16 de marzo de 2019     Número 138

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Holbox: lo que la ambición se llevó

Nuvia Betancourt Sabatini Licenciatura en Lingüística Antropológica, Escuela de Antropología e Historia del Norte de México


Padre e hijos rumbo a la pesca 1961. Archivo familiar

En el verano del 2017 Holbox entró en un estado de emergencia, debido a que los servicios públicos colapsaron por causas humanas y no por desastres naturales, epidemias o inestabilidad política y civil. El excesivo crecimiento y la falta de regulación en el desarrollo de infraestructura y servicios turísticos rebasó la capacidad de los servicios instalados. Como oriunda, describo cómo era la isla y la transformación de esta comunidad pacífica de pescadores en un centro turístico que desembocó en la alteración social y ambiental actual.

Aunque fue decretada en 1994 como parte del Área de Protección de Flora y Fauna Yum Balam (APFFYB), poco le ha valido este nombramiento. Hoy por hoy se encuentra inmersa en la vorágine de intereses mercantiles sin considerar la sustentabilidad de los recursos y la calidad de vida de los habitantes y de los visitantes. Hace unos 20 años Holbox era una isla netamente de pescadores, distinguida por su riqueza natural, su tranquilidad y por la sencillez y cordialidad de sus habitantes. Sobresalía de la isla esa bonanza, donde el sustento y el esparcimiento los daba el mar, la primera con la pesca y la segunda con la vida familiar.

Los holboxeños salían a pescar a tempranas horas. El conocimiento de su entorno y lo aprendido de padres y abuelos les permitía prever las condiciones climáticas del día. Regresaban alrededor del medio día, con la pesca y redes al hombro. Caminaban con los pies descalzos y al llegar a casa continuaban con su labor: evisceraban, limpiaban, aliñaban, fileteaban, cortaban en rodajas y salaban el producto capturado. Para abrir el apetito se salía a beber cerveza en una convivencia y plática de cómo estuvo la pesca; dónde se encontraron más peces; si se averió el equipo; si la marea estuvo fuerte; cuánto pescó fulano o zutano; si hubo mal tiempo en mar abierto. Listos los alimentos, se comía en familia y se tomaba la siesta. Más tarde salían a las esquinas para platicar con los vecinos mientras zurcían sus redes. Al atardecer, los pescadores volvían a la playa para observar el mar y el horizonte y pronosticar el clima para el día siguiente, y de pasada disfrutar de las rojizas puestas de sol. De regreso a casa, se tomaba café con pan para luego dormir. Así, todos los días, excepto el domingo día de descanso y de ir a la iglesia para agradecer la pesca y la vida.

Holbox era casi inaccesible y por lo mismo poco conocido. La llegada de turistas fue paulatina. Para 1980 la afluencia era imperceptible. Los vacacionistas visitantes eran familiares de los isleños. En 1990 se incrementó la inversión en infraestructura de comunicaciones en la costa para visitar la isla. Llegaron la televisión, el teléfono y electricidad las 24 horas. El arribo de turistas se hizo más fluido, aunque se carecía de servicios suficientes. Las casas particulares ofrecían hospedaje, lo que abrió la posibilidad para la construcción de posadas. Algunos turistas extranjeros, encantados con este pacífico entorno, iniciaron la construcción de casas de descanso, que más tarde se convirtieron en hoteles. Entrando al 2000 la infraestructura turística crecería de manera acelerada: restaurantes, hospedaje, servicios de paseos turístico y pesca deportiva. En consecuencia, aumentó la demanda de visitantes y nuevos habitantes, y eventualmente se produjo un boom en la compra-venta de terrenos ejidales y en la industria de la construcción, llevando a la deforestación del mangle, especie protegida que sostiene y defiende la isla ante los embates climáticos, como los huracanes.


Barco de vela. Archivo familiar

El dinero fácil llegó, ya no se exponían a la ardua labor y peligros que implicaba la pesca. Las consecuencias sociales, culturales y ambientales no tardaron en hacerse notar: el holboxeño tenía un poder adquisitivo como nunca. El viejo y desapegado modo de vida se iba diluyendo y emergió la posesión de bienes a costa de la venta de la propiedad ejidal. Entonces empresarios yucatecos, como los Ponce, se hicieron de derechos ejidales con estrategias amañadas para adquirir y luego vender terrenos a inversionistas externos con una desproporcionada utilidad, lo que les permitió financiar sus propios proyectos turísticos. Funcionarios de gobierno en contubernio validaron esta apertura al turismo de masas sin las regulaciones debidas, sin un plan de manejo adecuado a las condiciones geográficas y ambientales.

En contraste con este crecimiento sin control, se estancó la inversión pública en servicios públicos básicos como agua, electricidad, saneamiento, desechos sólidos, y otros, lo que condujo a la imposibilidad de satisfacer las necesidades actuales. La acumulación de irregularidades por acción u omisión llevó a un colapso de los servicios básicos en el verano de 2017 y este paraíso entró en un estado de emergencia que aún no ha sido atendido del todo.

Quizás no sea tarde para implementar una regulación al turismo que surja de la participación de todos los actores, aliente el tránsito a una formación democrática y de transparencia, respete cultura y naturaleza, abone a la construcción de una nueva y auténtica vocación para ofrecer servicios suficientes y de calidad a locales y visitantes. Tal vez así, la vida cotidiana de Holbox  llegue a parecerse a la forma pacífica de antaño.•

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