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¿La Fiesta en paz?

De falacias, países, conciencias y toros

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e ninguna manera biógrafos e historiadores han soslayado que una de las amantes del rey Alfonso XIII fue la actriz Carmen Ruiz Moragas –Madrid, 11 de septiembre de 1896-11 de junio de 1936–, como usted afirmó en la columna anterior, pues incluso tuvo dos hijos con el monarca, María Teresa y Leandro Alfonso, y a punto estuvo de gestionar ante el Vaticano la anulación de su matrimonio con Victoria Eugenia de Battenberg para poder casarse con la Moragas, que acabaría sus días al lado del escritor republicano Juan Chabás, miembro de la generación del 27”, dice un lector.

Bien, lo que los amables biógrafos de la señora Ruiz Moragas no mencionan es que para cuando contrae matrimonio con el famoso torero mexicano Rodolfo Gaona, en noviembre de 1917, ya llevaba un año como amante del erotómano pero inepto monarca. Ídolo de los públicos españoles al lado de Gallito y Belmonte, el también llamado Califa de León perdió piso con los triunfos y la fama hasta suponer, como tantos, que el dominio de los toros equivalía al dominio de las mujeres. Así, aquel intento infructuoso pero alevoso de los padres de la actriz por tapar la situación de su hija, fue el comienzo del oscuro final de la brillante carrera del diestro leonés en España. Eso es lo que ocultan los biógrafos de la Moragas, que tenía más resabios que Barrenero de Albaserrada.

Cuando en este espacio afirmamos que México es uno de los países latinoamericanos con menos experiencia democrática, nos referimos a que aquí, por pésimo ejemplo, ningún ex presidente o funcionario de primer nivel, por corrupto que haya sido, es llevado a juicio, sentenciado y metido en la cárcel. Me entero del suicidio del ex presidente peruano Alan García cuando iba a ser detenido en su domicilio por delitos de corrupción relacionados con el caso de la corruptora constructora brasileña Odebrecht, que repartió millones de dólares entre mandatarios y funcionarios de por lo menos 10 países de América Latina, incluido México, donde perdón y olvido son ahora la forma de combatir la impunidad. ¿Se imaginan cuántos ex presidentes se suicidarían en nuestro país si en vez de temer a la justicia divina tuvieran tres gramos de dignidad?

Lenín Moreno, presidente de Ecuador, aún más colonizado que Perú en materia taurina, desandó lo andado por su antecesor Rafael Correa al convertirse en perseguidor de rivales políticos luego de incurrir en presuntos actos de corrupción y, algo más preocupante, en desórdenes discursivos cada vez más frecuentes. A cambio de un crédito de 4 mil 200 millones de dólares, Lenín entregó a Estados Unidos al periodista australiano-ecuatoriano Julián Assange. Si no estamos pensando la verdad, no pensamos en el mundo en el cual tenemos que actuar. Si no actuamos con base en la verdad, las posibilidades de incidir en el mundo real serán inciertas, dijo Assange hace tiempo.

Francia no sólo enfrenta desastres más o menos oportunos para los del poder no para la cultura, sino que, apoyado precisamente en ésta, refuerza su tradición taurina –más bien taurófila, por su irrestricto respeto al toro de lidia con edad y trapío– en una sentencia del Consejo Constitucional, que consagró la permanencia y vigencia de las corridas; la Unión de Ciudades Taurinas de Francia, que reúne a 50 localidades que celebran corridas cada año; la tauromaquia, incluida en el inventario del Patrimonio Cultural Inmaterial, más una asociación encargada de coordinar e impulsar lo anterior: el Observatorio Nacional de las Culturas Taurinas. Como acá, pues.