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Una mirada a los saberes de Diana Lissete Alcantar Mejía Antropóloga Social, Escuela Nacional de Antropología e Historia En el norte de Sinaloa existen un conjunto de comunidades que se adhieren al etnónimo “yoreme”, representando la cultura originaria más numerosa del estado. Mucho del vivir de estas comunidadesse encuentra ligado al mundo marino, al que se le representa como un ámbito sagrado denominado: Bahue Ania. Muchos de los seres que habitan el Bahue Ania comparten su condición sacra, y esto lo podemos percibir por medio de los mitos y relatos que los viejos yoremes mantienen en la memoria, por ejemplo, el origen mítico de las toninas (una especie de delfín), las historias sobre sirenas, los pactos que se establecen con el mar o los gigantes come pescado. Dentro de este mundo de seres, la entidad a la que los pescadores yoremes han pedido permiso para entrar a pescar y obtener buena fortuna en el mar es la bahue jam yöla, la viejita del mar, matrona del océano y de los seres que lo habitan. Desde tiempos inmemoriales, las comunidades pesqueras le han brindado todo tipo de ofrendas, rezos y respeto; y en reciprocidad han recibido dones, protección y el necesario alimento para vivir. Para los yoremes, el mar no es solo un ecosistema, no es solo un espacio físico, no es solo un lugar, y no es solo un territorio. Se trata de un ámbito vivo, con voluntad, con gustos y deseos. Dicen que al mar no le gustan la envidia o la avaricia. Al respecto el abuelo don Gerardo Jocobi (pescador yoreme de Lázaro Cárdenas, Sinaloa), dice: “Pero esto no lo saben los yoris (así se les nombra a los mestizos), los puros yoremes sabemos de eso. Nosotros le pedimos permiso en la lengua de nosotros, debemos de pedirle a la viejita del mar [bahue jam yöla], ella manda sobre el mar y los animalitos que allí viven”. Asimismo, para los yoremes no existe una división tajante entre el ser humano y la naturaleza. La palabra “naturaleza” no existe de manera literal en lengua yoreme, porque toda la realidad es concebida como una totalidad en continuidad. De hecho, la representación de la naturaleza como objeto que debe supeditarse al humano en forma de “recurso natural”, será más bien la premisa de la modernidad y visión del sistema socioeconómico actual. Como consecuencia de ese sistema que se ha expandido rapazmente, y a raíz de las transformaciones tecnológico-productivas que se han experimentado en el último siglo, la actividad pesquera en los territorios yoremes al norte de Sinaloa ha venido presentando múltiples modificaciones y problemáticas relacionadas con la explotación de las personas y de los espacios marinos. En el litoral del Golfo de California correspondiente al norte de Sinaloa, existen zonas deltaicas de grandes ríos, y hay cuatro sistemas lagunares marinos que forman parte del territorio yoreme: 1. Ohuira-Topolobampo-Santa María; 2. Navachiste-San Ignacio-Nacapule; 3. La Reforma y 4. Altata-Ensenada-Pabellones. El sistema que integran las bahías de Ohuira y Topolobampo es uno de los más ricos y diversos, debido a que se trata de un ecosistema lagunar-estuario, es decir, uno de los sistemas naturales más ricos del mundo, debido a su elevada productividad biológica.
A pesar de ello, en esta zona se han venido instalando grandes obras industriales, entre las que se enlistan una planta termoeléctrica, canalización e infraestructura para naves de alto calado, grandes granjas camaroneras, y recientemente una red de infraestructura para el turismo náutico. Todo ello, provocando problemáticas medioambientales y conflictos territoriales graves. De manera alarmante se ha puesto en marcha la construcción de una planta de amoniaco en una zona correspondiente a la Bahía de Topolobampo. El amoniaco es la materia prima para la fabricación de fertilizantes para la agroindustria, misma que ha deteriorado el Juyya Ania o monte sagrado de las planicies costeras del territorio yoreme. De concretarse, la planta de amoniaco representará la mayor catástrofe para las zonas costeras, ya que existe evidencia del desastre medioambiental que estas instalaciones generan. Con la implementación de esta racionalidad extractivista donde prima la cosificación de todo, se ha contradicho una premisa fundamental a la que responden los viejos yoreme: todas y cada una de las partes de lo existente tienen vida, por tanto, son dignas de respeto y cuidado. Ahora bien, ¿es realmente conveniente para el sistema socioeconómico actual, una verdadera reconexión con la naturaleza a la manera del ser yoreme?
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