19 de enero de 2019     Número 136

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

México ignora y desconoce
a su población afrodescendiente

Dra. María Elisa Velázquez Instituto Nacional de Antropología e Historia  [email protected]


Los afrodescendientes siguen presentes en la sociedad mexicana. FOTOS: José Luis Martínez Maldonado

La sociedad mexicana dificilmente puede entenderse sin la participación de miles de niñas, niños, mujeres y hombres de origen africano.  A pesar del silencio y menosprecio todavía existentes sobre  su importancia en la construcción económica, social y cultural de México, investigaciones históricas y antropológicas han demostrado que las personas africanas y afrodescendientes, han sido fundamentales en un sinnúmero de actividades económicas como la minería, la agricultura, la ganadería, los oficios, el comercio o las tareas del hogar, así como en las expresiones y prácticas culturales en casi todas las regiones del país.

Wolofs, mandingas, fulas, congoleños y angolas, entre otras personas de diversas culturas de África occidental, central y oriental, comenzaron a arribar de manera forzada desde los primeros años después de la conquista de México. Es sabido que los primeros africanos acompañaron a las tropas de los conquistadores, entre otras, a la de Hernán Cortés como puede apreciarse en imágenes pictóricas de códices de la época colonial. No obstante, la mayoría lo hicieron como esclavizados, principalmente entre los años de 1580 y 1650, aunque hasta por lo menos el siglo XVIII siguieron llegando y hacia principios del XIX -cuando en México se prohibió la esclavitud de manera formal en 1829- arribaron algunos a México, huyendo del sur de Estados Unidos, del Caribe y de regiones de Centroamérica. Estudios históricos atestiguan que alrededor de 250,000 personas esclavizadas arribaron por el puerto de Veracruz y Campeche en el Atlántico, pero también por Acapulco desde el Pacífico, sin contar con aquellos que fueron trasladados por contrabando, cifra difícil de estimar.


Tenemos una deuda histórica que saldar.

La caída demográfica de la población indígena durante los primeros años después de la conquista, la prohibición de esclavizar a los indígenas por las Leyes Nuevas de 1542 y el desarrollo de nuevas empresas coloniales fueron argumentos que respaldaron la esclavización de personas de origen africano. De las costas, los esclavizados eran trasladados a la Ciudad de México y después hacia diversos territorios de la entonces Nueva España; Puebla, Guanajuato, Michoacán, Jalisco, Morelos, Nuevo León, Veracruz, Guerrero, Querétaro, Oaxaca, Zacatecas, Colima, Coahuila, Chiapas, Yucatán, Tabasco y prácticamente todos los territorios de México recibieron población de origen africano para desempeñar diversas actividades económicas.

Muchas personas esclavizadas enfrentaron sometimiento y malos tratos, pero otras muchas lograron obtener la libertad y mejores condiciones de vida. Investigaciones sobre el tema en México, atestiguan que afrodescendientes trabajaron como maestros en gremios de distintos oficios, arrieros, capataces en haciendas ganaderas,  maestros  de “hacer azúcar” en trapiches e ingenios y en las milicias para defender los territorios novohispanos. También se ha documentado la importancia de las mujeres en varias actividades del hogar como cocineras, lavanderas y amas de leche o nodrizas, así como en otras tareas comerciales o como parteras y curanderas. Adicionalmente, se han estudiado  las acciones y estrategias de rebeliones y guerrillas en las que participaron, como el movimiento cimarrón encabezado por Yanga en Veracruz, que logró en 1630 el reconocimiento de pueblo libre a San Lorenzo de los Negros, hoy Yanga.

A partir de mediados del siglo XVIII y con el desarrollo de las ideas sobre las “razas,” en la Nueva España, como en Europa y otros territorios, comenzaron a desarrollarse prejuicios y estereotipos sobre los “defectos y virtudes” de los grupos humanos. Inició entonces, una negación de la importancia de las y los africanos y afrodescendientes en el pasado y presente de México. A lo largo del siglo XIX y ante la construcción de un estado-nación independiente sólo se reconocieron dos grupos “homogéneos” en la conformación de la sociedad mexicana: los indígenas y los españoles. Así, no sólo se negó la diversidad de las poblaciones indígenas y europeas, sino que se menospreció por completo la participación de las poblaciones afrodescendientes.


Basado en mapas del Programa Internacional La Ruta del Esclavo: resistencia, libertad y patrimonio, UNESCO. Elaboración de Vernónica Lerma para el Programa Afrodescendientes y Diversidad Cultural, Coordinación Nacional de Antropología, Instituto Nacional de Antropología e Historia.

A pesar del silencio que ha prevalecido, los afrodescendientes siguen presentes en la sociedad mexicana en casi todos los estados del país, aunque de manera más visible y organizada en la Costa Chica de Guerrero y Oaxaca, en Veracruz y en Múzquiz, Coahuila, a donde arribaron a mediados del siglo XIX los negros mascogos provenientes de Estados Unidos de América. En los últimos años y gracias a las actividades de visibilización de las organizaciones sociales y de instituciones de investigación y combate al racismo, estados como Oaxaca, Guerrero y la Ciudad de México han reconocido en sus constituciones a las poblaciones afromexicanas y por primera vez en 2015 en la Encuesta Intercensal del INEGI se incluyó una pregunta de autoadscripción afrodescendiente, en la que 1,381,853 de personas en México se reconocieron como negras o afromexicanas. No obstante estos avances, quedan muchas tareas y retos para que la sociedad mexicana conozca y valore su importancia. Es necesario fortalecer la investigación histórica trabajando nuevos archivos en regiones poco trabajadas, es indispensable que los libros de texto de la Secretaría de Educación Pública, sobre todo de los primeros años escolares, presenten una historia verídica y digna sobre estas poblaciones y que existan museos que muestren su participación y contribuciones. También son ineludibles campañas de información para que en el próximo Censo 2020, las y los mexicanos tengan la posibilidad de reconocerse o identificarse como afromexicanos, y más estudios sobre el racismo, ya que según los últimos datos de la encuesta ENADIS 2018 del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación, éste es un problema serio que enfrentan las personas afrodescendientes en México. Finalmente, es improrrogable el reconocimiento constitucional federal de las y los afromexicanos para la elaboración de políticas públicas en su beneficio, tomando en consideración la deuda histórica que se tiene con estos colectivos. La construcción de sociedades equitativas y respetuosos solo es posible con el reconocimiento de su diversidad, que no debe traducirse en esencialismos, pigmentocracias y oportunismos, sino en justicia e igualdad de derechos.

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