rancisco Sucre, presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores de la desautorizada Asamblea Nacional de Venezuela y representante del líder opositor Juan Guaidó, quien en días anteriores se autoproclamó presidente encargado
de ese país, rechazó ayer en Roma toda mediación internacional y cerró la puerta a cualquier perspectiva de diálogo entre la oposición y el gobierno de Nicolás Maduro.
En cambio, el vocero del golpismo exigió el cese de la usurpación
, en referencia a un mandatario que, independientemente del juicio que se tenga, fue relecto en comicios regulares por la mayoría de los venezolanos.
De esa forma, el grupo de Guaidó rechaza las propuestas presentadas por México y Uruguay –a las que se sumó la Comunidad del Caribe (Caricom)– para la construcción mediante el diálogo, de una salida pacífica a la crisis política venezolana y el ofrecimiento de mediación externado por el mismo Vaticano.
En tanto, en Washington, otro enviado del grupo de Guaidó solicitó a la Organización de Estados Americanos que ayude a conformar en Venezuela un organismo electoral a modo para la realización de comicios presidenciales.
En tanto, en Caracas, el dirigente golpista proseguía con sus llamados a la insurrección dirigidos a las fuerzas armadas y a la sociedad en general, en un claro intento por clausurar toda posibilidad de solución mediante el diálogo y de propiciar una confrontación que derive a la violencia.
Tal perspectiva estaría en concordancia con los planes de Washington para Venezuela: crear en ese país una facción capaz de recibir un gran caudal de asistencia estadunidense, desde ayuda humanitaria
hasta, eventualmente, asistencia militar.
Por lo pronto, el gobierno de Donald Trump otorga a Guaidó una cobertura diplomática sin la cual el autonombrado presidente no tendría ningún margen de acción interna ni externa. Porque es claro que sin el activo respaldo de Estados Unidos –particularmente, el financiero– el opositor no podría mover emisarios por distintos países como lo ha venido haciendo, en un intento por consolidar y capitalizar los reconocimientos internacionales que ha recibido por parte de gobiernos aliados o subordinados a la Casa Blanca.
Es claro que en Venezuela sólo puede haber dos salidas a la crisis: un arreglo negociado mediante el diálogo que permita normalizar la vida política de ese país o una confrontación necesariamente violenta que impondría una elevada factura de muerte y sufrimiento a los venezolanos, tendría potenciales consecuencias desestabilizadoras en los países vecinos y podría convertirse en un conflicto de décadas.
Es lamentable que el bando opositor encabezado por Guaidó se empeñe en cerrar las perspectivas de la primera y, en consecuencia, conduzca a su país hacia una guerra intestina. Semejante actitud exhibe con nitidez la nula capacidad de la oposición antichavista para conformar un gobierno capaz de reconciliar a los venezolanos y de superar el impasse que se vive en la nación sudamericana.