Nueva Delhi: la capital que amanece entre olores, sabores y costumbres poco ortodoxas
ueva Delhi, la capital de India, ubicada al norte del país, con alrededor de 17 millones de habitantes, además de ser la ciudad más poblada del inmenso territorio es, para sorpresa de muchos, una ciudad joven en cuanto al promedio de edad de sus habitantes: se reporta que casi la mitad de su población es menor de 25 años.
Es a partir de 1911 que el Imperio Británico, entonces en dominio del país, declara a Nueva Delhi como capital, que se encuentra en Delhi, uno de los nueve estados del país. Calcuta ostentaba hasta entonces el título. La independencia se alcanza en 1947 y esa ciudad conservó su estatus.
Sede del Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial del gobierno, no deja de impresionar al visitante por los marcados contrastes que invaden los sentidos de quien se aventure a recorrer sus grandes avenidas, ya sea a pie, en autobús turístico, auto alquilado o transporte público, como los tuctucs o las rickshaws.
La vista recorre un intenso espectáculo cromático con la típica indumentaria femenina indú: el sari. Esta banda de tela –es el significado de la palabra– con longitud de cuatro a nueve metros por un lado oculta el cuerpo femenino mientras que por otro deja al descubierto otra parte de la cintura y el brazo.
El ciudadano de a pie da la impresión de realizar casi cualquier actividad que para muchos requeriría de un espacio de privacidad, en plena calle y a la vista de cualquier transeúnte.
Para tomar una breve siesta no sólo los prados o las bancas de un parque son apropiados; la sencilla banqueta de una calle a la sombra de un árbol es suficiente. Un trozo de espejo colgado del tronco de un árbol con una pequeña mesa dotada de unas afiladas tijeras y navaja con un pedazo de jabón sirven de improvisada peluquería para caballeros.
Si se aprovecha alguna posibilidad de agua corriente es también común observar a hombres enjabonándose el cuerpo a toda prisa durante las primeras horas de la mañana para comenzar lo que se supone la jornada cotidiana.
El olfato, además de deleitarse con la inmensa oferta de comida callejera y los inciensos de los templos, ha de adaptarse rápidamente a la presencia de excremento de animales o humanos, alcantarillas o residuos de aguas negras o estancadas, además de la calidad del aire que rompe de forma permanente con inimaginables marcas de polución y contaminantes tolerables para la salud de sus habitantes.
La variedad de especias con que la comida en India es condimentada y los platillos picantes dejan un cauteloso comportamiento en los restaurantes de alimentos típicos, no así para el turista mexicano acostumbrado a una oferta gastronómica con sabores intensos que deleitan el paladar y la vista del visitante.
Alia Lira Hartmann, corresponsal