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Trump en Caracas
C

urioso cómo para algunos Trump –entre otros un estafador y un mentiroso compulsivo (wapo.st/2n4QayF)– puede resultar cuestionable en muchos aspectos, pero en cuanto a Venezuela de repente dice pura verdad y sus intenciones son más limpias que el agua (véase: parte I, bit.ly/2EOyQGI).

Curioso cómo para los mismos, la crisis en Venezuela que no tiene nada que ver con llevar y/o restaurar la democracia en este país (bit.ly/2tP0uyg), de repente tiene que ver todo con esto (basta leer y escuchar los medios mainstream).

Les pasa a los liberales (sujetos con una intrínseca doble personalidad).

Les pasa a una parte de la izquierda (sobre todo la estadunidense).

Veamos.

1). ¿Se acuerdan por ejemplo de esto? 59 Tomahawks –y una MOAB–, gastados en el primer ataque de las fuerzas estadunidenses ordenado por Trump en Siria y Afganistán –que antes se decía aislacionista, algo que lo descalificaba para la Casa Blanca (sic)–, fue el precio para que la comentocracia liberal dejara de compararlo con Hitler y reconociera que llegó a ser el presidente (bit.ly/2VIlXVs).

De igual modo rutinariamente tachado de totalitario, autoritario y la más oscura amenaza a la democracia –y en algún momento comparado con Chávez (bit.ly/28OJqgW), una paralela curiosamente diseñada también para seguir denigrando al... líder bolivariano–, desde que le subió el fuego a Venezuela se volvió su más grande defensor.

2). Allí están los demócratas, al lado de los trumpistas, usando – grosso modo– el mismo lenguaje que legitima la trama golpista: Maduro es un dictador que no merece nuestro apoyo y debe aceptar la ayuda humanitaria (bit.ly/2NLTdbI).

Así opina su cúpula; así parece opinar incluso –con matices– Bernie Sanders, también conocido como la última esperanza del progresismo (bit.ly/2JgN9t4); así piensa la mayoría de los opinólogos liberales que amaron y abrazaron incluso a Abrams, el criminal de guerra –Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Irak– hoy a cargo de Venezuela (bit.ly/2C5B7Nd).

No por nada fue Barack Obama quien en 2015 declaró una emergencia nacional por motivo de Venezuela –una amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional y la política exterior de EU– emitiendo las primeras sanciones.

3). El tema de Venezuela –de modo dialéctico– une las dos alas en el Capitolio y a la vez marca una línea divisoria en la política estadunidense. La “arenga ‘antisocialista’” de Trump es un buen caso: por un lado Venezuela –un viejo y preferido motivo ideológico de los comentaristas liberales-conservadores (bit.ly/2W6ywtQ)– le sirve como un argumento en contra de la creciente popularidad de las ideas tachadas de socialistas (bit.ly/2Tzwlyk); por otro, los mismos blancos de sus ataques (Sanders et al) al rehuir solidarizarse con las luchas antimperialistas reales acaban cerrando las filas con él (bit.ly/2XKHi2G).

4). Así instrumentalizando a Venezuela –bien subraya Greg Grandin– Trump no hace más que Bush-padre o Reagan en sus tiempos aprovechando sus guerras para reordenar lo interno: “pero si la ala ‘izquierda’ de los demócratas no quiere sólo ‘reaccionar’, sino imponer su agenda, también tiene que empujar una nueva narrativa en la política exterior” (bit.ly/2SeWkOh).

5). Lo más curioso sin embargo es cómo los liberales para quienes “las fake news son la más grande amenaza a la democracia de nuestros tiempos” siguiendo a Trump (...¡el rey de las fake news!) al abrazar y legitimar a Guaidó un presidente paralelo/2.0 (bit.ly/2t0onCy) pasan por alto que: a) él mismo es un fake news: la base constitucional de su autoproclamación fue inexistente (bit.ly/2tc1vA2); b) es alguien que gobierna principalmente por medio de ellos: ayuda humanitaria, deserciones masivas de las FANB (bit.ly/2tHxkRO), apagón (orígenes/consecuencias), etcétera; c) es una construcción ad hoc de Washington (bit.ly/2RSIbqx), inflada en una potente operación comunicacional.

6). Y finalmente esto: Caracas dice que se trata de petróleo; Washington dice que se trata de petróleo: allí está Bolton: Sería una gran diferencia económica si nuestras compañías gestionarían e invertirían en el petróleo venezolano (fxn.ws/2B4IJz5); allí está el deal –que tal vez en términos similares ya fue presentado a Guaidó que busca reapertura de industria energética (reut.rs/2u9ro48)– que Trump pensó que había que ofrecerles a los rebeldes libios (2011): 50 por ciento del crudo por la intervención (bit.ly/2Bc6XaR); y sin embargo... allí están los liberales: ¡Esto no se trata de petróleo!

En fin. Confieso que encuentro las comparaciones de Guaidó a un nuevo Obama –el héroe liberal– fabricadas con un clic de las apps de los medios –al igual que aquellos posters de L. López, su padrino, con la plantilla de Hope– muy atinadas.

Pero sólo en la medida en que nos remiten al legado golpista de éste en Honduras (2009), que hoy –también como consecuencia– tiene un presidente realmente ilegítimo, a diferencia de –si uno lo quiere o no– Maduro (bit.ly/2U2c04J).

Para los que no se acuerdan: Juan Orlando López robó las elecciones de 2017 (bit.ly/2tU4LRb).

¿Había dicho Trump algo de esto?

¿Trump en Tegucigalpa?

¡Bah! Al final Zelaya tenía que pedirle el petróleo a Chávez y era sólo su títere. Así decían.

* Periodista polaco

Twitter: @MaciekWizz