|
|||
Testimonio de un nahua hablante “Supérate”: habla español Santiago Galindo Profesor Curso de Lengua y Pensamiento Náhuatl
Mi nombre es Santiago Galindo, indígena de la Región Montaña de Guerrero. En las siguientes líneas daré a conocer mi experiencia como nahua hablante, para mostrar un poco de las realidades que viven en nuestro país los hablantes de una lengua indígena. Nací en una pequeña comunidad indígena nahua hablante a mediados de los años 90. En esos tiempos mis abuelos y gran parte de los habitantes de su generación, alrededor de 60 años, eran hablantes de “náhuatl”, su lengua materna. Ellos no hablan español. La generación de mis padres, con 30 años en esa época, empezaba a tener acceso a la escuela. No era por falta de ganas el hecho de que no siguieran con sus estudios sino por las distancias: el recorrido para ir a la primaria era de 1 hora 30 min., y el máximo grado de estudios era la secundaria, donde eran atendidos por docentes monolingües y uno que otro bilingüe. Al ser nuestra comunidad nahua hablante es natural que surja la pregunta ¿cómo era la relación entre hablantes de náhuatl y los maestros, hablantes del español? Hubo varios factores para que esta relación pudiera establecerse. En términos generales, digamos que en el lugar donde se encontraba la escuela empezaba a predominar el español, así que el entorno obligaba a hablar el español; esto se complementaba con lo que enseñaban en primaria y secundaria. Así que la necesidad y no tener otra opción hizo que hablaran español. Otro factor que propició que algunos habitantes aprendieran el español, incluso sin asistir a la escuela, es que al tener escasos los recursos económicos y falta de apoyo del Estado, fueron orillados a emigrar a otros lugares y en su emigrar fueron relacionándose con el español. ¿Cómo aprendí español? Desde muy pequeño mis padres en su experiencia de haber emigrado a otros estados y el grado de estudios que obtuvieron, lograron hablar un español mestizo poco desarrollado, con el cual se comunicaban conmigo. Me enseñaban el español no por demeritar la lengua sino para brindar protección, buscando brindarme más oportunidades de progreso, según el pensamiento occidental con el cual se enfrentaron fuera de la comunidad. Mis padres nunca dejaron de relacionarse con el pueblo en su lengua materna y tampoco abandonaron su pensamiento indígena. La situación de la comunidad en cuanto al habla del español se había desarrollado muy poco, pues no todos tuvieron la oportunidad de estudiar o emigrar a otros estados. La lengua materna y el pensamiento seguían intactos. En la comunidad existía la necesidad de aprender el español mestizo y el náhuatl, no solo como una forma de comunicarse sino como un habla, una forma de vida, sobre todo por la relación cercana con mis abuelos, los abuelos del pueblo, las personas adultas que dominan el náhuatl natural. Ellos me transmitieron la lengua y el pensamiento indígena que cohabita en comunidad entre personas, animales, plantas, montañas, ríos, ojos de agua, astros, etc. Así es como adquirí mi lengua materna, el náhuatl, y el mestizo español, que me serviría para acceder a los servicios que iban llegando a la comunidad, como la escuela. Mi experiencia escolar inicia en 1998, cuando ingresé al preescolar. Tenía 3 años, mi profesora era una habitante del municipio de Xalpatláhuac, estado de Guerrero, quien por fortuna entendía la lengua náhuatl y de alguna forma me relacionaba con ella. Sin embargo, en sus clases no practicaba la lengua y no por negarse, sino por el hecho de que era una escuela monolingüe, lo que significaba que las clases debían impartirse en español. A la primaria ingresé en 2001 con 6 años; en este nivel la educación era monolingüe; había dos profesoras y 45 alumnos. De las dos docentes sólo recuerdo a una y con mucho cariño, ella es originaria de Tixtla, Guerrero, estuvo en el pueblo por varios años, fue la única maestra estable, por lo que con el paso del tiempo fue incorporando en su vocabulario la lengua materna de la