os jóvenes no sólo se alejan de la Iglesia católica, sino de Dios. Ese es el gran desafío de Francisco en su séptima visita al continente americano, donde presidirá en Panamá la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). El Papa emprende este miércoles su primera visita a Panamá, donde será recibido por miles de jóvenes latinoamericanos, a los que instará a transformar el mundo ante la pobreza, la violencia y las hondas secuelas de la migración. Se trata de la tercera vez que Bergoglio viaja para presidir la JMJ católica, después de las celebradas en Río de Janeiro, Brasil, en julio de 2013, y Cracovia, Polonia, en julio de 2016. Esta será la primera vez que se mueve en el área de Centroamérica, cerca de 50 mil jóvenes están inscritos, provenientes de todo el mundo. Se esperan más de 200 mil peregrinos y hay 38 mil voluntarios que organizan el magno acto. Las JMJ son convocatorias amplísimas de encuentro, festejo y oración que organiza la Iglesia católica desde la década de 1980. Son actos de megaconvocatorias, bajo la era global, comparada a las olimpiadas y los mundiales. Sin duda, la jornada estará marcada por la crisis migratoria, la pobreza en la región, la falta de oportunidades y exclusión, así como el ascenso de los movimientos evangélicos que Centroamérica ha experimentado y que ha reconfigurado radicalmente el mapa de creencias en la zona. Como telón de fondo estarán presentes los conflictos en Nicaragua y Venezuela.
A casi seis años de pontificado, la apuesta de renovación emprendida por Francisco atraviesa el desencanto del desgaste. Los escándalos de abuso sexual, las resistencias arcaicas de la Iglesia ante las culturas modernas y la deslealtad de sectores de la curia han amargado las pretensiones de Francisco por empujar a la Iglesia hacia afuera. Pese a las intenciones pastorales del Papa latinoamericano, la Iglesia sigue siendo autorreferencial, clericalista y obcecadamente conservadora. Eso lo perciben los jóvenes, quienes con apatía se alejan de una institución rancia. El Centro de Investigación Aplicada en el Apostolado de la Universidad de Georgetown encuestó a jóvenes ex católicos. La mayoría decidió alejarse de la Iglesia en la niñez ante la falta de respuestas. La mayoría no se convierte en ateos o anticlericales, simplemente son indiferentes a la Iglesia. Los jóvenes se alejan porque ésta les dice u ofrece nada a sus vidas; sus propios entornos familiares, poco a poco, abandonan las costumbres religiosas y se mundanizan. Algunos otros jóvenes son discordantes ante temas polémicos, como la sexualidad, los matrimonios del mismo sexo o la condena a los métodos anticonceptivos. Las mujeres jóvenes se sienten invadidas por un discurso religioso que regula sus cuerpos y precipitan su abandono. El sínodo sobre juventud celebrado hace unos meses en Roma deja claro el alejamiento de la Iglesia de los problemas reales de la actual juventud. No basta sentenciar que la Iglesia salga al encuentro con la generación millennials y la generación Z. Debe dar respuestas y acompañar a los problemas de desempleo, adicciones, migración, sexualidad, soledad y nuevas tecnologías. Hay desencuentro y lejanía en el lenguaje. La Iglesia se empeña en una pastoral para los jóvenes con una catequesis del siglo XIX. El sínodo sobre juventud reveló que el problema no son los jóvenes distantes de la Iglesia, sino es el distanciamiento de la Iglesia con el mundo y las culturas de los jóvenes. La pederastia es una sombra pesada.
El problema no sólo es de la Iglesia católica. Iglesias protestantes históricas analizan el alejamiento de los jóvenes y encuentran causas similares. Las iglesias son percibidas como un negocio; hay incongruencia en el discurso; adentro de la Iglesias hay mucho aburrimiento y personas anticuadas; hay muchas prohibiciones y se concibe a la juventud ligada al placer y al exceso de libertades; basta creer en Dios y no se necesita acudir a la Iglesia; manipulación de los ministros de culto, etcétera.
Muchos se preguntan sobre la efectividad de las JMJ. El papa Juan Pablo II fue el campeón, se recuerda aún Manila en 1995, tuvo una asistencia récord de 5 millones de participantes. Cada JMJ convoca a miles y miles de jóvenes cada tres años. ¿Dónde están los resultados? ¿Por qué los jóvenes se siguen alejando de la Iglesia? Más allá de los encuentros de jóvenes de diferentes culturas, que, dicho sea de paso, ya los realizan vía redes sociales, la pregunta es por qué se genera un distanciamiento juvenil de la Iglesia, pese a los encuentros multitudinarios, a la festividad, a los actos masivos eufóricos llenos de emotividad. Otros críticos se centran en los altos costos de las JMJ, que son cubiertos por los gobiernos locales. En Panamá serán más de 60 millones de dólares. Algunos detractores más agudos, critican las JMJ como actos masivos triunfalistas o encuentros diseñados más como demostración de poder de la Iglesia católica que como expresión del mensaje primigenio del Evangelio, basado en la humildad y el acercamiento a los pobres y desheredados.
La Iglesia está envejecida. Basta ver los templos en todo el mundo para constatar la ausencia de jóvenes. Las repercusiones son inciertas, pues se agudiza la falta de vocaciones. ¿Los jóvenes tienen que cambiar o será que la Iglesia debe transformarse?