De producción y distribución
as estrategias contra el hambre basadas en el produccionismo frenético y sobre todo lucrativo, que cuando no alcanzan sus metas se justifican aduciendo sobrepoblación, son perversas, por cuanto en realidad son estrategias del capital, de suyo antinatura y antihumano. ¿Por qué organismos internacionales, con el pretexto del hambre, recomiendan aumentar la productividad alimentaria exclusivamente basada en nuevas tecnologías que, si bien se apoyan en las ciencias básicas, han torcido sus metas hacia la ganancia, excluyendo la potencialidad productiva de los recursos naturales y laborales nacionales? ¿Tendrán otros proyectos para la tierra y el agua?
Se apoyan monocultivos extensivos y químicos contra la producción campesina, cuando, si se diera certeza legal a la propiedad rural, se invirtiera en comunicaciones y se garantizaran los precios de los productos agrícolas emanados de otra política, no sólo se propiciaría una producción de alimentos saludables y suficientes para autoconsumo y el mercado interno, con prácticas de protección al medio ambiente, sino regresarían los excedentes para la exportación en una sociedad rural y urbana justa y equitativa. Bastaría, para enderezar la lucha contra el hambre, con desconfiar de las calificadoras y estadísticas que se hacen sobre sus causas y soluciones.
Si acaso la industria agroalimentaria, incapaz de absorber todo el desempleo rural, se opusiera a la inclusión de los campesinos en la producción de alimentos por cuestiones de competencia mercantil, deberían sentirse compensados con el incremento de consumidores de sus mercancías. Pero la lógica del capital es lo contrario de equilibrar producción y consumo, producir para distribuir, lo que sí serían estrategias contra el hambre, porque el capital es justamente responsable de ésta.
Somos muchos, muchos más de los que se sospecha, quienes, a través del mundo, queremos que se apueste a la producción campesina de alimentos basada en saberes milenarios y con la incorporación de saberes científicos no excluyentes de los primeros. Por nuestra salud y la de las generaciones que vienen, estamos por una convivencia sana con Natura, contra la ciencia vinculada a la concentración del capital, ecocida y fábrica de la que llaman sobrepoblación. No, señores expertos, no sobran los hijos de los que menos tienen porque representan su seguro de vejez y, en el colmo de la degradación por hambre, hasta una mercancía en el mundo del dios dinero.
Ojalá nuestro gobierno apueste a la verdadera producción campesina y, dentro de ésta, al renacimiento de la milenaria milpa de cinco alimentos base e incontables otros, vegetales y animales, que hacen la diferencia en cada ecosistema. Ojalá se renuncie a la sordera prepotente y decidan las instancias concernidas luchar por su excepción cultural respecto al T-MEC. Ojalá desoigan el discurso del produccionismo de la FAO protectora de intereses agroindustriales. Merecemos una transformación de fondo y me la merezco yo a 20 años de luchar por lo mismo, aunque vaya de salida.