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Arte y Tiempo

El traje

U

n hecho que se repite por miles en todas partes del mundo: la infidelidad de una esposa, sirvió al escritor sudafricano negro y discriminado Can Themba para, en 1950, escribir su cuento corto The Suit (El traje), del que, en los años 90 del siglo pasado, Mothobi Mutsoaste y Barney Simon crearon una versión teatral con la finalidad de que, en París, la dirigiera Peter Brook. Esa misma versión se estrenó en Londres en 2012 y, sobre ella, los mexicanos Héctor Flores Komatsu y Sebastián Espinosa Carrasco realizaron su versión adecuada a nuestro entorno –muy buena, por cierto–, misma que se presenta en el teatro El Granero Xavier Rojas de jueves a domingo.

Situadas las acciones en Sophiatowm, Johannesburgo, poco tiempo después de que las autoridades blancas oficializaran, a través de la ley de áreas de grupos, lo que ya era práctica: la confinación de los negros en zonas poblacionales específicas, Can Themba y los adaptadores teatrales europeos, así como los mexicanos se las arreglan para, sin perder por un solo momento el hilo de la narración central, mostrar ejemplos de lo que, para los negros, significaba el apartheid.

No exagera, escandaliza, lloriquea o aúlla el escritor, no exhibe palizas, asesinatos ni represiones bestiales (que las hubo por miles), sino simplemente hechos diarios, acciones corrientes del día a día que, sin embargo, han de haber hecho la vida miserable, partiendo del lugar, impuesto por otros, donde tenías que vivir. Así, por ejemplo, un hombre cuenta cómo en una iglesia no lo recibieron, aunque en otra sí. En esta última, mucho más apegada a la caridad cristiana y a la misericordia proverbiales de la iglesia, lo aceptaron pero durante el oficio religioso lo mantuvieron encerrado en un cuarto donde podía oír, pero no ver ni ser visto. Al terminar el oficio y despedirlo le obsequiaron una biblia. El hombre termina su relato diciendo entre risas: ya he de tener unas siete biblias.

Al centro, la anécdota es simplísima: Filemón, abogado negro cuyos jefes son blancos, es advertido por un amigo de que su esposa Matilda tiene un amante, por lo que a media mañana regresa a su casa y los sorprende. El amante huye en calzoncillos y deja su traje. Con una sangre fría, que golpea más duro que un mazo, Filemón no hace ningún reclamo a su mujer, únicamente le impone que a ese traje lo trate como si fuera un huésped muy querido, por lo cual deberá sentarse a la mesa con ellos y dormir en la misma cama. El domingo salen de paseo y el huésped va con ellos del brazo de Matilda. No hay una sola palabra ni un gesto violento de Filemón a Matilda, al contrario, la trata con gran gentileza, pero la enorme violencia real a la que la mujer es sometida hora tras hora es aterradora. La suave condena es para siempre y el correcto desenlace teatral es el predecible.

Muy bien adaptada a nuestro medio sin dejar de desarrollarse en la Sudáfrica del apartheid, El traje cuenta con la actuación de Krhistina Giles, quien encarna muy bien en Matilda el sometimiento al que, al igual que sus pares, está sujeta. Se antoja casi increíble que una mujer en estas condiciones se atreva a cometer adulterio. Krhistina, además, canta, y lo hace bien. Jesús Delgado interpreta a un Filemón creíble en toda la línea. Asimismo, forman parte del elenco Francisco Pita y Andranik Castañón. Hay buena música a cargo de Sebastián Espinosa Carrasco (piano), Carlos Bañales (trompeta) y Jorge Zaldívar (guitarra).