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Nosotros ya no somos los mismos

Otro eslabón de la cadena García Valseca // La magia china existe // Así nació la abuela de esta columneta // Las facturas por no publicar

L

a misión de Benjamín Wong en Saltillo era simple y complicadísimamente difícil: implementar todo lo necesario para que, a la brevedad, la capital del estado fuera otro eslabón de la cadena García Valseca, la más importante red de prensa impresa del país y, seguramente, del continente latino.

La tarea no era fácil porque Saltillo era un feudo difícil de penetrar. Pero la magia china existe, no me cabe duda. Merced a su inteligencia, talento y, digamos, actitudes conductuales, en brevísimo tiempo Benjamín había ya hecho migas con el obispo Guízar Barragán o monseñor Torres Hurtado (no puedo precisar, pese a que fui su monaguillo consentido). Pero igual lo hizo con los maestros grado 33 de las logias masónicas. (En la ciudad existían, en esos tiempos, tantos masones como caballeros de Colón.) Y con las estiradas damas saltillenses, tan devotas y presuntuosas, que sufrían vahídos cuando alguna de sus celebraciones no se registraba en la paginita de sociales de los diarios locales.

Con el gobierno, en sus diversos niveles, esa inesperada intrusión periodística en las intimidades oficiales, ¡claro! que les provocaba preocupación y recelo.

Si el capitán don Gonzalo Fernández de Córdoba (¿recuerda usted la anécdota de Las cuentas del gran capitán?) exigió a su alteza Fernando el Católico en 1506, por “picos, palas y azadones… 100 millones” ¿Cuál sería la pretensión de este conocido bucanero, que además tenía el grado superior de coronel?

De García Valseca aún se recuerdan amagos, chantajes, extorsiones tan descomunales como irrefutables. Su fama le garantizaría en la actualidad un lugar de privilegio en la lista de los 30 y tantos periodistas que el INAI, merced sin duda a una revelación divina, se enteró de que, pese a ser ágrafos en su mayoría, habían descubierto, gracias a la tecnología digital, una nueva fase de la alquimia: la que les permitió hacer realidad el sueño de los legendarios hechiceros de la Edad Media: el hallazgo de la piedra filosofal: capaz de convertir en oro cualquier otro metal.

Aquellos, bien lo sabemos, no lograron su propósito, pero, ¿qué tal nuestros chamanes autóctonos, cruzados con la cultura de las divinidades germanas y galas? ¿Apellidos? Si se sienten aludidos, los daremos. Y algunos repugnantes traidorzuelos originarios del cono sur, cuyo pinochetismo los identificó automáticamente con el régimen salinista. De éstos y de los otros ya hablaremos.

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▲ Benjamín Wong no era la perita en dulce que su cara ovalada y sus ojos hacían creer.Foto Arturo Guerra

Para terminar, les cuento que don Benjamín no era la perita en dulce que su cara ovalada y sus ojos (diría Woody Allen, no miraban, sino cuestionaban) nos hacían creer. Vean si no: a la vuelta de mi casa vivía una linda y muy inteligente jovencita, que fue seleccionada como secretaria del director general del naciente periódico. Todas las tardes iba yo a visitarla y a enterarme de lo que en mi pueblo pasaba. Un día, Benjamín nos dijo: los he oído platicar tantos comentarios, rumores y chismes que, si los escriben, pueden crear una columna muy atractiva para los jóvenes. ¿Se animan? Lo que a mí me quitó el habla a Constanza Cavazos, que así se llamaba la joven en cuestión, la encendió: ¿Empezamos mañana? Y así fue como nació la abuela de esta columneta. Lamento que desde entonces no haya mejorado, pero Constanza, por desgracia para Benjamín y todos los amigos, murió antes de lo imaginable.

Al tiempo, yo quería un periódico en el que pudiera escribir con absoluta libertad. Benjamín me dijo, con las pocas palabras que solía usar: Sé el dueño, aunque los dueños del dueño suelen ser los anunciantes. Le hice caso y fundé Crisol, que pomposamente se decía: Voz y pensamiento de los estudiantes coahuilenses. No duró mucho. Benjamín regresó al maravilloso DF y yo, como migrante, me vine a buscar mi oportunidad.

A Benjamín debo mi primera columneta y mi primer intento por hacer un periódico diferente.

Un pedacito de historia reciente y, muy, muy actual: el jefe de prensa de una institución gubernamental se comunica con el coronel García Valseca y le dice: Mi coronel, están sobre mi escritorio una serie de facturas de la empresa editora que usted preside, pero, como la cantidad es exorbitante y no contamos con el total que ustedes nos reclaman, mandé recabar todos los antecedentes relativos que ayuden a sustentar esta erogación. Como no encuentro antecedente alguno, ¿podría usted ayudarnos haciéndonos llegar copia de la documentación respectiva? Después de un largo silencio y profundos carraspeos, el coronel contesta: “Mire, don Rafa, como usted está recién llegado le echo una mano: de todo lo que nos piden que publiquemos, claro que hay papeles, pero estas facturas son por lo contrario. Mándeme la orden de ‘no publicación’ y le regreso la factura correspondiente.”

¿Debo alguna aclaración?

Twitter: @ortiztejeda