18 de mayo de 2019 • Número 140 • Suplemento Informativo de La Jornada • Directora General: Carmen Lira Saade • Director Fundador: Carlos Payán Velver

Oaxaca

El camino para construir una nación
que asuma su pluriculturalidad

Miguel A. Bartolomé y Alicia M. Barabas  Profesores de investigación eméritos del Centro Oaxaca del Instituto Nacional de Antropología e Historia

Oaxaca es sinónimo de pluralidad cultural, inserta en el seno de relaciones sociales de desigualdad, lo que representa un gran reto para la convivencia intercultural. Tanto la antigua práctica indigenista de integración, como el discurso del “indianismo” apologético o la aún generalizada visión denigratoria -explícita o implícita- siguen reproduciéndose de manera acrítica, básicamente porque no se recurre al conocimiento que brindan las referencias empíricas, que suelen ser reemplazadas por las construcciones ideológicas de un imaginario colectivo por lo común prejuicioso y huérfano del sustento que otorga la realidad.

En un ámbito como el oaxaqueño, caracterizado por la pluralidad cultural que le proporcionan los pueblos originarios que en él conviven: amuzgos, cuicatecos, chatinos, chinantecos, chochos, chontales de Oaxaca, ixcatecos, huaves, mazatecos, mixes, mixtecos, nahuas, triquis, tzotziles, zapotecos y zoques, además de los tacuates, grupo de lengua mixteca, y los afromexicanos, la antropología tiene que contribuir a la caracterización de una sociedad compuesta por muchos interlocutores: las instituciones estatales, los partidos políticos, el sistema jurídico, la sociedad civil, los movimientos etnopolíticos y, por supuesto, los mismos pueblos indígenas.


Pluralidad cultural inserta en el seno de relaciones sociales de desigualdad.

Una parte central del trabajo antropológico debe estar dedicada a dar información, conocimientos y sistematización de saberes a los indígenas, para que los utilicen en su beneficio y de acuerdo con sus intereses, sin expropiarles su protagonismo expresivo. Cabe destacar una frecuente confusión teórica. El concepto de multiculturalismo ha pretendido reemplazar al de pluralismo en la literatura antropológica y política, pero nosotros insistimos en la pertinencia del concepto de pluralismo para designar la existencia de la diversidad cultural y el derecho a la diferencia de los grupos indígenas, ya que el multiculturalismo alude en realidad a los nuevos contextos sociales y culturales constituidos en los países europeos por las crecientes migraciones de pueblos no-occidentales.

El pluralismo refiere a contextos coloniales o neocoloniales y supone prerrogativas y derechos, incluso territoriales, que los migrantes no suelen hacer suyos. Para aproximarse al panorama social de Oaxaca hay que tratar de comprender la constante confrontación de lógicas y prácticas culturales de un estado pluricultural que sólo en épocas recientes ha comenzado a asumir esa condición.

Si se olvidan las diferencias culturales de cada una de las sociedades nativas, lo que suelen hacer las instituciones y los intelectuales que manejan un pluralismo retórico y conocen un “indio genérico”, resulta en frecuentes incomprensiones que podrían ser amortiguadas si los protagonistas se conocieran mejor entre sí. Esa homogeneización de “lo indígena” pierde de vista las tradiciones culturales y configuraciones socio-económicas propias de agricultores, pescadores, pastores o silvicultores, así como las múltiples transformaciones promovidas por los cada vez más numerosos indígenas urbanos; maestros, obreros, artesanos, comerciantes, empleados, y la ya sensible presencia de indígenas que poseen grados de enseñanza media, así como profesionales universitarios.

Un breve panorama demográfico: en 2015 Oaxaca tenía 3,967,889 habitantes, de los cuales 1,205,886 eran hablantes de alguna lengua indígena, lo que constituía el 32.2% de la población. Sin embargo, el 65.7% se autoidentificaban como indígenas aun cuando ya no hablaran esas lenguas. Por estas discrepancias debe afinarse la conceptualización del término indígena, ya que sin definiciones operativas no podemos saber la magnitud numérica de las poblaciones nativas ni su inserción en las economías estatales o las políticas públicas que se requieren.

