ada guerra, aprieto económico, social o desastre natural ha puesto en acoso a los líderes e instituciones del país actor. Podría decirse que es una regla. La defensa de Gran Bretaña ante la inminencia de la invasión nazi en 1940, la crisis financiera de 1929 en EU, los misiles soviéticos en Cuba, nuestros dos sismos de 1985. Todo ello ha significado un grave riesgo para el país protagonista.
La conclusión constante es que todo apremio inicialmente parece ser uno, pero pronto demuestra que tiene mil complicaciones. Unas afectan sus intereses internacionales, otras impactan la paz interior y muy frecuentemente se afectan simultáneamente los dos hemisferios. La superación de sus peores momentos de parte de sus líderes e instituciones se da gracias a su capacidad de reacción, de renfocar sus potenciales ante el peligro.
Difícil recordar qué país haya sufrido una situación cuasi caótica como la actual en México. La pinza frontera norte/frontera sur es inédita, incalculable en su alcance y magnitud. Las anteriores migraciones se veían como una especie de goteo natural propio de la Frontera Sur. La verdad es que los gobiernos siempre la menospreciaron como problema.
Nunca se vio un plan o programa serio y eficaz y hoy, una vez más olvidamos a Belice que nos tiene ingratas sorpresas que deberían exponerse y discutirse por su seriedad. Desprecio de Londres su metrópoli, economía básica y buen turismo, un dominante integrismo religioso, anonimato social, tráfico de drogas y armas y la frontera con México que es sólo virtual.
Nuestro país ante la emergencia debió hacer frente a una situación de una intensidad y proyección incalculable, valiéndose sólo de instituciones obesas y aburguesadas. De las pocas opciones el presidente optó por la fuerza militar. Como ante cualquiera otra, esta ha desatado críticas entre los illuminati que ya a toro pasado ofrecen sus lúcidas reflexiones.
La verdad es que se han improvisado operaciones de contención como lo requirió la gravedad y no hemos terminado, sólo estamos empezando. La Sedena recién adoptó la estrategia de defensa en profundidad: proteger la línea fronteriza, barreras a medio camino y en el Istmo de Tehuantepec. Eso explica el beneplácito de la Casa Blanca.
La idea es imaginativa pero muy difícil de sostener en el tiempo. Políticamente es costosa porque está obstruyendo la libertad de tránsito generando ultrajes a los derechos humanos, ya estamos viendo escenas terribles y veremos más. Ha pasado ya un tercio de los 45 días de gracia y sin tenerse una reacción oficial de Washington parece que ese fuego se apagó, pero Trump lo reiniciará cuando le convenga en su juego contra Irán.
Por parte de los migrantes, como han declarado cínicamente unos polleros, pronto elegirán nuevas rutas para evadir la ley. Las redes criminales que siempre han operado en la zona que conocen mejor que la autoridad, ahora ven ampliado su mercado criminal. Obedeciendo a leyes de la hidráulica, evadiendo donde se están creando los bordos de contención descritos, las corrientes migratorias pastoreadas por el crimen pronto encontrarán nuevas rutas. México enfrenta esta crisis con una ruina institucional.
Lo más preocupante como riesgo ineludible es la duplicidad de los compromisos nacionales: preservar los derechos humanos de los migrantes y simultáneamente evitar su internamiento a territorio nacional, función casi imposible y explosiva. Considerando la acción de la fuerza pública, los flujos de migrantes del sur y los que nos reenvía Estados Unidos, no es una idea excesiva decir que nos estamos jugando una transformación nacional en la que poco podemos decir. Cinco años más de Trump y cientos de miles o más de refugiados son una amenaza al futuro nacional.
Adicionalmente puede decirse con gran preocupación que las fuerzas del orden pronto pagarán las facturas que reportará su mandato de cumplir su misión imposible. En busca de una solución encontramos que pareciera ser que todas las puertas están cerradas. La decisión presidencial, con todo lo indeseable, considerando las premuras, fue inevitable.
Un signo de tranquilidad sería saber cuándo la Guardia Nacional regresaría a sus deberes legales y ello es posible sólo si las otras instituciones fueran confiables. Eso no sucederá ni a mediano plazo. ¡Pésimo bautizo para la Guardia Nacional que ni siquiera acaba de existir y pésimos augurios para el país! Hoy las cosas no parecen tener solución, por eso estamos en una encrucijada nacional.
No se augura nada claro ni de corto plazo. El gobierno se conduce con serenidad, pero irradia indicios de intensa angustia como inventar repentinamente entrevistarse con Trump, entrevista quizá inexcusable pero sumamente peligrosa. ¿Qué cartas llevaría AMLO que garantizarán mínima ventaja?