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Repensando lo patrimonial: Roberto Reynoso Arán En la costa norte del Golfo México, en la zona arrecifal conocida como Cabo Rojo (huasteca veracruzana) la concepción que se tiene del mar y el culto que se rinde a él por obra de los pescadores son formas creativas de comunicar y representar la vivencia cotidiana. Como todo territorio, el paisaje en esta espacialidad marítima es construido, es decir, es resultado de una práctica ejercida sobre el mundo físico, desde el simple retoque, hasta la configuración integral y cultural. El paisaje marítimo que se construye y se expresa en la visión del mundo e identidad mareña hacen de los sitios lagunares y marinos de Cabo Rojo, lugares reales y afectivos, simbólicos y materiales, pero a la vez, sensoriales, míticos e imaginarios. La laguna y el mar fungen como paisajes, como resúmenes del territorio, una ventana sobre el espacio: elemento simbólicamente visible, percibido; la dimensión emblemática del territorio, la visión del territorio vivido por los individuos que lo producen. Los ecosistemas de marismas son considerados como los más productivos de la biosfera, hoy día están sometidos a una intensa explotación por la diversidad y complejidad de sus recursos biológicos y minerales y por su potencial turístico. Estos ecosistemas son de una enorme complejidad tanto natural, como cultural, y por tanto susceptibles al deterioro y transformaciones, provocados, entre otras cosas, por la falta de gestión de sus recursos renovables, la contaminación y la marginación social de las poblaciones que derivan su subsistencia de la pesca, la caza y la recolección. Al realizarse los estudios antropológicos en el campo pesquero se ha partido de compararlo con el trabajo campesino o con el de otros sectores obreros; sin embargo, el pesquero tiene una especificidad que intentamos describir. Se trata de un sector social poco estudiado y con características propias. Este es el caso de los pescadores de la huasteca veracruzana, donde los pescadores y sus formas de vida y organización familiar difieren de otro tipo de trabajadores. Estas características propias en la vida de los pescadores recaen en sus relaciones de producción y en el cotidiano, de esta forma surge una cultura que los distingue de la población que no está integrada a este proceso productivo: la pesca ribereña, pues a través de ella los pescadores edifican complejos culturales en torno a su trabajo con la naturaleza, con el mar. La gente del mar en Cabo Rojo tiene una particularidad que la distingue de otros trabajadores que laboran en la naturaleza: trabajan exclusivamente en el mar y con el mar, y esta relación e interrelación permanente da pie a identidades que recaen en una cultura propia, la del mar; la del pescador con un sentido de colectividad, un lenguaje común y forma de vida. Cabo Rojo refleja en sus asentamientos un conocimiento profundo del medio ambiente. Los pescadores tienen una concepción del mundo resultado de la relación sociedad-naturaleza que nace de la observación exacta del medio acuático que efectúan como trabajadores del mar. Ellos han construido una visión ordenada del tiempo y del espacio. Por medio de sistemas de representación simbólica socializan el conocimiento, por medio de sistemas de creencias lo transmiten y lo explican. El océano en Cabo Rojo no solo tiene como función proveer de alimento; es el elemento del que dependen los tiempos: experimentación y conocimiento y la existencia del espacio biofísico del que los pescadores forman parte. De esta forma, el mar resulta un sitio de generación de vida, de fertilidad, de nacimiento. El mar es un marcador astronómico para la pesca y capturas especializadas, la cual se liga directamente con el cosmos, una interacción de tiempos, espacios y experiencias. La pesca ha sido determinante en la conformación de las identidades y prácticas culturales de las comunidades marítimas del norte de México, y sobre ella giran los esquemas simbólicos para equilibrar el mundo divino y el terrenal obteniendo importantes resultados a favor de su economía y desarrollo humano, todo ello gracias al uso de los recursos mitológicos y rituales. Por ello proponemos hacer uso del concepto de patrimonio marítimo para reflexionar en torno a lo valorizado para los grupos humanos