, círculos concéntricos decía Carlos Rico, prestigiado diplomático y académico lamentablemente ya fallecido, que incluye en primera instancia los que compartimos fronteras y en segundo lugar aquellas naciones con las que no sólo compartimos el continente, sino raíces históricas y aspiraciones, así comoy en general, con todos los miembros de la comunidad de naciones, pero no más dependiente de ninguno por más poderoso que este sea, y aunque entendemos lo complejo de la tarea, estimamos su viabilidad a mediano o largo plazo, lo cual requiere un real impulso a nuestro vínculo con América Latina y el Caribe, en donde deberemos solucionar, entre otros problemas, la complementariedad de los mercados y la ausencia de comunicación marítima, alejándonos de las absurdas actitudes de uno de nuestros ex presidentes que jalaba a México hacia Estados Unidos para adquirir mayores compromisos.

El nombre de nuestra actividad a futuro debe ser la diversificación, aunque es cierto que todos actuamos bajo un fenómeno globalizador que nos envuelve, tema en el que vale la pena enterarse de los argumentos que expone sobre nuestra situación económica en caso de presiones externas, entre otros, el maestro José Luis Calva, académico del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM comentado en la edición de La Jornada del 17 de junio (página 20).

*Embajador emérito de México