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Laurie Anderson completa trilogía
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Periódico La Jornada
Sábado 30 de marzo de 2019, p. a12

Poesía, melodías de peculiar belleza, sueños, el relato de esos sueños, el oficio de contar historias, el compromiso social.

En eso consiste el trabajo de la compositora Laurie Anderson (Glen Ellyn, Illinois, 5 de junio de 1947), quien hilvana nueva obra y completa trilogía: Landfall (Nonesuch Records), una elegía colosal escrita para el Kronos Quartet.

Además de música de peculiar belleza, el nuevo disco de Laurie Anderson es un tratado sobre el desapego.

Mismo tema de su disco anterior, Heart of a dog.

Misma intención del primer volumen de esta trilogía: Homeland.

Hilvana saga, conjunta saberes, despliega maneras de acceder al conocimiento a través de la belleza.

El primer capítulo de esta trilogía, Homeland, es una historia dentro de una historia antigua acerca de aves, un relato breve de antes del comienzo del mundo. De una era en la que no había tierra, no había suelo. Tan sólo aire y aves por doquier.

Una de esas aves era una alondra y un día murió su padre. Y eso se convirtió en un gran problema porque, ¿qué debían hacer con el cuerpo? No había dónde sepultarlo porque no había tierra.

Y finalmente la alondra encontró una solución. Decidió sepultar a su padre en la parte trasera de su cabeza. Y ese fue el inicio de la memoria. Porque antes de eso nadie tenía la facultad de recordar.

Traza en ese disco monumental metáfora del mundo, de la sociedad y del abuso de poder. Ironiza, por ejemplo, a quienes se dicen libres de culpa y señalan a otros por mera maldad.

El segundo de la serie es un tratado de budismo: Heart of a dog, luego de una suma de pérdidas: la muerte de su perrita, Lola Belle; la muerte de su madre; y la muerte de su marido, Lou Reed.

El disco que completa la trilogía, Homeland, también elabora lo que Laurie Anderson gusta en llamar a lo que hace en casi todas sus obras: ‘‘a huge metaphorycal story bin”, un recipiente de historias que al ponerlas en movimiento, al sacudirlas, echa a andar un sistema estético preñado de belleza.

La situación de la realidad que toma Laurie Anderson para este nuevo ejercicio budista es la devastación que sembró la tormenta Sandy en 2012 en Nueva York, donde ella perdió todos los objetos (materia de la metáfora) ‘‘que había acumulado durante toda una vida: teclados, proyectores, papeles, discos, libros; cuando bajé al sótano, donde estaba todo mi patrimonio profesional, estaba completamente inundado:

‘‘And I look at them floating there
all the things I had carefuly
saved all my life
An I thought how beautiful
how magic and how catastrophic’’

Hay que decir que el trabajo artístico de Laurie Anderson nunca ha sido lineal. En una sola obra es capaz de conjuntar todos sus oficios: poeta, contadora de historias, escultora, cineasta, documentalista, violinista, inventora de instrumentos musicales y dispositivos que generen música inusual, insólita.

De algunos de sus conciertos, y en México no ha sido la excepción, el público esnobista ha abandonado la sala de conciertos cuando Laurie Anderson ejerce su oficio mayor, el de narradora de historias, y recurre a la expresión artística conocida como spoken word, para desilusión de quienes esperan oírla cantar cancioncitas, cuando ella nunca ha cantado ni escrito cancioncitas. Sus obras siempre son de gran calado.

Y ese es el caso de su nuevo disco, Landfall, donde narra la historia de la devastación por la supertormenta Sandy y lo hace con fina ironía realista, titulando 30 tracks como episodios de una serie de televisión en forma de noticiario: el inicial se titula ‘‘CNN Predicts a Monster Storm”, para enseguida recuperar la poesía, en el track dos: ‘‘Wind Whistles Through the Dark City”, y así sucesivamente en calculado suspense y efecto narrativo para que cuando ocurre el instante poético suene la música más bella mientras ella parece platicarnos solamente una tragedia.

Su intención es ponernos espejos enfrente. Ubicar situaciones que suceden en cualquier punto del planeta, como la devastación del sismo de 2017, cuando muchos perdimos todo lo acumulado para el ejercicio profesional (discos, libros, papeles, manuscritos…) y enfrentar la pérdida creativamente. Convertir actos torpes en actos creativos siguiendo las enseñanzas de su maestro de budismo, Mingyur Rimpoche; ella incorpora ejercicios en su disco Heart of a dog, cuando enfrenta la muerte de su perrita practica ese ‘‘estar triste sin estar triste, cosa muy difícil de lograr, pero posible, si estamos en paz”.

Los dos discos recientes de Laurie Anderson, Heart of a dog y Landfall, están concebidos para la escena. El primero de ellos originalmente fue un filme que se exhibió en la Cineteca Nacional cuando su estreno, hace menos de un año, y el segundo es un montaje escénico donde participan los integrantes del Kronos Quartet, agrupación de culto paraquien Laurie escribió su obra reciente, Landfall.

La publicación de estas dos obras en forma de disco, sin embargo, tiene una intención artística muy clara. No fungen, como pudiera imaginarse, a manera de banda sonora o soundtrack o música de una comedia musical. Para nada. Es materia acusmática pura.

Laurie lo explica así: ‘‘tenemos muchas y diferentes maneras de reaccionar a textos que vemos con nuestros ojos y a palabras que escuchamos con nuestros oídos”.

Ese es el material que recomendamos hoy aquí, la materia acusmática, los sonidos de las obras recientes de Laurie Anderson.

Ya en una próxima entrega del Disquero nos ocuparemos de estas obras a partir de sus versiones fílmica y teatral.

Por lo pronto, quiero citar el último párrafo de Laurie Anderson en el cuadernillo de su nuevo disco, Landfall:

‘‘Como todas mis obras desde que lo conocí en 1991, este disco está dedicado a mi pareja, el fiero y tierno Lou Reed, quien nunca se rindió.”

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