Más allá de “sembrando vida”
Jorge García Rodríguez
El etnobotánico Efraím H. Xolocotzi, quien estudió el sistema tradicional agrícola en México, decía que la agricultura expresa de una manera muy visible y directa la relación de la sociedad con la naturaleza, es decir, expresa el principal vínculo de los seres humanos con la tierra. En ese sentido, pero de forma muy concreta, los grupos humanos que han habitado estas tierras iniciaron esa relación hace más de 9000 años, tiempo en el que este territorio ha contribuido profundamente a la agricultura mundial. No obstante, y pese al conocimiento milenario de los pueblos originarios de México sobre la agricultura, nuestro país aceptó a partir de la segunda mitad del siglo pasado, “mejorar” la productividad del campo a través de las semillas modificadas genéticamente, lo que implicó la utilización masiva de fertilizantes químicos, pesticidas y herbicidas, a través de la “Revolución Verde”, lo que desembocó en pérdidas de prácticas agrícolas ancestrales junto a las semillas tradicionales (fruto de una selección generacional y empírica), fenómeno que se agravó en el período neoliberal.
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Por eso, una deuda histórica que se tiene con los campesinos de este país es poner fin a la dependencia cultural, agrícola, política, ideológica y económica de esa visión de agricultura. En ese sentido, quienes hemos hecho investigaciones sobre este tema, estamos entusiasmados con el anuncio del gobierno que ya inició su programa “Sembrando Vida”. Sin embargo, aún con lo positivo de este programa, para que se pueda rescatar al campo (en el contexto de la propuesta de la regeneración socioambiental), se tienen que enfrentar dos elementos fundamentales: el primero es el fenómeno de industrialización, urbanización y degradación de los ecosistemas englobados en la priorización de la ciudad respecto al campo, el segundo, es el cambio climático. Pero ¿cómo generar un proceso de regeneración socio ambiental?
La reflexión
La ecología aportó, a través de la Ley del Equilibrio Ecológico y Protección al Ambiente, una herramienta que debería de convertirse en el eje no solo de lo que como humanos debemos y no debemos hacer en este territorio, sino en la principal política ambiental de este gobierno: el Ordenamiento Ecológico Territorial. Y es que, el OET determina mediante las tendencias de deterioro ambiental y de las potencialidades de aprovechamiento de los recursos, los lugares específicos donde los seres humanos podemos llevar a cabo nuestras actividades sin dañar el medio ambiente mediante cuatro ejes: la protección, la conservación, la restauración y el aprovechamiento sustentable de los recursos. En ese sentido, es necesario que haya esquemas regionales de ordenamientos ecológicos, ya que los municipios tienen la facultad legal del uso de suelo, dichos ordenamientos ecológicos locales tendrían que ser la guía para los planes de desarrollo nacional, estatal y municipal (el desarrollo de la infraestructura de todo tipo incluyendo el desarrollo del turismo).
El segundo aspecto del cual se tiene que estar consciente es el cambio climático. El compendio de estadísticas ambientales de la Semarnat en su edición 2012, proyecta el estado del medio ambiente para el año 2023 (estamos a 4 años de ello).
Debido a la gravedad de esta realidad, es necesario: 1. la siembra de millones de árboles (independientes al programa) para mitigar las variaciones de temperatura, en esta idea es prioridad preservar y fortalecer la vida de los insectos, la flora y la fauna amenazada y en peligro de extinción; 2. frenar y revertir los procesos de desertificación, de contaminación del suelo y del agua, en todos sus niveles, lo que conlleva aplicar programas integrales de manejo de residuos (usando tecnología no contaminante), y 3. la aplicación inmediata de todas las ecotecnias, entre ellas captación pluvial y uso de lombrices para el restablecimiento de los ecosistemas desde el suelo. Por último, es prioritaria la investigación de campo que permita reflexionar y descubrir junto a los campesinos, el camino de la readaptación de los ciclos agrícolas con relación a los procesos de germinación (con todos los sectores necesarios de la academia). •
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