Lunes 11 de marzo de 2019, p. 32
Preservar el conocimiento ancestral de los pueblos indígenas y valorarlo como saber científico que puede responder a la incertidumbre impuesta por el calentamiento global y la destrucción del planeta, requiere que propiciemos tanto el conocimiento del entorno natural en las sociedades urbanas como la forma en que la gente ha vivido la diversidad natural en suelos, rocas, flora y fauna que nos rodea
, afirma Alejandro de Ávila Blomberg, director del Jardín Etnobotánico de Oaxaca, uno de los más importantes de América Latina.
En entrevista, De Ávila, quien participa con el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) en un proyecto de apropiación social de la ciencia, apunta que se busca generar espacios que no serán una réplica del espacio que dirige y donde se permita el rescate de los saberes ancestrales y valorarlos como caminos para buscar soluciones a desafíos futuros.
Estamos perdiendo nuestras lenguas en las comunidades que están cambiando dramáticamente su forma de vida; los ancianos ya son los últimos que conocen las tradiciones, las soluciones prácticas y los usos de los recursos como las plantas.
Perdemos todo, agrega, si no pensamos en darle continuidad a nuestras raíces civilizatorias, porque descuidamos algo que nos enorgullece, nos hace mexicanos y nos distingue de los demás países. No sólo desde un punto de vista nacionalista; es una realidad en otras latitudes del planeta donde estamos dejando un legado colectivo de miles de años.
Junto con el Conacyt, señala, se buscan alternativas para crear espacios de apropiación social de saberes ancestrales, que permitan su preservación y valorar el conocimiento científico construido por generaciones en todo el país.
“Tenemos la posibilidad de usar la experiencia de Oaxaca, pero no para reproducir su esquema ni sacar copias del jardín etnobotánico –que reconstruye la historia del entorno natural de la entidad y su interrelación con los pueblos que la habitan– para crearlos en Nuevo León, Sonora o Quintana Roo. Debemos considerar qué nos da personalidad cultural en México y cómo podemos reencontrar nuestra raíces, qué ha significado la trayectoria humana ligada a un territorio con flora, fauna y características muy particulares del suelo y de nuestra ubicación en el planeta.
No se trata sólo de sensibilizar a nuestra sociedad en una dimensión histórica de ver hacia atrás. Si queremos solucionar los problemas globales de calentamiento y contaminación, de una trayectoria suicida, debemos considerar que en nuestro pasado hay soluciones a partir de la diversidad de recursos genéticos y del conocimiento heredado de una ciencia vernácula muy rica; tenemos un arsenal de posibilidades para afrontar problemas futuros que quizá no existe en otras regiones del planeta, y esto es lo que no hemos valorado plenamente.