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Enseñanzas de Venezuela
S

e desprenden varias lecciones para Latinoamérica del sábado 23 de febrero, día del asedio criminal a Venezuela. La primera es cómo se defiende una patria. Entendida al estilo bolivariano como el lugar donde se nace, pero no solamente eso, sino el lugar de los vínculos materiales y espirituales proveedores de identidad a través de un proyecto popular inacabado pero propio, capaz de inspirar hacia una patria más grande de progreso, reconciliación y paz. Otra enseñanza aplicable al futuro de Latinoamérica se da en el saldo positivo para una nación acosada desde hace 20 años, librando guerras políticas, económicas, sabotajes, golpes de Estado, teniendo de frente al enemigo interno, oligarquía favorecida por sus lazos externos.

Al vencer la embestida mediática y la violencia de los paramilitares en esta primera gran prueba para el chavismo del siglo XXl, los venezolanos patrios hacen propicio un ánimo social refrescante después de un mes de tensión, fecha en la que los dueños del traspatio latinoamericano les habían anunciado un golpe de Estado para el 23 de febrero. Este ánimo resulta básico porque reafirma la autoestima y confianza de los venezolanos, necesarias para los nuevos retos y tareas que le impone la dinámica externa y las dificultades del abastecimiento internas; ánimo pero bien administrado, como les diría el comandante Chávez, por lo complicado de las pruebas por venir.

Otro saldo favorable es la combinación de la defensa nacional con el despliegue de la política externa. En condiciones económicas y políticas menos favorables que su antecesor, el gobierno de Maduro ha ido aprendiendo a fuerza de tropezones el oficio que requieren las alianzas de fuera y la necesaria diplomacia y protocolos frente a una prensa y medios electrónicos dominantes de alcance hemisférico y mundial.

Un logro notable en esta lógica fue la economía en el uso de recursos humanos y materiales empleando solamente los necesarios para repeler los ataques y el fuego paramilitar. Después del sábado 23, hay otros factores externos confluyendo para poder pensar en perspectivas mejores. Uno es el consenso del Grupo Lima de que el conflicto deberán resolverlo los venezolanos pacíficamente sin intromisiones externas. A pesar de que en la mayor parte de su documento abogan por mantener la presión contra el gobierno de Maduro para derrocarlo, un cambio notable es la idea de no recurrir a la violencia, posición de la que quedaron aislados Juan Guaidó y Estados Unidos que siguen en la necedad de poner todas las cartas en la mesa, intervención militar en palabras llanas.

En el Consejo de Seguridad de la ONU los venezolanos echaron por tierra las mentiras que Elliot Abrams llevó a la reunión sin ningún recato ni delicadeza diplomática, como si estuviera regateando en un swap meet. Pero igual, los saldos negativos aparecen en el balance. Uno es la posibilidad de incrementar la carrera armamentista para los países de la región con costo a los pueblos y con ganancia para las potencias hegemónicas. Otro es el acopio de recursos al son de guerra que Estados Unidos ha movilizado en las fronteras marítimas y terrestres de Venezuela, tal como en breve resumen documentó Carlos Fazio en estas mismas páginas, describiendo el cerco que está tendiéndose sobre el país del Caribe sudamericano.

Esto da puerta a la idea de que Estados Unidos pudiera brincarse las trancas de Naciones Unidas, e irse a una aventura acompañado sólo de Colombia contra todo derecho internacional atacando al país de Bolívar. Una intervención de esta naturaleza aun si no tuviera éxito vendría a realinear a los países limítrofes y cercanos de Venezuela con los designios hegemónicos de las élites estadunidenses. Simplemente si hacemos un cálculo grueso con base en la experiencia del golpe de Estado en Chile en 1973, allí necesitaron masacrar a 100 mil chilenos para instaurar un régimen de salvajismo cuyas secuelas permanecen. Sí hay una firme voluntad de los hegemónicos europeos y de Donald Trump de seguir atizando el golpismo por todas las vías. Después de alentar desde la barrera colombiana a los paramilitares en su mayoría colombianos para que derribaran los cercos fronterizos de su propia nación, Guaidó regresará a Venezuela a promover el golpe de Estado una vez más, ¿se atreverá a decir que no hay democracia en su país? Una vez más se encontrará con la respuesta unificada de la misma población que por 20 años ha refrendado el proyecto chavista a través de las urnas.

A pesar del barullo mediático y el asedio violento Venezuela ha demostrado que es posible triunfar sobre los grandes consorcios de la industria de la información manipuladora y aquellos gobiernos subordinados a la política del golpe de Estado. Cada triunfo por pequeño que sea en Venezuela es también una aportación a la causa de la liberación de Latinoamérica.

Para México, a pesar de la enorme presión de los medios de afuera y dentro, sería un error cambiar la política exterior y hacer caravanas al bloque decidido a condenar a Nicolás Maduro. Al contrario, este es el momento de jugar las cartas de la Constitución mexicana de manera más decidida, porque un futuro donde la derecha se entronice más en el continente pone en riesgo proyectos populares y reformistas incluso como el impulsado por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

*Profesor e investigador de El Colegio de Sonora