Opinión
Ver día anteriorDomingo 2 de junio de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
¿La fiesta en paz?

Grandeza intemporal del toreo // Contrastes entre la crítica de acá y de allá

¡Q

ué grandeza adquiere la tauromaquia cuando el encuentro sacrificial es genuino! La tarde del jueves pasado en Las Ventas, la encastada y exigente corrida de Adolfo Martín y la entrega dramática de Manuel Escribano, Román y Andrés Roca Rey, protagonizaron esa ceremonia intemporal dispuesta a rendir culto, al precio que sea, a la deidad táurica en todo su poder y con todas sus implicaciones. Se gozó, se sufrió y nadie osó divertirse. ¡Ah que los figurines y sus toros de la ilusión!

Amiguismo, influyentismo y otros ismos, tan añejos como nefastos, siguen cobrando caro las imposiciones antojadizas y las ayudas improvisadas. Con motivo de la presentación del novillero franco-mexicano André Lagravere El Galo (Mérida, Yucatán, 1999) en la monumental de Las Ventas en el decimocuarto festejo de la Feria de San Isidro, el portal AlToroMéxico.com publicó el lunes 27: “Una digna actuación firmó André Lagravere El Galo hoy en Madrid, donde estuvo esforzado delante del lote de La Quinta, a lo largo de un festejo con diversos pasajes de entrega a cargo de la terna”...

La opinión anterior contrasta con la del crítico español José Ramón Márquez –a prudente distancia del publirrelacionismo untuoso que también allá adopta la crítica al servicio del sistema taurino– en su nota aparecida el miércoles 29 en el portal Salmonetes ya no nos quedan: “Lo de El Galo es inclasificable y alguien debería explicar qué hace un muchacho tan verde en Las Ventas. Su primero era Marsellés, un novillo cuajado que ataca con todo al capote, vibrante embestida... El toro corre al cite de la muleta desde la distancia y ahí se encuentra con Galo que no templa, corre, sigue sin templar, vuelta a la carrerita, luego un enganchón, luego otro, se pasa la muleta a la izquierda, el toro se lo come literalmente, vuelve a la derecha, carrerita, enganchón y, por fin, estocada tendida y caída soltando la muleta y estocada desprendida soltando la muleta.

“Hemos visto a tíos en la capea de Ciudad Rodrigo con mejores argumentos que los de El Galo. En su segundo, más de lo mismo. Por no aburrir: un capote extremadamente vulgar, mal en banderillas donde el toro le acosa en una carrera agónica y eso que antes le había obligado a meterse al burladero también a la carrera, impotencia ante el novillo al que en ningún momento llega a poder y remate, eso sí, con la peste Bernarda antes de dejar una estocada baja soltando la muleta y rematada con una nueva carrera.

“Al lado de las de El Galo, las maneras elegantes y toreras de Francisco de Manuel formaban un contrapunto exagerado. En su primero dibujó un sobrio quite por verónicas rematado con una torerísima larga que es lo mejor de la tarde… y, cuando esperábamos que el madrileño se pusiese a torear, se ve que la cosa no iba por ahí, que el toro se fue sin torear, y aunque recibió su ración de jarabe de pase, no podemos decir que allí manase el toreo en ningún momento, así que nos quedamos con un palmo de narices y haciéndonos la pregunta de quién será el que le está quitando el alma a este torero y encaminándole a la deleznable secta destructiva del pegapasismo”, concluía Márquez.

Desde luego la idea –criterio no hay– que anima a los influyentes amigos de los Lagravere a incrustarlos con calzador en plazas y carteles importantes, lejos de apoyar sus carreras ha constituido un notable retroceso. A menos que considerar digna la actuación de El Galo en Las Ventas sea sólo una apreciación más positiva que calificarlo de verde. Los actuales no deberían ser tiempos de autoengaños, ni en los toros ni en lo demás.