Opinión
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El joven Mozart en manos jóvenes
S

e dice que el Concierto No. 9 de Wolfgang Amadeus Mozart es no sólo su primer gran concierto pianístico, sino también su primera obra maestra indiscutible. Este juicio no es del todo temerario, si se tienen en cuenta las proporciones perfectas de la obra, su luminosa escritura para el teclado, su diáfana y precisa orquestación y la lógica impecable de sus ideas musicales. Por otra parte, a pesar de ser una obra relativamente temprana se trata de un concierto de severa exigencia técnica y expresiva.

De hecho, es un concierto más temprano de lo que su numeración pudiera hacer pensar; estrictamente, es apenas el cuarto concierto pianístico original de Mozart, ya que los primeros cuatro de la serie son adaptaciones sobre músicas de compositores menores de su tiempo. Lo cierto es que el Concierto No. 9 de Mozart representa la frontera entre un antes y un después en la concepción y realización de conciertos para piano. Este es precisamente el concierto, que por adecuada coincidencia lleva por título Jeunehomme, que el joven pianista coahuilense Sergio Vargas tocó el fin de semana pasado, y muy bien tocado, en Bellas Artes con la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN), bajo la batuta del director español Andrés Salado.

Lo que bien empieza, bien termina, y buena parte del éxito de esta ejecución quedó delineada desde el aplomo y seguridad de Sergio Vargas para incorporarse de inmediato al discurso musical de un concierto atípico en el sentido de que carece de la usual introducción orquestal protectora.

De ahí en adelante, el joven solista dio muestra de una clara comprensión, ciertamente adelantada a sus años, de los asuntos fundamentales del estilo y la expresión, notable por igual en sus trinos articulados con claridad y solidez y en su trazo de los amplios arcos melódicos mozartianos, dibujados con una muy natural respiración sonora, sin tropiezos ni interrupciones.

Después de tocar exitosamente los dos primeros movimientos del Concierto No. 9, Sergio Vargas coronó su admirable ejecución con una inteligente lectura del Rondó final en la que destacó su comprensión y expresión de los diversos estados de ánimo que habitan esta deliciosa pieza, momentos de alto contraste que requieren gradaciones pianísticas sutilmente calibradas.

En suma, un Jeunehomme simultáneamente rico en coincidencias y contrastes, igualmente eficaz en su visión de conjunto y en sus detalles particulares, una ejecución en la que el joven pianista originario de Torreón fue bien secundado por la conducción orquestal de Andrés Salado. Queda por trabajar, acaso, el lograr una mayor proyección sonora para los pasajes de dinámica más robusta, asunto que sin duda progresará con el embarnecimiento y con el pulido del mecanismo pianístico.

Después de su muy clara y muy fluida ejecución del Jeunehomme de Mozart, Sergio Vargas dio una muestra más de su precozmente madura comprensión de los estilos musicales, al ofrecer una interpretación de una gavota de la Suite francesa No. 5 de Bach articulada con preceptos cercanos a la música barroca, pero sin manierismos, con rigurosa atención a métrica y pulso más severos que en Mozart, y evitando del todo el uso del pedal.

No cabe duda que tocar tanbien el piano a tan temprana edad conlleva el peligro de generar entre el público cursi, despistado y chabacano ciertos comentarios más bien ridículos, como éstos, escuchados el domingo pasado en Bellas Artes: ‘‘¡Ay, si parece un angelito!”; ‘‘¡Está divino, es como si Mozart hubiera revivido!”. Y, el peor de todos, de pena ajena: ‘‘Este niño prodigio toca con una delicadeza casi femenina”.Estoy seguro de que Mozart, desde la fría y oscura fosa común, protesta enérgicamente a nombre de Sergio Vargas y en el suyo propio.

Comento, de manera tangencial, que en ese concierto de la OSN no funcionó el modelo del DPD (Director Platicador Didáctico), entre otras cosas porque la mezcla del lugar común, la condescendencia y el dato equívoco no es buena ni para el público ni para la música, sobre todo cuando con la batuta se contradice flagrantemente lo dicho con la palabra.