Unos del win-win
in-win, gagnant-gagnant, negocio redondo. Redondear la ganancia por todas partes, que no escape ni una migaja, mejor tirar la comida del plato inacabado que servirse lo justo. El ejemplo perfecto está en las tecnologías del embrutecimiento, del aislamiento y la masturbación emocional, de la paranoia, el desahogo de la violencia y la parálisis creativa, la que inventa y perfecciona armas letales, desde las nucleares hasta inocentes plumas que esconden balas para jugar al maligno, vengar un desaire o simplemente probarla en un salón de clases. Pero al menos un win no se realizaría si esas tecnologías no deslumbraran a los usuarios y si no alimentaran la soberbia de quienes inventan y elaboran mercancías inútiles o destructivas. Los mecanismos del capital son ciegos, pero quienes lo acumulan son además irresponsables, si no es que perversos, en cuanto al uso y consecuencias de sus inversiones. Por su parte, los trabajadores de la cadena intelectual y manual de esas mercancías contribuyen a la ganancia, con alegría si el salario es suficiente, o bien se conforman con preparar a sus hijos para que los sustituyan con más suerte.
La inteligencia que se construye desde la infancia con libertad de pensamiento no fabrica mansos consumidores ni individuos capaces de matar para obtener la última versión de un juguete de por sí envenado. El secreto del win-win es ganar por la plusvalía generada en la cadena de producción y distribución, y preparando inconscientes ejércitos de limpia de la población que le sobra al mundo, según enseñan caricaturas que han visto varias generaciones desde antes de aprender a hablar. Ganar, al dejar que una minoría relativa obtenga recursos para vivir mejor que la mayoría, y evidenciando, a través del consumo diferenciado, la existencia amortiguadora de clases. Ganar, arrinconando a los críticos, etiquetados como gente del pasado que sólo conoce palabras que se van quedando sin escucha, porque no pueden competir con la fenomenal publicidad (otra fuente de ganancia) que logra vender mercancías materiales para gatilleros y mercancías virtuales para el miedo. Si se hiciera una encuesta ahora, tras el drama de Aydé en el CCH Oriente de la Ciudad de México, nos estremeceríamos al constatar la repentina demanda que tiene la famosa pluma (de la que no sabíamos nada, pero ya se anuncia en un par de medios) ¿Y si se prohibiera? ¿habría una marcha en nombre de la libertad de autoprotección? Una marcha ¿de los mismos que aplaudieron, cuando se quitó el derecho a la autodefensa a los pueblos asolados por el crimen organizado? De los mismos que rechazan informar sobre el contenido de la comida procesada en nombre de la libertad…
Ya hace tiempo que olvidamos cómo proteger la libertad de la mayoría contra la ganancia del capital a costa de nuestras vidas; del nacimiento a la muerte, nos hemos convertido en montones humanos desechables, como los que salían de las cámaras de gas nazis. Mientras el capital hace de nuestro transitar un negocio redondo.