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Una intifada agraria en el sur de Malawi Fernando Díaz Alpuente Politólogo y miembro del colectivo Africaye.org @elsituacionista Una reforma agraria en un país en el que 85% de las personas que trabajan lo hacen en el sector agrícola genera unas expectativas reales de cambio y de mejor futuro en todas aquellas personas que no tienen nada o tienen muy poco. En Malawi, la reforma agraria ha sido un tema constante en la agenda política. Tanto en los momentos de lucha anticolonial, como en la apertura del sistema multipartidista en los 90 o en esta tercera ola de movilizaciones que baña toda la región de África Subsahariana. En todos esos instantes históricos, la reforma de la propiedad de la tierra ha sido el asunto sobre el que se han establecido alianzas que, una vez triunfadoras, han tendido a olvidarse del principal objetivo. Las condiciones de partida de Malawi nada más conseguir su independencia, eran similares a las de otros países del sur de África, con la inmensa parte de las tierras en manos no africanas. Sin embargo, la independencia no produjo una reforma agraria total, sino solo y exclusivamente un traspaso de tierras en las zonas norte y central, allí donde en la actualidad se cultiva tabaco. En la parte sur del país, dedicada principalmente al té, las tierras siguieron en manos de la industria global, dejando a los pequeños agricultores y campesinos sin tierra mucho más desprotegidos ante las políticas de liberalización del mercado aplicadas en los años 90. Sin embargo, eran un colectivo que no conseguía politizarse y hacerse presente en la política nacional. Crisis política y lucha campesina En 2014, África Subsahariana se encuentra en la cresta de la nueva ola de protestas, y Malawi no es la excepción, pues enfrenta graves dificultades políticas. Bingu wa Mutharika era el presidente de Malawi cuando fallece repentinamente, el 5 de abril de 2012. La cuestión de su sucesión divide a las fuerzas del gobierno en dos bandos, aquellos que apoyan a su hermano, Peter Mutharika, y quienes terminan imponiendo el criterio de que la sucesora fuera la vicepresidenta, Joyce Banda. La inestabilidad política hace que todas las alarmas internacionales salten y, con la fecha de las elecciones de mayo de 2014 en el horizonte, Malawi es visto como un país con un conflicto armado en ciernes. El viejo camaleón, como se llamaba al país por su capacidad de mutar su sistema político, parece condenado al enfrentamiento.
En este contexto político nacional, y en una población rural del sur del país llamada Thyolo Boma, surge una asociación de campesinos que comienza a crecer. Su nombre, Organización Popular de la Tierra (OLP, por sus siglas en inglés), rinde claramente homenaje a la vieja OLP palestina, y es liderada por Vincent Wandale, originario de Thyolo. Wandale había salido de allí hacía unos años para formarse en cuestiones agrícolas, había tenido responsabilidades administrativas a nivel profesional y regresa a Thyolo casi por casualidad. Creará la OLP en 2009 y acumulará hasta 10,000 miembros, la mayoría campesinos que trabajan como asalariados en la tierra de otros, cuando no campesinos sin trabajo ni tierras. Pagan una cuota a cambio de un sueño material muy concreto: conseguir el reparto de las tierras no trabajadas del pueblo, a razón de 0,1 hectáreas cada uno. Mil hectáreas de tierras repartidas, sobre una disponibilidad de 25,000 que no están cultivadas, sólo en Thyolo. Es por este objetivo que, coincidiendo con el día festivo nacional en honor a la primera movilización por la independencia, el 15 de enero de 2014 la OLP se manifiesta por las calles de Thyolo. Todo transcurre de manera pacífica hasta llegar al edificio gubernamental. Allí, la policía nacional les está esperando. Lanzan botes de gas lacrimógeno y reprimen la manifestación. Como resultado, seis personas mueren a causa de las heridas creadas en las cargas. Ante la negativa a negociar por parte del gobierno, y la represión ejercida por la policía, la OLP realizará una declaración solemne de intifada campesina, anunciando el autorreparto de las 25,000 hectáreas entre los campesinos sin tierra de la región. Al mismo tiempo, Wandale desplegará una estrategia de crecimiento de la OLP a nivel nacional. El objetivo es claro, situar la reforma agraria de nuevo en la agenda, aprovechar las debilidades e inestabilidad gubernamental, incluso con el riesgo de incrementar el conflicto. La lucha electoral entre Banda y Mutharika termina con este último en el poder. Joyce Banda reconoce su derrota, y con ello evita un posible enfrentamiento. Nuevamente el camaleón vuelve a mutar el color de su piel para subsistir y evitar su derrumbe. La apuesta de Wandale a nivel nacional no ha terminado por fructificar, ya que su crecimiento no es el esperado. Además, el gobierno de Banda le ha llegado a limitar su registro legal a nivel estatal, lo que le impide poder extender sus actividades. Vencido, a Wandale se le fuerza a mudarse a vivir a la zona más remota e inaccesible de Thyolo a finales de 2014, con lo que el movimiento parece perder fuerza. La OLP es finalmente derrotada, y la reforma agraria que tantos y tantas malauíes esperan, queda olvidada. Lo rural en la tercera ola de movilizaciones africanas El episodio de la intifada en Thyolo permite, sin embargo, hacer visible el ámbito rural en este despertar de los movimientos sociales africanos que ha traído la segunda década del siglo XXI. La inmensa mayoría de estos movimientos o tienen o parecen tener un leitmotiv principalmente político, persiguiendo aumentar los límites de la democracia existente. También parecen ser un fenómeno principalmente urbano. Sin embargo, la intifada malauí nace del ámbito rural y con un foco en las condiciones materiales de vida. Los movimientos rurales han sido omitidos de la historiografía y el análisis sobre la región subsahariana. Se reconoce la importancia de la alianza urbano-rural que generó los movimientos nacionales por la independencia, pero se centra el foco en las luchas sindicales de las ciudades. Lo mismo sucede con la explicación de esta tercera ola de protestas subsaharianas. Sin embargo, Davide Chingò, investigador de la Universidad de Bolonia, asegura que la creciente competencia por la tierra o por los recursos naturales en África Subsahariana, incrementará la politización y la movilización de las zonas rurales y de la población campesina. Más aún en un contexto de cambio climático. De esta manera, frente a la demanda de mejora en los derechos políticos que parece sostener las movilizaciones en las ciudades africanas, el ámbito rural pone énfasis en la protesta por los derechos económicos, la cual puede propiciar cambios más estructurales tanto en los diferentes Estados, como en toda la región.
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