ste 10 de mayo por octavo año consecutivo las madres de las y los desaparecidas toman las calles de la Ciudad de México y de muchas otras ciudades del país, para recordarnos a todos que no hay nada que celebrar mientras nos sigan faltando 40 mil mexicanos, mientras la impunidad y la corrupción sigan caracterizando a nuestro sistema de justicia, y mientras 27 mil cuerpos sigan esperando ser identificados y tener una sepultura digna.
Estas mujeres que toman las calles del país, entre quienes se encuentran también madres de migrantes centroamericanos, han politizado sus identidades maternas para convertir a todos los desaparecidos y desaparecidas, en sus hijos e hijas. Las camisetas rotuladas usadas en las marchas o en las jornadas de búsqueda han cambiado de Te buscaré hasta encontrarte
por Los buscaremos hasta encontrarlos
. Sus voces vienen a desestabilizar los significados tradicionales de la celebración del Día de las Madres, para convertirlo en un día de lucha por la verdad y la justicia.
Estas madres se han convertido en la conciencia de nuestra sociedad, son quienes han roto el silencio de la indiferencia y con picos y palas han develado la verdad oculta en las más de dos mil fosas clandestinas. Si contamos hoy con una Ley General en Materia de Desaparición, es porque ellas se apropiaron de las legislaciones internacionales y las adaptaron a nuestra realidad nacional, hicieron marchas, plantones y no pararon hasta que fueron escuchadas por los diputados y senadores.
El Plan Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas dado a conocer en febrero pasado, retoma muchas de las propuestas que las madres y familiares de desaparecidos han venido elaborando por muchos años. #Sin las Familias No! Es el reclamo del Movimiento por Nuestros Desaparecidos en México que aglutina a más de 70 colectivos en todo el país. En el papel sus voces al parecer estar siendo escuchadas; sin embargo, en las múltiples reuniones que se empiezan a realizar en torno a la implementación de dicho plan, las familias siguen siendo tratadas exclusivamente como víctimas a las que hay que auxiliar y no como poseedoras de conocimientos fundamentales en la búsqueda de los desaparecidos.
Estas mujeres campesinas, maestras rurales, amas de casa, comerciantes, han tenido que dejar sus espacios laborales y familiares, para buscar a las orillas de los ríos, en los canales, para marchar en la capital, para tomar la palabra en el Congreso de la Unión. Ha sido un aprendizaje doloroso, pero ahora son nuestras maestras y resulta fundamental escucharlas y aprender de ellas. Se han convertido en especialistas en el análisis de los contextos de desaparición forzada, en técnicas forenses para la exhumación de cuerpos, en la documentación de hallazgos y en las legislaciones nacionales e internacionales, en torno al problema de la desaparición. No son sólo víctimas secundarias
o fuentes de información forense
, son un actor clave en cualquier programa de Justicia Transformadora que se implemente en el país. Las madres que hoy toman las calles, son nuestra conciencia y esperan que este nuevo gobierno las escuche y ponga sus experiencias y saberes en el centro de cualquier política pública que busque verdad, justicia y reparación.
* Investigadora del Ciesas