Opinión
Ver día anteriorSábado 13 de abril de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Hacia la República
La democracia es ser capaz de mirar al pasado
H

ace unos días, el ministro de Asuntos Exteriores español, Josep Borrell, aseguró que el colonialismo de las Américas se construyó a partir de una leyenda negra y con base en fake news, y llegó a calificar la conquista de guerra civil entre indígenas. Según Borrell, el proceso de colonización fue positivo en tanto que permitió crear sociedades mestizas.

El ministro español debería acudir, por ejemplo, a fray Bartolomé de las Casas cuando relataba en relación con la matanza del Templo Mayor: Y comienzan con las espadas desnudas a abrir aquellos cuerpos desnudos y delicados y a derramar aquella generosa sangre, que uno no dejaron a vida. Los conquistadores, después de autorizar una festividad religiosa mexica en Tenochtitlán, cerraron las salidas del Templo Mayor causando la muerte de un número indeterminado de indígenas.

El genocidio contra las poblaciones aborígenes de las Américas fue, seguramente, la mayor atrocidad de la historia en términos demográficos. Asumiendo las estimaciones más conservadoras sobre la población anterior a la colonización, se puede afirmar que más de 80 por ciento de los indígenas murieron como consecuencia de la violencia de los colonizadores o de las enfermedades que introdujeron, como viruela, sarampión o cólera.

Para algunos sectores del nacionalismo español, incluido el gobierno socialista del que forma parte el señor Borrell, mostrarse crítico con las hazañas hispanas es sinónimo de ser mal patriota. Así, se ha pretendido históricamente defender un relato según el cual los aborígenes ganaron mucho con la presencia hispana, minimizando así el genocidio que se cometió en las Américas con el proceso de colonización.

Es evidente que tenemos una factura pendiente con los descendientes de las poblaciones aborígenes. La carta del presidente Andrés Manuel López Obrador suponía una oportunidad para reabrir un debate necesario que el gobierno español no quiso aprovechar, haciendo gala de una mentalidad supremacista y profundamente inquietante.

En Cataluña, la propuesta del presidente de México se recibió de forma muy distinta. Hace unos días, el Parlamento de Cataluña aprobó ofrecer disculpas formales y condenar el colonialismo y el esclavismo en las Américas, así como asumir las responsabilidades morales derivadas. Sería ingenuo tratar de derivar a la corona de Castilla la parte de responsabilidad que afecta a Cataluña, porque debemos admitir que los catalanes no estuvieron en absoluto alejados de los abusos cometidos o amparados contra las poblaciones indígenas. De hecho, uno de los capitanes de la conquista de México fue el catalán Joan de Grau i Ribó, con lo cual la vinculación es evidente.

El nivel democrático de una sociedad se mide, entre otros aspectos, por la capacidad de analizar su pasado. En 2008, Canadá y Australia se disculparon por los abusos cometidos contra las poblaciones aborígenes. También lo hizo Italia ante Libia por el periodo colonial de la primera mitad del siglo XX. En 2013, Holanda se disculpó oficialmente por las ejecuciones en Indonesia durante la descolonización de la década de los 40. ¿Por qué resulta imposible para España?

Pasar cuentas con el pasado es un signo de madurez democrática, permite mirarse al espejo y tomar conciencia de los errores y horrores cometidos en el pasado. Para el ministro Borrell resulta extemporáneo y fuera de lugar; quizá debería acudir a Rigoberta Menchú cuando aseguraba que el desprecio y la explotación de los pueblos indígenas americanos no es nada del pasado, sino algo presente y silenciado a menudo.

Cataluña ha empezado a hacer este ejercicio de reparación y enmienda, pues el país que queremos no puede construirse a partir de posiciones de superioridad ni de la explotación de otros pueblos. Cataluña no es menos que ninguna otra nación, pero tampoco más. Así pues, la revisión crítica de nuestro pasado nos ayuda a ser un país mejor. La capacidad de asumir nuestros propios errores, por lejanos que sean, nos permite enfocar el futuro de una forma distinta. Hagámoslo.

* Ministro de Acción Exterior del gobierno de Cataluña.