19 de enero de 2019     Número 136

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Acercamiento a las miradas veladas
de la afrodescendencia en el XIX

Zyanya Perea Colegio de Historia. Facultad de Filosofía y Letras. UNAM [email protected]


Diputación de Mexico, sentados Guillermo Ordorica, Fernando Moreno, Venustiano Carranza, Aldegundo Villaseñor y Enrique O`Frril, de pie Antonio Aguilar, Ruben L. Marti, Juan Manuel G.

El estudio histórico y etnográfico de Gonzalo Aguirre Beltrán La población negra de México (1946) dio inicio a los estudios afromexicanos. Desde entonces, las investigaciones que le sucedieron han ampliado nuestro conocimiento sobre la aportación de la población afrodescendiente a la nación. Sin embargo, lo descrito y discutido por intelectuales del XIX omitieron su participación en distintos procesos históricos en la conformación de México como nación, lo que nos exige un particular análisis.

Antes será necesario mencionar la condición social del afrodescendiente hasta entonces. En primera instancia, su presencia en Nueva España se sitúa por su acompañamiento a los conquistadores. Posteriormente, ante la dramática caída demográfica indígena y la prohibición de su esclavitud con las Leyes Nuevas desde 1542, la trata esclavista sustituyó la mano de obra indígena. Razón por la cual el ingreso de hombres y mujeres africanos en calidad de esclavos aumentó a inicios del XVII, desempeñando una variedad de actividades en el campo (agricultura y ganadería) y en la ciudad (minas, obrajes, comerciantes, milicias) a su llegada. 

De manera tal, la sociedad novohispana para el siglo XVIII estaba compuesta por los descendientes de indígenas y africanos, así como de africanos y españoles. Los afrodescendientes accedieron a diversas actividades con la obtención de su libertad por diversas vías, como arrieros, comerciantes, miembros de obrajes urbanos e incluso ingresaron formalmente a la milicia novohispana. Con experiencias heterogéneas, al estallar la revolución por independencia el apoyo de los afrodescendientes a la causa dependió de su condición. No obstante, los mayores líderes del movimiento pertenecieron a las generaciones de afrodescendientes novohispanos, nos referimos a José María Morelos y Pavón y Vicente Guerrero.


La sociedad novohispana estaba compuesta por descendientes de indígenas y africanos, así como de africanos y españoles.

Durante el siglo XIX las ideas raciales explicaban la evolución del orden social, en donde ciertos grupos eran aceptables para el progreso social, y que además sirvieron de base para la definición del ser nacional a partir del carácter y el entorno. Se entiende que la población no europea sería considerada no benéfica para el progreso. A partir de estas formulaciones nos encontramos con fuentes limitadas para acceder a información sobre las contribuciones de la población afrodescendiente. Entonces, ¿cómo abordar la investigación sobre este sector social en el México independiente?

El historiador Guha Ranahit advirtió en su conferencia titulada Voces de la historia (1993) que la crítica al discurso estatista -oficialista- no bastara para producir una historiografía alternativa sino se va “más allá de la conceptualización hasta la práctica de re-escribir esa historia, para que las voces bajas de la historia sean escuchadas deberá interrumpirse el hilo de la versión dominante, rompiendo su argumento y enmarañando su trama.” (p. 30) Así, lo que queda por ensayar es dicha ruptura frente a la historiografía nacional.

Como se afirmó más arriba la omisión sobre los afrodescendientes estuvo vinculada con la creación del Estado-nación. Recordemos que, tras once años de guerra y tentativas de invasión extranjera, la incertidumbre económica y política se extendió en las primeras décadas de vida independiente. Al consenso novohispano por la autonomía le siguió la pugna entre proyectos de nación liberal y conservador, en su mayoría criollos, dentro de una sociedad con su mayoría indígena, afrodescendiente y mestiza. Aunque la oligarquía intelectual se dividió en posturas respecto a las premisas económicas para establecer un Estado soberano, el constante propósito fue transformar a los miembros de su sociedad persiguiendo el modelo europeo.

En relación a la población afrodescendiente, Manuel Martínez Gracida, diputado de Oaxaca, en su texto Las costumbres de los negros de la costa oaxaqueña (1895), nos confirma el estado de los afrodescendientes como propietarios y da cuenta de su llegada a Jamiltepec durante la conquista. Al explicar la fundación de pueblos negros en Pinotepa Nacional, Huazolotlán y la Boquilla de Rio Verde asume que “…cuadrillas se fueron extendiendo desde aquella época hasta la presente de acuerdo a su carácter y costumbres propios de la raza de países tropicales.”Por último, deja registro de las actividades sociales descritas en términos despectivos como “orgías con música y llenas de puro bullicio” en las cuales comerciantes y negociantes conviven con los negros quienes “como nada les gusta andar a pie, raro es aquel negro que no tiene sus buenos caballos”, los cuales también son negociados en las plazas.


“Vendedora de recaudo”, tarjeta de visita, 1880, Ciudad de México.

En 1824, con la Primera Ley de Colonización se dio inicio a las utopías agrarias de colonización europea, aunque será a fines de siglo que sean brevemente ejecutadas. Los intelectuales debatieron su pertinencia desde diversos frentes ideológicos: el liberal Lorenzo Zavala en su obra Ensayo histórico de las revoluciones de México (1831)consideró a la colonización “una medida para el desarrollo de las sociedades mexicanas para la explotación de terrenos agrícolas sin cultivar y para lograr seguridad nacional” (p.107); mientras que, Lucas Alamán, político e historiador conservador, defendió en Historia de México (1850)“la inmigración de extranjeros católicos como estrategia para el aumento de raza blanca” (p. 129). 

Ya para inicios del siglo XX, el discurso del historiador Alberto María Carreño, Peligro negro (1910), pronunciado en la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, sostuvo las desventajas de aceptar en México inmigración de hombres de ese color basado en una supuesta inferioridad y precariedad civilizatoria de los habitantes del Sur de los Estados Unidos, demostrada por etnólogos. Enumeró sus defectos y vicios más perniciosos: la pereza y la indolencia, afirmó que “los únicos trabajos para los cuales tiene mayor aptitud son aquellos que puede ejercitar fuera del campo”. Y proyectó su advertencia señalando la criminalidad en Cuba acusándoles de “demostrar el desprecio con que los negros ven la autonomía de su país”.

Con esta aproximación, comprendemos que es una labor del historiador crítico el poder recorrer a contrapelo lo establecido por el registro historiográfico oficial para escuchar las voces bajas de la historia. El texto de Martínez Gracida nos permite establecer que los negros/afrodescendientes desempeñaron cabalmente la actividad económica del comercio en libertad, más aún los elementos interpretativos deben ser entendidos desde las ideas raciales de la época. Por otro lado, el discurso institucional de Alberto María Carreño negando la inmigración de negros en México parece estar completamente desligado de las realidades objetivas que conocemos sobre los afrodescendientes.

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