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Brasil Las mujeres lideran la defensa
Luciano Cardenes (NEPTA/UFAM) Traducción: Berenice Morales (MNA-INAH)
En el año 2008 el entonces diputado Jair Bolsonaro intimidó y amenazó a parlamentarios y líderes indígenas durante su participación en la reunión de la Comisión de Relaciones Exteriores y Defensa Nacional en la cámara de diputados en Brasilia y defendió a los hacendados latifundistas que invadieron la Tierra Indígena “Reposa Serra Do Sol”, localizada en el estado de Roraima al norte de Brasil. Las palabras utilizadas por Bolsonaro para referirse a los indígenas que tradicionalmente vivían en aquellas tierras fueron: “Indios hediondos, no educados y no hablantes de nuestra lengua brasileña [índios fedorentos, não educados e não falantes de nossa língua brasileira]”. El indígena Jecinaldo Barbosa, del Pueblo Sateré-Mawé de la región del bajo río Amazonas y representante de la Coordinación de las Organizaciones Indígenas del Amazonas Brasileño (COIAB), lanzó un objeto hacia los parlamentares durante la reunión como muestra de su indignación ante semejante postura opresora y racista. Al momento de ser cuestionado dicha acción por la prensa nacional, el líder indígena narró la invasión de sus tierras por los hacendados, explicó lo discriminatorio y racista que resultaban las declaraciones de Bolsonaro y explicó que: “Sólo les arrojé un vaso de agua porque un tenía una flecha [Eu só atirei um copo d´’água porque eu não tinha uma flecha]”. Jecinaldo, que vive en Tierra Indígena Andirá-Marau (ubicada a 1,665 km de Brasilia), fue solo uno de los líderes indígenas que confrontó al actual presidente de Brasil, quien en aquel momento iniciaba la jornada con la que representaría políticamente al agronegocio de los monocultivos, a los laboratorios de agrotóxicos de alta peligrosidad, a los líderes de las iglesias neopentecostales de carácter fundamentalista religioso y al empresariado heredero del colonialismo esclavista brasileño, quienes a su vez idolatran al imperialismo norteamericano.
Cinco meses después de ser presidente electo con 57 millones de votos, Bolsonaro comienza a cumplir sus amenazas hacia los pueblos indígenas, en medio de un escenario de guerra de información en donde circulan noticias falsas entre la población. La promesa de campaña bolsonarista de no regularizar un solo centímetro de tierra para los pueblos indígenas ha sido una de las más elogiadas por los sectores del agronegocio y la minería. La demarcación de tierras indígenas es un derecho constitucional, relacionado directamente con la reproducción física y cultural de los pueblos indígenas brasileños. Sin embargo, con la llegada de Bolsonaro al poder ejecutivo se suspendieron todos los procesos de regularización de las tierras indígenas, los cuales eran llevados a cabo por el órgano oficial de política indigenista brasileña, la Fundación Nacional del Indio (FUNAI), la cual fue eliminada de la estructura del Ministerio de Justicia y asignada a una Secretaría Especial de Políticas para la Mujer, la Familia y los Derechos Humanos (MDH), cuya responsable es Damares Alves, posicionada políticamente por los sectores neopentecotales que exigen se reglamente la evangelización de los pueblos indígenas de Brasil. Debido a esto, líderes indígenas de todo el país se han manifestado políticamente para confrontar las violaciones a sus derechos por parte del gobierno bolsonarista. Frente al panorama de una presidencia abiertamente racista, machista y misógina, llama la atención la presencia de algunas mujeres indígenas que han sacudido el escenario de disputa política. Un caso emblemático es el de la indígena Tuíra, de la comunidad de Membegokrê-Kayapó, región del Parque Indígena do Xingu, quien es símbolo de resistencia desde la década de 1980 debido a su oposición a los proyectos mineros, de construcción de carreteras y presas hidroeléctricas en la Amazonia brasileña. Tuíra es mundialmente conocida por la fotografía tomada durante una audiencia pública en Altamira, región de Pará, en el momento en que coloca su machete en la mejilla del responsable de la presa hidroeléctrica con la que se pretendía desaparecer su territorio. La imagen consiguió que la presión internacional interviniera y se abandonara temporalmente ese proyecto. No fue sino hasta el 2009, que el gobierno brasileño impuso nuevamente la construcción de otra hidroeléctrica, pero en este caso, la de Belo Monte, en la región del río Xingu en Pará.
De igual manera, tenemos el caso de Valdelice Verón, mujer indígena del pueblo Guaraní-Kaiowá, nacida en tierra Taquara, de la región de Mato Grosso del Sur e hija de Marcos Verón. Valdelice presenció el asesinato de su padre y hermanos durante una disputa por posesión de tierras con hacendados vinculados a grupos de milicia apoyados por el gobierno actual. Valdelice Verón Guaraní-Kaiwová como tantos otros líderes indígenas es constantemente amenazada de muerte. En el 2015, durante una reunión en la Cámara Federal, esta líder indígena denunció el asesinato de más de 300 personas de su comunidad, ante lo que el diputado federal Eduardo Bolsonaro, hijo del actual presidente, la intimidó públicamente. No obstante, denunció las amenazas que había sufrido gritando en coro con los demás líderes indígenas: “Tierra, vida, justicia y demarcación [Terra, vida, justiça e demarcação]”. Durante abril del 2019, Valdelice se mantuvo denunciando los incesantes asesinatos de la comunidad Guaraní-Kaiowá, subrayando el acceso a la educación superior y el papel de la educación para expresarse por medio del lenguaje y conocimientos que los blancos entienden. Otro caso sobresaliente es el de la mujer y líder indígena Sônia Bone, del pueblo Guajajara, representante de la Articulación de los Pueblos Indígenas de Brasil (APIB), la organización con mayor representación política en Brasil. En la elección contra Jair Bolsonaro, Sônia Guajajara fue la primera mujer indígena en participar en una elección presidencial junto con Guilherme Boulos(PSOL), líder del Movimiento de los Trabajadores Sin Techo (MTST) de Sao Paulo. La unión de los pueblos indígenas de la selva y de la ciudad no ganó las elecciones, pero la pauta del “Buen vivir” y la “Lucha por la tierra” fue colocada en contraposición al capitalismo y neoliberalismo promovido actualmente en el país. Fue Sônia Bone quien unificó las diferentes banderas de los pueblos indígenas de Brasil, dialogó con los movimientos sociales de la ciudad y nos hizo recordar lo que Tuíra Kayapó y Valdelice Guaraní-Kaiowá afirmaron. No existe un plan B para las poblaciones pobres de la urbe, del campo y de las localidades indígenas: “La lucha por la madre tierra es la madre de todas las luchas. ¡Demarcación ya! [A luta pela mãe terra é a mãe de todas as lutas. Demarcação, já!]”. •
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