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El futuro de Somalia depende del Sur Pablo Arconada Ledesma Máster en Relaciones internacionales y Estudios Africanos Somalia es conocido por ser el país más inseguro del mundo, sobre todo desde que el Estado se desintegró, en 1991, y el país se sumió en una profunda guerra civil que aún hoy se manifiesta. A ese conflicto se le han unido otras desgracias como las recurrentes sequías y hambrunas o enfermedades como el cólera, muy extendido en la región. Sin embargo, muchas veces pasamos por alto la capacidad de la población somalí para hacer frente a sus propios desafíos. Así, frente a las recurrentes hambrunas que han azotado a Somalia, y la dependencia de la ayuda humanitaria, el sur del país se puede convertir en un faro de esperanza. Y es que este país del Cuerno de África es algo más que desierto: según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) existen en Somalia cuatro regiones con alto potencial de producción agrícola. Una en el noroeste, entre las regiones de Adal y Galbeed, donde se cultivan sobre todo maíz y sorgo, y las otras tres en el sur: las provincias del medio y el bajo Shabelle, Jubaland y el denominado Cinturón del Sorgo, en las provincias de Bay y Bakool. Todo ello recompone una nueva imagen de Somalia, que trata de recuperar la producción de alimentos que fue especialmente alta en las décadas de 1970 y 1980. Esto supone todo un reto si pensamos que sólo un 1.6% del total de la tierra cultivable se utiliza realmente para este fin frente a las tierras de pastoreo que suponen un 69%. Las fértiles tierras del sur, especialmente en las regiones de Jubaland y el Bajo Shabelle, y su alta capacidad de producción, han convertido el sur de Somalia en una zona de interés para diferentes poderes. Por ejemplo, durante el proceso de colonización los italianos dirigieron todos sus esfuerzos a controlar esa región y no sólo por su producción agrícola, sino también por su situación estratégica debido a la cercanía de la frontera con Kenia y Etiopía y por su potencial comercial al contar con puertos tan importantes como Merca o Kismayo. Esta importancia fue también evidente durante la dictadura de Siad Barre, cuando todas las tierras fueron nacionalizadas, con el claro objetivo de que todos los beneficios revertieran en el Estado. Este interés por los valles del Juba y del Shabelle ha sido evidente hace poco, cuando el grupo terrorista al-Shabaab fue expulsado de la capital, Mogadishu, en 2011. Desde entonces su centro de influencia han sido las áreas rurales del sur del país, lo que responde al control de las redes de tráfico ilegal y el comercio de la zona, así como a la riqueza de las tierras. Pero ¿qué se cultiva en los valles del Juba y el Shabelle? Las ricas tierras de las riberas de estos ríos tienen un enorme valor no sólo por la calidad y la cantidad de los cultivos, sino también por la diversidad. Este factor es crucial para diversificar las fuentes y los recursos de la población. De este modo, en el sur de Somalia se cultiva sorgo, maíz y semillas de ajonjolí, pero también verduras y frutas, especialmente plátanos. Además, los cultivos industriales de algodón y caña de azúcar aportan un rendimiento económico bastante elevado. Por otro lado, algunos proyectos estudian la posibilidad de ampliar la producción de arroz y tabaco, que en la actualidad son minoritarios. No obstante, los cultivos no alcanzan aún las cifras de la década de 1980, cuando se batieron todos los récords de producción. A partir de 1991 la agricultura se vio afectada por la guerra y comenzó una lenta recuperación hasta el año 2000. Desde entonces los cultivos del Juba y el Shabelle han ido aumentando, pero a pesar de ello su volumen no es suficiente para aportar alimentos para toda la población somalí ni para revertir la deficitaria balanza comercial que en 2016 alcanzó los 1.89 mil millones de dólares. Esto se debe a que el potencial productivo de la región se ve limitado por diversos factores y desafíos. En primer lugar, aunque las tierras del sur son muy fértiles, lo cierto es que los medios de producción son anticuados y se vieron afectados por los años de guerra. En segundo lugar, la zona sur de Somalia ha estado dominada por diferentes guerrillas y clanes desde 1991 y por al-Shabaab durante varios años, lo que ha impedido el normal transporte de los alimentos, que muchas veces son sometidos a impuestos irregulares que van a las arcas de dicho grupo. En tercer lugar, la infraestructura regional está muy dañada por el largo conflicto, lo que dificulta su transporte y su rápida salida hacia puntos comerciales como Mogadishu y los puertos de Kismaayo, Barawe o Merca. Pero, además, las tierras se han visto afectadas de forma regular por inundaciones y sequías, lo que ha reducido irremediablemente el rendimiento de los cultivos. Aunque estos factores no dependen de la acción humana, lo cierto es que el control de las aguas de los ríos podría reducir el impacto de los desastres naturales. Pero para ello Somalia debe contar con un acuerdo a gran escala con Etiopía, ya que ambos ríos nacen en el Estado vecino y son cruciales no sólo para la producción de comida, sino también para proyectos de reforestación, pastoreo y producción eléctrica. A pesar de todos estos obstáculos el sur de Somalia sigue siendo la zona agrícola más rica y fértil de todo el país. Sin embargo, la transformación de los valles del Juba y el Shabelle depende directamente de que la región alcance una estabilidad definitiva que permita la recuperación de medios productivos sostenibles y efectivos. Igualmente, el acuerdo de cooperación entre Somalia y Etiopía para el control de las aguas de los ríos es también un requisito indispensable para el bienestar no sólo de Somalia, sino de las poblaciones a ambos lados de la frontera.
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