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La educación superior neoliberal
L

a OCDE parece instalada en el corazón de la educación superior (ES). Aunque aún no sentimos sus efectos. Su documento Higher Education in Mexico. Labour market relevance and outcomes, parece haber sido asumido por la Secretaría de Educación Publica.

La tesis fuerte de la OCDE dice esto: los programas educativos de las instituciones de educación superior (IES) deben estar alineados con la demanda del mercado profesional; ello se hace posible conduciendo la ES mediante el financiamiento público, apoyando los programas alineados. Esa línea de política educativa se fortalece incorporando las IES al Comité Nacional de Productividad (CNP), alojado en la Secretaría del Trabajo desde 2013, del que forman parte los empleadores; en la CNP las IES se enterarán de los datos de la demanda del mercado profesional.

México se incorporó a la OCDE en 1994. En esa fecha el neoliberalismo desplegaba sus velas impulsado por las potencias centrales del capitalismo globalizado. A la fuerza económica de esas potencias, se sumó la agregación plena de la ideología neoliberal a las instituciones de gobierno, ya existentes, del capitalismo globalizado: el FMI, el Banco Mundial, la OCDE…

Hoy resuenan los tambores del populismo nacionalista de derechas, aporreados por los Trump, los Bolsonaro, los Giuseppe Conte, contra la globalización, pero sin renunciar a la ideología neoliberal respecto de la economía y de la política. En tanto, las instituciones de la globalización neoliberal siguen ahí, encargadas de hacer prevalecer la gestión neoliberal no sólo de gobiernos, también de instituciones especializadas, como las IES.

El encumbramiento del neoliberalismo y su discurso sobre la nueva gestión pública, durante 1980 y 1990 produjeron un cambio drástico en la forma en que las universidades y otras IES han definido su existencia institucional en el espacio cubierto por los miembros de la OCDE y más allá (con excepciones). La cultura profesional de la investigación y el debate intelectual abierto han sido perturbados por un hincapié institucional en la performatividad, como lo demuestra la aparición de un énfasis en los resultados medidos: en la planificación estratégica, los indicadores de rendimiento, las medidas de garantía de calidad y las auditorías académicas (M. Olssena y M. A. Peter Neoliberalism, higher education and the knowledge economy: from the free market to knowledge capitalism).

Para la OCDE, la comercialización es un tema universal que se expresa en la mercantilización de la enseñanza y la investigación, y en las formas en que las universidades cumplen con los nuevos criterios de rendimiento, tanto a escala local como mundial. Su documento argumenta largamente sobre las virtudes de la competencia académica, como el medio sustantivo para aumentar la productividad, la rendición de cuentas y el control. A este respecto S. Marginson, firme defensor de la reforma neoliberal de la ES, escribe en su Harvards’ of the Antipodes? Nation building universities in a global environment: la competencia consigue aumentar la capacidad de respuesta, la flexibilidad y las tasas de innovación... aumentar la diversidad de lo que se produce y puede elegirse... aumentar la eficiencia productiva y distributiva... mejorar la calidad y el volumen de la producción... así como fortalecer la rendición de cuentas a los estudiantes, a los empleadores y al gobierno. Más aún, dice, existe “una línea […] de causalidad que va desde la competencia hasta la soberanía del consumidor, pasando por una mayor eficiencia y calidad, que es el ideal virtuoso que brilla en el centro de la reforma microeconómica de la educación superior”. Un catecismo estrecho si los hay.

La OCDE aboga por una línea de gerencialismo en la conducción de las universidades, y a los rectores debiera vérseles como directores ejecutivos. Nada más eficaz que asemejar al máximo las estructuras de gobierno de las IES, con las que prevalecen en el mundo ­empresarial.

El espíritu de compañerismo que ha servido como base de la vida académica, en el mundo de las IES neoliberal fue sistemáticamente suplantado por el discurso de la rendición de cuentas, la adopción de indicadores de rendimiento y la reconfiguración de las relaciones internas en las IES por claras líneas jerárquicas.

La Universidad de Canterbury, en Nueva Zelanda, fue presa de una reforma neoliberal profunda. Sobre esa devastación, su investigador Peter Roberts escribe: “Donde antes había existido una cultura de confianza con un sentido de responsabilidad, ahora había la sospecha, entre políticos y funcionarios, de que no se podía confiar en que los académicos gestionaran sus asuntos… Se esperaba que el sistema terciario funcionara como un cuasi-mercado, con diferentes proveedores compitiendo entre sí para atraer a los ‘consumidores’ educativos a sus cursos y programas…”

Bajo el neoliberalismo, el conocimiento no importa; importa su compra y venta. Conocer es, en ese mundo, una forma de tener.

¿Eso queremos para las IES mexicanas?