Sábado 4 de mayo de 2019, p. a12
He aquí una música ritual. Una música zen.
Awase, el nuevo disco de Nik Bärtsch, es una experiencia muy profunda y al mismo tiempo una lección de sencillez.
Compositor, percusionista, pianista, graduado en la Universidad de Zurich en Filosofía, Musicología y Filología, practicante de la meditación zen y de las artes marciales rituales japonesas, Nik Bärtsch protagoniza lo nuevo, lo contemporáneo, lo sumamente original basado en modelos definidos: Igor Stravinsky, Bela Bartok y Morton Feldman.
A sus 47 años sostiene la escena musical de Zurich, donde desde 2004 mantiene residencia artística en el Exilio, que así se llama el club nocturno que fundó y dirige y donde cada lunes se presenta con su grupo principal, al que bautizó Ronin, y alterna esa actividad con una banda complementaria: Mobil, completamente acústica y orientada en la música de concierto pero del tipo John Cage y Morton Feldman, es decir, creaciones innovadoras. Revolucionarias.
Antes de cumplir 10 años de edad ya era músico. Formalizó su carrera multidisciplinaria en la Zürich Musikhochschule y en la Universidad de esa ciudad.
Creó su propio sello discográfico como un laboratorio de ideas para jóvenes compositores con propuestas originales. Ahí entra a escena un músico que cambió el curso de la historia de la música: Manfred Eicher, bajista, autor de una música revolucionaria, como toda la que promueve ahora, creador del sello discográfico alemán ECM, cuna de lo mejor de la música que se escribe hoy día. (Eicher, hay que recordar, ‘‘hizo”, es decir consagró las carreras de Keith Jarrett, Jan Garbarek, Egberto Gismonti, entre una pléyade, y dio a conocer masivamente compositores clave como Arvo Pärt y Morton Feldman).
Como es su costumbre y bondad y buen ojo de editor, Manfred Eicher se convirtió en el difusor de la obra de Nik Bärtsch y su grupo Ronin desde 2005 y a la fecha ha grabado seis discos, el más reciente de los cuales ahora nos ocupa.
El nombre de la banda, Ronin, alude una metáfora: ronin era todo samurái sin amo ni rumbo en el periodo feudal de Japón. Si perdía a su amo, ya por que él hubiera caído en la ruina o porque hubiese perdido su confianza, el samurái debía practicar el harakiri o bien sufrir repudio. Mantenían la entereza y la convicción de que recuperarían su honor demostrando virtudes. Les eran encomendadas misiones con la promesa de reconocimiento para volver a ser samuráis, pero siempre se les negaba mediante artilugios.
El filósofo Nik Bärtsch gusta mucho de las metáforas. Adopta el término ronin como parábola y en su sentido original: un vagabundo, un hombre errante como una ola en el mar. Libre, entonces.
Por eso le puso así a su grupo: Ronin.Su nuevo disco se llama Awase también con intención semántica y como un surtidor de metáforas.
Awase es un término propio de las artes marciales japonesas, significa ‘‘moverse juntos” y el uso metafórico se extiende a la práctica musical que realiza con su grupo, Ronin: la precisión en las dinámicas, tonos, las atmósferas tendientes hacia lo teatral, donde convergen las artes, entre ellas la danza.
‘‘Blending, melting and moving together; you can say: is dance.”
Entreverándose, fundiéndose, moviéndose juntos; si quieres, es danza.
La sabiduría de este filósofo y filólogo suizo sigue el cauce trazado por Igor Stravinsky en cuanto a la polirritmia brutal, salvajísima, a la excentricidad mágica basada en las raíces campiranas instaurada por Bela Bartok y el genio musical de un fuera de serie: Morton Feldman.
El resultado es una música que causa fascinación, ensueño, trance, concentración, gozo. Éxtasis.
Nik Bärtsch mismo ha lanzado los siguientes enunciados en pos de la denominación de su estilo: ‘‘zen funk”, ‘‘groove paradox” y ‘‘ritual groove music”.
Y en efecto, escuchar su música es una forma de meditar, tiene la energía voltaica funk, posee el poder rítmico expansivo (groove) y es, definitivamente, un ritual.
Es poco común que un músico posea poder de palabra al mismo tiempo que puramente musical. Nik Bärtsch es tan poderoso que lo puede definir así:
‘‘Esta música dibuja su energía entre la tensión composicional, la precisión y la autodeterminación de improvisar. El entendimiento de sí mismo se despliega en la conciencia propia de la contención a manera de tallos de libertad. Conduce al éxtasis desde el ascetismo.”
Todo esto lo logra Nik Bärtsch entreverándose, fundiéndose, danzando con Ronin, su cuarteto, integrado por su carnalito de la infancia, el baterista Kaspar Rast; el contrabajista Thomi Jordi, dueño de concentración profunda, digna de monje budista: la estrella del grupo, porque su instrumento es el que más brilla, dada su propia naturaleza, no por protagonismo: Sha, autor de una de las obras, titulada A, y el propio Nik Bärtsch, ola errabunda, en el piano.
Los títulos de las seis obras que conforman este álbum, Awase, dice todo acerca del poderío del conjunto de la obra de Nik Bärtsch: Modul 60, la inicial y Modul 59, la final. Todas se titulan Modul, sólo cambian número.
Esa es otra virtud de esta música: aunque los facilistas digan en automático ‘‘minimalismo”, en realidad realizan estos músicos proezas que solamente los monjes budistas logran: cambiar la realidad a partir del cambio en sí mismos. Esto es: hay una aparente repetición en todas las piezas, pero en realidad cada nota es superior a la anterior. Crecen, mejoran. Evolucionan. Cada vez que suenan, ya no son las mismas. Tal y como es el propósito del budismo: evolucionar, en pos del despertar.
Esta música se mueve ensimismada, lenta, parca, modesta, sin aspavientos. Serena.
Mareas, pleamares, bajamares, cardúmenes inmensos.
Intensa, muy intensa incandescencia.
Estos Modul se hallan, con números cambiantes, en los otros cinco discos de Nik Bärtsch con Ronin. Conforman el cardumen. Mural acuático.
Muestran, desde la sencillez, en su humildad, en su concentración zen, recuperar el paraíso perdido, para algún día ser otra vez un samurái. Bella metáfora de la iluminación budista.
Es con ese sentido de humildad que Nik Bärtsch realiza otro prodigio: la capacidad de ubicarse al mismo tiempo como músico y como escucha. Así define a quien escucha esta música, la contenida en este disco fascinante, Awase:
‘‘No tienes tiempo de pensar; tu cuerpo piensa y analiza pero al mismo tiempo no tiene tiempo de pensar; entonces reaccionas de la misma manera como cuando realizas algún deporte: con una actitud de calma situarte en el presente”.
Nada menos que en el aquí y el ahora.
Bella metáfora de la práctica budista, la meditación y el anhelo de evolucionar. Enorme, hermoso disco, Awase.
Awase, fundámonos, awase, entreverando nuestras extremidades, awase, movámonos juntos, mi alma. Dancemos.