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Sierra Norte de Puebla No vemos a un Estado que reconozca Pablo Ramírez Pérez OIT-UNITONA
Sergio Enrique Hernández Loeza CESIK Somos sujetos colectivos y desde la experiencia que nos muestran nuestras comunidades de la sierra norte podemos decir que nuestra organización, la Unidad Indígena Totonaca Náhuatl (Unitona), creada en el año 2000, buscamos fortalecer la vida comunitaria. Desde hace 19 años coincidimos en que debemos de organizarnos entre pueblos para poder resolver las problemáticas estructurales que nos lastiman. Somos sujetos históricos ya que desde nuestro cotidiano andar vamos tejiendo la vida en común. Las experiencias que vamos gestando son varias y diversas. Algo que consideramos importante es que en nuestros 19 años de vida colectiva hemos tenido una serie de esfuerzos por ir haciendo valer nuestras voces desde la propuesta de derechos indígenas (2000-2005), los trabajos para el cuidado y respeto de nuestra madre tierra (2000-2016), los cursos de medicina tradicional (2000-20018), los aportes al plan pastoral de la zona norte de la diócesis de Puebla (1950-2011), reuniones y foros informativos contra los proyectos de muerte (2010-2013), la gestación del Consejo Tiyat–Tlali en Defensa del Territorio(2012-2019). Nuestro paso es lento pero constante, ya que todos los trabajos se realizan pensando en el bien común. Nuestro camino es por el trabajo comunitario, abajo, con nuestra madre tierra, del lado del corazón. La experiencia del servicio es para dar vida. La historia nos demuestra que debemos repensar nuestro actuar colectivo, ya que en este tiempo de caminar nos hemos dado cuenta de que hay una diversidad de procesos sociales, comunitarios y colectivos que apuestan por los proyectos de vida, y no deseamos caer en el error de reproducir recetas. Ya no creemos que el camino está en la actitud colonizada de creer que el gobierno-gobernante en la estructura del Estado nos hará un favor. Nos ha dolido y hemos aprendido que nuestro surco es primero. Para avanzar debemos hacer lo que nos toca como pueblos. Nos estamos preparando para poder exigir colectivamente. Enmarcados en esta experiencia vemos que la llamada Cuarta Transformación no responde a los intereses de los pueblos indígenas de la Sierra Norte de Puebla. Primero partamos de considerar que las otras tres transformaciones que se toman como referente tampoco lo han hecho: en la Independencia resultó triunfador el proyecto criollo; en la reforma se impuso el liberalismo y se lastimó la propiedad comunal; en la revolución el proyecto agrarista del zapatismo fue derrotado por los latifundistas del norte. La impronta desarrollista y liberal es la constante, reproduciéndose el colonialismo interno del que hablaba Pablo González Casanova desde principios de la década de 1960. Lo vemos claramente en los proyectos extractivistas y neoextractvistas que se busca imponer en diferentes municipios de la región, y que vienen de gobiernos previos: extracción minera, construcción de hidroeléctricas y explotación petrolera. Tomemos como ejemplo el de la extracción minera que la empresa canadiense Almaden Minerals pretende realizar en la región de Zautla e Ixtacamaxtitlan, al que Francisco Quiroga, subsecretario de Minería, dio su respaldo en diciembre de 2018 en un discurso en Santa María Sotoltepec. La población organizada realizó entonces una movilización a la Ciudad de México, desde donde dio a conocer un comunicado en el que se plantea la situación actual: “el Gobierno Federal tiene ahora una oportunidad única para demostrar que cumplirá con sus obligaciones de respeto, protección y garantía de los derechos humanos, que no se conducirá con las mismas prácticas violatorias, y que por tanto, pondrá la vida y los derechos colectivos de los pueblos y comunidades indígenas y agrarias, por encima de los intereses de las empresas”. Un asunto pendiente es la resolución ante la demanda interpuesta por la comunidad nahua y ejido de Tecoltemi, Ixtacamaxtitlán, ante la justicia federal aduciendo que la entrega de dos concesiones mineras en su territorio por parte de la Secretaría de Economía se había dado sin consulta previa. Y más allá del resultado de la demanda, preocupa que las consultas que el gobierno federal actual ha llevado a cabo no han seguido procedimientos que garanticen la participación informada y directa de las personas afectadas. El uso de una retórica que alude a “primero los pobres” resulta problemática porque clasifica a ciertos sectores de población como necesitados de proyectos de infraestructura e industrialización para salir de su condición de carencia. Es en ese marco que el despojo territorial sigue siendo necesario para el proyecto de gobierno, pues su meta son los recursos económicos que nos lleven a ser menos pobres. Pero justo esa impronta antipobreza destruye la vida en general y las formas de vida que miran en otra dirección que no es la del capital. Los programas asistencialistas se vuelven entonces una opción, pues se calcula que con ellos se aumentarán los ingresos económicos y mejorarán las condiciones de vida de la población. Sin embargo, lo que se genera es dependencia hacía el gobierno, clientelas políticas y ruptura de los tejidos comunales. El candado que se ha pensado para romper con las lógicas clientelares es el de la asignación directa e individualizada de los apoyos. Bajo está mirada se privilegia la ciudadanía individual, reforzando la visión del Estado-tutor que ve por individuos, negando de facto la posibilidad del reconocimiento de sujetos colectivos. Un sector especialmente sensible frente a estas políticas es el de los jóvenes. En la mayoría de los pueblos de la Sierra Norte de Puebla los jóvenes migran a las ciudades una vez que concluyen la secundaria o el bachillerato, debido a procesos de escolarización que privilegian contenidos descontextualizados e incentivan que pongan su mirada en las formas de vida urbana y de la modernidad capitalista. Así, un asunto pendiente es la generación de políticas públicas que permitan que los jóvenes resignifiquen la vida indígena y campesina sin necesidad de abandonarlas, sino que se vean fortalecidas como formas de vida dignas y deseables. Vemos también un problema grave con la llegada de grupos de delincuencia organizada que trafican combustibles y drogas, principalmente, y que han tenido un crecimiento exponencial en los pasados años. Si a su presencia le sumamos el pésimo estado de las vías de comunicación, tenemos que los caminos de la Sierra Norte de Puebla se han convertido en espacios propicios para que los grupos delictivos realicen atracos. No debemos olvidar, también, los asesinatos de activistas sociales en años recientes que han quedado sin resolución. Las transformaciones requieren un empuje social que muestre una fuerza, un común ideológico para entender y atender las circunstancias. Consideramos que hay que poner en común la vida colectiva. Hay transformaciones que se dicen de palabra buscando incluir a todos, pero en sus acciones son excluyentes. Los pueblos originarios estamos caminando, pero en esta coyuntura no hemos notado un gesto claro de reconocimiento de los sujetos que pertenecemos a los pueblos originarios. Nos cuestiona el hecho de reconocer que estamos inmersos en un Estado nación que parte de una estructura que ha generado y genera perversiones, con el pretexto de administrar los bienes nacionales, frente a estructuras colectivas-organizativas-comunitarias-territoriales como las que vamos tejiendo. ¿Cómo los gobiernos electos desde un esquema colonial promueven diálogos, consultas y ejercicios de consenso más reales? Nuestro trabajo y servicio es para seguir caminando. Los pueblos indígenas nos estamos reconstruyendo, por eso es necesario cultivar los pilares que sostienen la vida, la identidad, la unidad de nuestras comunidades desde el territorio, el trabajo comunal, el poder y el disfrute comunal.•
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