18 de mayo de 2019 • Número 140 • Suplemento Informativo de La Jornada • Directora General: Carmen Lira Saade • Director Fundador: Carlos Payán Velver

Las Huastecas

Se solicita una política integral que
trascienda las fronteras estatales


Ofrendas en el cerro. Atlapesco, Hidalgo.
Arturo Gómez Martínez  Museo Nacional de Antropología  PNERIM INAH

En el oriente de México y frente a la costa del Golfo se ubica la Huasteca, una región cultural cuya fisiografía de montañas y tierras bajas le permiten tener entornos naturales muy diversos; ahí desde hace unos 1700 años antes de nuestra era hubo asentamientos humanos, donde ahora habitan las culturas indígenas: huastecos, nahuas, pames, tepehuas, otomíes y totonacas. Como producto de las relaciones interétnicas, se ha configurado una identidad regional que se percibe en una historia y vida cotidiana relativamente común. La producción intelectual, el arte y la comida desatacan entre los aspectos compartidos; así encontramos cosmovisiones agrarias basadas en héroes culturales (Chicomexóchitl y Dhipac) que crearon el maíz y lo entregaron a los seres humanos para su alimentación; las fiestas del carnaval y de los difuntos definen el tiempo sagrado, regulados a partir de los ciclos agrícolas que se practican, una en época de secas y la otra para el periodo de las lluvias. La música sagrada, la danza y el papel amate recortado configuran los procesos de la vida ceremonial, asociadas al culto de los cerros, las cuevas, la lluvia, el fuego, la tierra, el viento, los muertos, el Diablo y el maíz.

Todavía mucho más incluyente es el son huasteco, se toca y se baila en las fiestas populares y lo mismo atrae a los indígenas que las poblaciones mestizas (quienes no tienen problema en autodenominarse huastecos); entre las variedades de comidas, el zacahuil es desprovisto de sus fines ceremoniales para la deidad de la tierra y se ha entronizado como el alimento exótico de la Huasteca, al lado de las enchiladas y la carne seca.

Generalidades culturales recorren el territorio de la Huasteca, algunos muy antiguos como la cerámica de Chililico; sin embargo, en el interior se crean especificidades regionales que no obedecen a delimitaciones geopolíticas; por otra parte, los lindes interestatales entretejen territorios y culturas para hermanarlas, pero también para destacarlas como espacios genuinos, produciéndose así lo que se denominan como las huastecas: queretana, potosina, hidalguense, tamaulipeca y veracruzana. Sin menguar entre huapangos, zacahuil, ganado vacuno y petróleo, la Huasteca también es un territorio interétnico de tensiones y conflictos desde tiempos históricos; la tierra y los recursos naturales han sido el centro de atención en las disputas, pues cuenta con abundantes riquezas hídricas, forestales, agrícolas, ganaderas, minerales y petróleo. Desde las aguas marinas, la costa y la sierra hay productos que se han insertado en las economías regionales, nacionales e internaciones, de tal forma que las interacciones con otros sectores de la sociedad mexicana son permanentes. Los pueblos indígenas que ahí habitan experimentan procesos de despojos, abusos, discriminación y escasamente diálogos; vejaciones que han traído como consecuencia la reducción de sus territorios, el abandono de prácticas agrícolas, la pobreza alimentaria, la migración, el desplazamiento de las lenguas indígenas y en general caen en la erosión de sus culturas.

La importancia de la Huasteca como parte de la economía y del desarrollo integral de México ha tenido diferentes atenciones dependiendo de la adscripción territorial en la división política de los estados; es una región que se encuentra entre los límites interestatales y dependiendo de sus aportaciones y usufructo de los recursos naturales o energéticos recibe los apoyos, en este contexto se nota la existencia o ausencia de vías de comunicación, así como de obras de infraestructura entre comunidades vecinas que pertenecen a determinados estados, ello conduce a la desigualdad de oportunidades, así como de acceso a formas de vida dignas. Las ciudades de Jalpan, Xilitla, Ciudad Valles, Pánuco, Tampico, Chicontepec, Álamo y Huejutla funcionan como ejes rectores de la economía regional, pero también son los polos urbanos que han condicionado los procesos históricos y las formas de vida indígenas.

En la vertiente de la serranía y las tierras bajas potosinas, los atractivos naturales de corrientes y caídas de agua, así también accidentes geográficos ha atraído al turismo, donde los indígenas sólo representan atracción con sus danzas, artesanías y vestimenta; en la planicie veracruzana la ganadería vacuno, la zafra y los cítricos están acelerando el proceso de desertificación de los suelos, la erosión ha aumentado por el uso constante y contaminación con químicos, el desplazamiento de policultivos como el sistema milpa, la pérdida de la biodiversidad y la disminución en la variedad de alimentos. En los lomeríos y sierra de Hidalgo las tierras son muy escasas, por lo tanto las disputas ocasionan violencia y despojos, aunado a la falta de mercados para los productos agrícolas y pecuarios, lo que desencadena también en migraciones masivas a las ciudades de México y Monterrey, así como a los Estados Unidos.


Carnaval Otomí, Ixhutlan de Madero, Veracruz.

El petróleo y sus métodos de extracción han propiciado la contaminación ambiental, así también de problemas sociales por la creación de nuevos núcleos poblacionales productos de la instalación de pozos petroleros. La agricultura extensiva de monocultivos por parte de empresas deja grandes beneficios con la caña de azúcar, naranja, café, papaya, litchi, pistache y soya; muy a su pesar los indígenas han aceptado el arrendamiento de sus tierras que ha acabado con la agricultura tradicional y con ello se pierden los conocimientos de la milpa y se empobrecen las fuentes de la alimentación. El agua que utilizan las empresas se ha monopolizado y los residuos industriales han sido las fuentes de contaminación de los acuíferos, han generado violencias y discriminación étnica.

En consecuencia, la ganadería bovina ocupa grandes extensiones en la Huasteca, situación que ha diezmado la vegetación primaria, con efectos de la deforestación y  con ello los conflictos sociales con relación a los abastecimientos de agua. Los cacicazgos históricos por el control de tierras para pastizales promovieron el desplazamiento de las comunidades indígenas hacia tierras poco fértiles, lo que en la situación actual los mantiene marginados por la escasa rentabilidad de sus parcelas.

La lista de problemáticas es amplia, van desde temas de la vida cotidiana, la organización social, la seguridad social, la producción de alimentos y el patrimonio cultural; todos ellos deben abordarse desde un plan regional y las políticas públicas deben aplicarse en un contexto intercultural, sin anteponer los límites geopolíticos estatales, lo cual implica realizar convenios de colaboración entre los gobiernos estatales para atender una población que se reconoce en una identidad propia y que necesita desarrollarse sin fragmentación. Es importante fortalecer las economías locales y regionales para evitar la migración masiva, esto requiere que parte de la sobreproducción pueda ser comercializada competitivamente. Por otra parte, que las instituciones de cultura realicen planes de visibilización, educación y acciones de salvaguardia para fortalecer las cosmovisiones y tradiciones de los pueblos indígenas, en apego y respeto a la diferenciación lingüística y étnica. Las creaciones artesanales, así como los conocimientos propios deben ser sujetos de protección mediante legislaciones y apoyos que les permitan destacar su identidad, pero también les sirvan para activar formas de economías comunitarias.•

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