Sábado 25 de mayo de 2019, p. a15
Mónaco. Más allá de la fiesta que la Fórmula 1 suele tener en Mónaco, es la tristeza la que impera este año tras la muerte del austriaco Niki Lauda, figura durante más de 45 años de las carreras y del paddock.
El tricampeón de la F1 (1975, 1977 y 1984) murió el lunes, menos de un año después de haber sido sometido a un trasplante de pulmón. Tenía 70 años. El piloto conquistó dos de sus tres títulos de la F1 tras su regreso de un espeluznante choque que le dejó al borde de la muerte dentro de un monoplaza en llamas en el Gran Premio de Alemania en 1976.
No era sólo uno de los más grandes pilotos de la historia, sino también un jefe de escudería, consejero y una voz única en este deporte donde se mide cada palabra. Era una enorme ventaja para nuestro equipo tener a alguien que ya no sentía la necesidad de ser políticamente correcto, le daba igual
, dijo, visiblemente emocionado, el también austriaco Toto Wolff, presidente de la escudería Mercedes de Fórmula 1, de la que Lauda era presidente no ejecutivo. En su opinión, con la muerte de Lauda la F1 ha perdido su alma
.
Los miembros del equipo alemán llevan en Mónaco unos brazaletes negros en señal de luto y reparten a las escuderías rivales unas pegatinas en las que se lee Danke Niki
(Gracias Niki) para pegarlas en sus monoplazas.
Sebastian Vettel, piloto alemán de la italiana Ferrari, llevará en la carrera un casco similar al de Lauda para ofrecerle unas últimas vueltas en Mónaco
, donde venció en dos ocasiones, en 1975 y en 1976.