comunidad y es así como nos dábamos a entender con ella. Con el paso del tiempo, la relación con ella se fue haciendo muy cercana, lo que nos permitió tener la confianza de comunicarnos, socializar y participar en sus clases con nuestro español mestizo Otros docentes, que venían de las ciudades, sólo cumplían su ciclo escolar y solicitaban su cambio de centro de trabajo por diversos factores: no estaban acostumbrados a vivir lejos de su familia y en una comunidad, se sentían fuera de lugar por no entender las expresiones de los niños y existía poca o nula comunicación con la comunidad que hablaba su lengua materna. Para este tiempo empezaban entrar los partidos políticos a la comunidad acompañados de sus discursos y retórica de supuesto progreso y parte de ese progreso era el hablar el español, no mestizo, sino solo español. Con los partidos políticos y docentes nuevos cada año, esos cambios se reflejaban en nosotros, como pena de nuestra lengua. Cuando llegaba un nuevo docente en el aula había poca participación, los temas desarrollados eran poco entendidos aunque la/el docente se esmerara por explicarse. Mucho imperaba la pena y las dificultades, lo que algunas veces se traducía en no querer asistir a otro nivel escolar. También influía el hecho de que la secundaria se encontraba en otra localidad. De los que egresamos de la primaria solo 2 ingresamos a la secundaria, ubicada en Temalacatzingo, municipio de Olinalá, Guerrero. Los motivos por los que los demás decidieron no ingresar: falta de recursos económicos; nadie de la familia se ha enfrentado a la experiencia de ir a un lugar donde no hablan una lengua indígena, y la pena, eso que habían inyectado los partidos políticos y los nuevos maestros. En la familia ya había experiencia de este nivel académico, mis hermanos ya lo habían cursado aunque poco comentaban al respecto. Ya al finalizar la primaria solo me comentaron “si quieres ingresar, adelante, ayudará a que aprendas más y conozcas”. Al ingresar y vivir la experiencia de mis hermanos entendí que no era nada fácil, no solo tenía que entender el temario, sino la lengua de los maestros. En la secundaria y la preparatoria la relación con mi lengua materna fue nula, ya que la unidad académica en la que cursé se encontraba en Tixtla, Guerrero. Hasta este nivel y como hablante indígena no tuve ninguna experiencia de enseñanza en mi lengua materna, de conocer mi cultura, mis raíces, aunque fuera en español. Se me negó el acceso al aprendizaje en náhuatl. Hubiera agradecido tener acceso a unas clases de introducción al español, como se da en el inglés pero no, todo fue arbitrario. La licenciatura la cursé en el mismo lugar que la preparatoria. Mi decisión fue estudiar el Enfoque Intercultural Bilingüe, que me permitió volver a relacionarme con la lengua náhuatl. Tuve la oportunidad de realizar mis prácticas profesionales en distintas regiones y en comunidades rurales que tenían características similares a mi pueblo de origen, la diferencia es que en estas comunidades sí había escuelas bilingües con maestros bilingües, aunque todavía con algunos problemas. La lengua náhuatl en el estado de Guerrero tiene sus propias variantes, pero eso no ha sido contemplado por la Secretaria de Educación. Por ejemplo, tiene a un docente que habla la variante del centro dando clases a hablantes de la variante de la región norte o un a un docente de la variante de la región montaña, dando clases para hablantes la variante de la región centro. Pero, podemos decir, al menos hay escuela bilingüe y docente bilingüe. Después de todo este recorrido académico, hoy entendí que hay que crear posibilidades que reivindiquen la lengua y pensamiento indígena, por lo que me he dado a la tarea de crear un curso que introduzca a los hablantes de español a la lengua náhuatl, además de un proyecto enfocado a nahua hablantes que les muestre la riqueza de nuestra lengua y también los introduzca al español, a la utilidad que este tiene sin renunciar a su lengua materna, donde la diversidad pueda cohabitar.•
|