Sólo de escucha
veces, la voz de la calle acierta ahí donde las sesudas cabezas no atinan respuestas. Otras veces basta con escuchar al vecino para encontrar un sendero que tercamente se había escondido. Las más de las veces alguien ya resolvió un problema que nos ha paralizado durante años… ¿Por qué eliminar estos y otros caminos no menos virtuosos, buscando soluciones entre los sabios acreditados, en vez de también disponerse a la escucha? Y no es porque lo diga ésta, su atenta tecleadora, sino porque lo experimenté entre otros cientos de miles de ciudadanos, desde sus inicios en los años 60 del siglo XX, hasta que fue parte indisoluble de la inteligente vialidad parisina…
El principio no pudo ser más obvio: teniendo transporte público, colectivo e individual, y vehículos privados individuales y colectivos, la Alcaldía decidió acotar al máximo una contaminación que solía engañar al visitante de la Ciudad Luz con una pretendida noble pátina sobre las fachadas. Decidió, pues, minimizar el consumo de combustibles diarios por kilómetro y persona. ¿La solución? Carriles confinados para el transporte público, tanto colectivo como individual. Los taxis, perteneciendo a esta última categoría, por su tamaño y agilidad fueron autorizados a rebasar y retomar su carril, contrariamente a los autobuses. ¿Resultado? Ningún propietario de automóvil particular, en su sano juicio, volvió a tomar su propio vehículo para ir y volver del trabajo, pues sabía que en un taxi le tomaría la mitad del tiempo, cero estrés y bajarse frente a su destino sin buscar estacionamiento. Los bendecidos usuarios, usan desde entonces sus vehículos sólo después de las 10 de la noche y los fines de semana.
Por su parte, los taxistas tienen trabajo y no circulan vacíos, contaminando y gastando parte de sus ingresos en busca de pasajeros. Se limitan a llegar a las llamadas cabezas de estación
, donde cada taxi espera su turno de ocupación, mientras los choferes estiran las piernas o dormitan, como humanos. Y los usuarios saben que al cabo de tres bocacalles y en cualquier sentido, encontrarán un taxi o llegará uno en breve. Esta solución la usan quienes tienen recursos para mantener un coche propio, pero crean empleos para los trabajadores en vez de ir a comprarse otro… ¿Qué le impidió a Tania Müller y a Mancera escuchar esta propuesta? ¿Qué le impediría a la actual jefa de gobierno de la Ciudad de México adoptar una solución que tal vez no vio o no le interesó cuando visitó a sus homólogas de Madrid y París, entre otras? Esperemos que ella y sus operadores viales usen la oportuna escucha. Pues no hay una sola solución global: son su conjunto lo que cambia las cosas. Cuento con la acción de ustedes, lectores de buena fe, para viralizar la demanda. Por el bien de todos: primero los taxis.