que se desarrollan en estos ecosistemas, una idea que surge, se genera y se construye ligando directamente a los pescadores cuya vida se organiza en torno a la mar. Los pescadores de Cabo Rojo se reúnen en espacios colectivos en donde las conversaciones se dan en torno a la pesca y sus capturas, las mujeres, la música, los problemas económicos, actividades familiares, planes a futuro, las especies, relatos extraordinarios de aventuras y experiencias en altamar, los climas, la luna, los vientos, las mareas, etc. La vida cotidiana en Cabo Rojo y el sentido de colectividad es el reflejo de la actividad en la mar. Procesos que se dan gracias a la interacción entre los diferentes grupos de pescadores y colectividades, en este caso debido a un patrimonio pasado y presente: el mar, y un entorno natural valorado, interiorizado, vivido: el mar; una actividad económica: la pesca. Una combinación de estos y más elementos. El patrimonio marítimo nace en Cabo Rojo de situaciones reales, se configura en el día a día del trabajo, de las relaciones, de la gestión de la actividad y de sus productos, renace desde la construcción familiar, los entramados políticos, se gesta desde el apoyo en la esfera simbólica y en las manifestaciones religiosas y festivas. Podemos decir que el patrimonio marítimo consiste de un complejo sedimento originado en una relación directa con todo aquello que son capaces de poner en marcha en una dinámica de construcción cultural y social, representando y poniendo en valor las formas de vida relacionadas con la mar. La existencia y uso de elementos de valor patrimonial en estas comunidades -una embarcación pesquera o una colección de anclas o de boyas de amarre- tiene su origen en el seno de un grupo humano que se sirve de ellos: son útiles para alcanzar ciertos recursos materiales. Su presencia responde a una utilidad, se emplean en la consecución de unos objetivos, tienen un mayor o menor grado de importancia y sirven al colectivo que los ha puesto en pie, mantiene y utiliza. ¿Hasta qué punto los mismos protagonistas indican qué, o en qué medida debe ser considerado patrimonial? En su momento nos toparemos con las organizaciones pertenecientes a los ámbitos de la investigación, la gestión cultural y política tomando parte a la hora de decidir. ¿Hasta dónde estas instituciones enfocan el patrimonio como punto de partida para una reflexión y comprensión de las culturas marítimas y sus realidades? ¿Cuáles son los resultados en términos de conocimiento? ¿Qué nivel alcanzan sus explicaciones y planteamientos? ¿A quién sirve y qué pretende dicho saber? Ante esta situación, surgen dos cuestiones aparentemente sencillas y que pueden servir para crear puentes. Se resumen al preguntarnos: ¿hasta qué punto la sociedad que construye y genera sus realidades culturales decide cuál, por qué y para qué es su patrimonio? ¿Hasta dónde las instituciones relacionadas con el patrimonio tienen en cuenta a los grupos sociales protagonistas de sus culturas? Necesitamos hablar y dar entrada en el escenario a los hombres y las mujeres que utilizan o recurren a cada uno de los elementos que van a hacer parte de los denominados patrimonio material e inmaterial. Las políticas patrimoniales nacionales a menudo fuerzan la referencia de la identidad, censurando algunas expresiones culturales complejas y singulares por encima de otras, destinándolas al olvido cultural producido por fuerzas externas a la identidad creadora de los pueblos. Sin embargo, en las villas de pescadores de la huasteca dilucidamos que la cultura regional resiste al cambio, se adapta, se transforma y se resignifica en la modernidad día a día. La pesca en Cabo Rojo constituye la actividad más importante, no solo económica, sino, que contiene en sí un peso determinante en todos los acontecimientos que viven y dan lógica a la existencia y visión del mundo de sus habitantes, recayendo en manifestaciones patrimoniales materiales e inmateriales. La comunidad de pescadores es una que sobrevive y resiste, dada la estructura local y regional de la huasteca veracruzana. Los pescadores se presentan como un arquetipo de ciertas ideas y valores genuinos y particulares, que son componentes de la cultura popular e identidades singulares, la cultura del pescador, gente del mar.
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