19 de enero de 2019     Número 136

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Empoderando a las agricultoras de Kolda

Ana Henríquez Pérez Licenciada en Periodismo y en Comunicación Audiovisual y máster en Ciencias Sociales del Desarrollo, Culturas y Desarrollo en África. Editora de Africaye.org y antigua voluntaria de la Unión Europea (EU Aid Volunteer) en la ONG Alianza por la Solidaridad en Senegal. [email protected]

En el sur de Senegal, en la región de Kolda, la agricultura es la actividad principal de la que se ocupan las mujeres. La koldoise media vive en el campo, tiene 25 años o más y apenas ha recibido formación escolar: el 74.2% de las mujeres de la región son analfabetas. Ella y sus congéneres son las responsables del cultivo del arroz, de la horticultura o cultivo de frutas, verduras y legumbres, del cuidado de pequeños rumiantes como las cabras y de la avicultura tradicional (gallinas, pollos, etc.). Ese es su trabajo estrictamente agrícola pero ahí no acaban sus obligaciones diarias.

Además de las tareas campestres, en ellas recae el nada desdeñable peso de las domésticas, indispensables pese a carecer de rédito económico. Van al bosque a obtener la madera para cocinar y también al pozo que, con suerte, hay en la aldea, del cual sacan pesados cubos de agua que cargan hasta sus hogares. Cuidan de los numerosos niños y niñas, así como de las personas mayores o dependientes. Y, por supuesto, cocinan, una labor en la que suelen emplear más de tres horas por comida, dado que tienen que batir, descascarillar y moler alimentos básicos de la alimentación senegalesa como son el arroz, el mijo o el maíz.

En la realización de todas estas faenas emplean gran parte de su tiempo. Exactamente, el doble de tiempo que trabajan los hombres, según el diagnóstico de género elaborado por el Foro para un Desarrollo Sostenible y Endógeno –FODDE, por sus siglas en francés–, en estrecha colaboración con la organización española Alianza por la Solidaridad.

La senegalesa, en general, y la koldoise, en particular, son sociedades patriarcales en las que la estructura familiar se organiza en torno a la figura masculina, que toma las principales decisiones. Especialmente, en lo que se refiere a en qué invertir el escaso dinero que entra en el hogar. Los hombres son los encargados del ganado de mayor talla y rentabilidad, como es el vacuno, y también de comercializar el cacahuete, producto emblemático de Senegal, pese a que su cultivo recae en manos de las mujeres.


Ellas cuidan de niños y niñas, así como de las personas mayores o dependientes.

Incluso, ellos llevan la voz cantante, imponiendo a menudo su criterio, en las agrupaciones de mujeres. Ni siquiera en esos espacios, donde la participación debería ser exclusivamente femenina, pueden ellas ejercer su poder de decisión.

La importancia de que ellas se empoderen

Las desigualdades en función del género se dan en todas las esferas, privadas y públicas, en el ámbito reproductivo o familiar y en el comunitario, pero también en el productivo.

Como afirma Fatoumata Bintou Correa, responsable de género en FODDE, el mayor obstáculo al que se enfrentan las koldoises agricultoras es –el acceso y control de los medios de producción: falta de equipamiento, de semillas de buena calidad y de insumos–, elementos que permanecen bajo el control masculino. A esto se le suma la falta de formación técnica y la problemática de la titularidad de la tierra, que les cede en usufructo el Estado a riesgo de que, en cualquier momento, unos terratenientes la compren y se les expulse de un terreno que llevan cultivando y cuidando durante generaciones.

–Todos estos problemas surgen de las cargas socioculturales que actúan en contra de las mujeres”, sentencia Fatoumata que, desde 2010, se ocupa del acompañamiento y refuerzo del poder económico, decisorio y de liderazgo de las mujeres rurales de Kolda.

Alianza y FODDE formulan y ejecutan proyectos de desarrollo encaminados a reforzar las capacidades de las mujeres en diversos ámbitos. Lo hacen a sabiendas de que el resultado no solo será beneficioso para ellas, sino que redundará en una mejora en la calidad de vida de toda la comunidad, en tanto que las mujeres son las sustentadoras de las familias y todos sus esfuerzos se orientan a asegurar el bienestar de los suyos: cultivan primordialmente para el autoconsumo familiar y centran las inversiones en el hogar y en la descendencia, a diferencia de los varones, que priorizan las adquisiciones para la producción y el ahorro para pagar la dote de una futura esposa (entre los musulmanes senegaleses, impera la poligamia).

Sus vecinas como referentes

Dado que la unión hace la fuerza y que conocer casos reales convence más que las charlas y los argumentos abstractos que les puedan dar los técnicos de cooperación, Alianza y FODDE abogan por organizar visitas e intercambios para que las propias beneficiarias de las iniciativas conozcan experiencias exitosas de mujeres de la región que, con sus mismas barreras y coyunturas, están saliendo adelante y construyendo proyectos fortalecedores y sólidos.


Ellas van al bosque por madera para cocinar y al pozo del cual sacan pesados cubos de agua para sus hogares. FOTOS: Ana Henríquez Pérez

Entre estos ejemplos positivos destacan el de las campesinas de Diyabougou, un pequeño pueblo cercano a la frontera con Gambia y el de la Red de Organizaciones Productoras de la Casamance (Roprocas). Como subraya Fatoumata, –en Diyabougou, donde la falta de terreno y las presiones sociales están muy presentes, hay mujeres líderes que están cosechando óptimos resultados agrícolas y facilitando a otras mujeres el acceso a semillas de calidad–.

Roprocas es un entramado de unas sesenta organizaciones que agrupan a más de tres mil mujeres productoras. Ya han abierto una tienda en las afueras de la ciudad de Kolda, en la que venden abonos, productos agrícolas y las verduras que cultivan. Sin intermediarios, siendo ellas mismas quienes gestionan las ganancias. El objetivo de esta asociación es promocionar la autonomía de las mujeres reforzando sus capacidades técnicas, financieras, de negociación y su acceso a las instancias de decisión.

Porque, si bien la ley senegalesa de paridad obliga a tener una representación femenina lo más cercana posible al 50% en las entidades políticas, a menudo esta presencia es puramente cuantitativa, es decir, las mujeres están, pero no intervienen, bien sea por dinámicas discriminatorias de funcionamiento o por desconocimiento de cuáles son sus funciones. Por esto, organizaciones como Roprocas perseveran para que no se cuente con las mujeres solamente “para la foto”, sino para todas las decisiones que les incumben de una u otra manera.

La tradición, las condiciones climáticas, la escasa tecnificación del trabajo rural… Estos y otros factores obstaculizan el desempeño de las koldoises. Pero, lejos de dejarse amedrentar por tanta complicación, ellas hacen alarde de su inquebrantable resiliencia y se implican de lleno en iniciativas que aspiran sencillamente a dotar a las mujeres de las herramientas con las que sacarán el mejor partido a su esfuerzo y se valorizará el indispensable rol que juegan en el desarrollo de sus sociedades.

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