El indicador lingüístico es insuficiente ante el creciente número de personas que se conciben a sí mismos como indígenas, a pesar de no hablar la lengua materna. Su identificación se basa en la residencia, la comunidad, el parentesco, el hábitat, la historia, la cultura compartida u otros rasgos considerados relevantes por ellos mismos. El criterio de autoidentificación puede ser ambiguo y se presta a manejos instrumentales cuando se espera algún tipo de beneficio de la filiación, pero en muchos casos representa la actual afirmación identitaria de millones de seres humanos a los que las políticas estatales integracionistas, que perduraron hasta 1980, obligaron a renunciar a sus idiomas.

Gran parte de los que no se consideran indígenas son “indígenas des-indianizados”, como consecuencia del estigma adjudicado a la condición étnica desde la época colonial, y especialmente desde la Revolución Mexicana, con el afán de construir una nación lingüística y culturalmente homogénea. Es significativo resaltar que las “pérdidas” culturales, y aún las lingüísticas, pueden ser reversibles, dando lugar a procesos de recuperación cultural e identitaria.

La situación económica de Oaxaca es peor que la del resto de la población nacional. En 2012 el INEGI contabilizó 61.9 % de pobres en el estado; en 2014 pasaron a ser 66.8%; crecimiento atribuible al fracaso de los programas económicos estatales y federales. La pobreza extrema, que implica carencias alimentarias, afecta a 1,130,300 personas, 28.3% de la población y en especial a los municipios con mayor densidad indígena. El PIB per cápita en Oaxaca representa el 28.8% del PIB per cápita nacional y ubica a nuestra entidad a la par de países como República del Congo, Cabo Verde o Iraq.

La pobreza ha convertido a la migración en un proceso necesario que afecta a toda la entidad. Estimaciones recientes indican que involucra a cerca de un millón de oaxaqueños, de los cuales alrededor de 750,000 se integran a la migración estacional o permanente nacional, mientras que los restantes migran a Estados Unidos, aportando con sus remesas entre el 13 y el 15% del PIB de Oaxaca.

Las concepciones y ritualidades propias de la tradición civilizatoria mesoamericana que giran en torno a los cerros, las cuevas, los manantiales y los árboles sagrados mantienen vigencia con mayor o menor intensidad en los pueblos nativos. Ello sin minimizar la presencia de la religión católica, los sincretismos y las cada vez más numerosas iglesias cristianas e independientes.

Existe una fuerte vinculación histórica entre los conocimientos indígenas empíricos y simbólicos y el uso del medioambiente, que ha dado lugar a la construcción milenaria de sus etnoterritorios. Los etnoterritorios de algunos pueblos están siendo impactados gravemente por megaproyectos, en especial de energía eólica y minería a cielo abierto, pero también por represas y proyectos turísticos. El Istmo de Tehuantepec es una de las áreas más afectadas por los proyectos que el nuevo gobierno quiere impulsar, hasta ahora sin consultar a las comunidades y sin tomar en cuenta la oposición a los mismos.

En cuanto a las relaciones políticas es importante destacar las incomprensiones existentes: para las instituciones locales lo político refiere a la manipulación del poder, pero para los indígenas se vincula con lo sagrado y con lo social. Actualmente 417 de los 570 municipios del estado eligen a sus autoridades de acuerdo con sus sistemas normativos internos, legislados desde 1995. A pesar de la existencia de un sistema de cargos con escalafones aparentemente jerárquico, la asamblea comunitaria o ejidal es la máxima instancia resolutiva de todas las cuestiones que atañen a la vida colectiva y decide por consenso. Es un principio de democracia participativa y no representativa donde el poder no es delegado en los líderes comunales, sino que éstos actúan como guías de la vida social, pero carecen de la capacidad para modificarla por su cuenta.

Ningún líder comunitario está facultado por sí mismo para otorgar “bastones de mando” a funcionarios públicos. Como toda sociedad plural y compleja Oaxaca tendrá que constituirse como un vasto campo de negociaciones específicas que reconozcan y valoren las diferencias entre los interlocutores –pueblos originarios, estado,sociedad civil-, así como la diversidad interna de los mismos.

La pluralidad de pueblos originarios no excluyen eventuales procesos de unificación guiados por intereses conjuntos, a partir de una identificación supra-étnica basada en la común condición neocolonial de subordinación. Oaxaca posee un marco legal que, aunque seguramente mejorable, podría servir como base para la articulación respetuosa de las diversidades, si fuera respetado y si existiera una real voluntad política de reconocer la igualdad y los derechos de los pueblos indígenas. Ese sería el camino para la construcción de una real comunidad pluricultural. •

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